Me sabes indignado y preocupado. En gran parte por el asunto Prestige, claro, pero como me conoces bien sabes que me indigna igualmente la situación actual del país, y del mundo; me indigna esta democracia patatera e infantil que hereda directamente del franquismo y que, en vez de ir madurando, ha ido poco a poco retomando viejos vicios. Me indigna y me asusta: ya tengo familia y no sé qué les aguardará. En cualquier caso la indignación no es mal estado si se le abre una grieta (grieta, no boquete) por la que pueda supurar la rabia y airearse, y eso es lo que pretendo hacer con esta carta: te regalo un texto, breve, del Juan de Mairena, que me sirve a mí para desahogarme un poco y quizás a tí te sirva para indignarte y así, abrir otra grieta que a su vez indigne... El texto —recuerda o aprende que el Juan de Mairena lo publicó Machado en 1936— pudiera haberse escrito hoy mismo y en todo sería conveniente y acertado. Algo he anotado ya en el Libro de notas sobre el papel que está jugando la ONU en los asuntos internacionales e, incluso, he abogado por su disolución por inoperante; quizás esta reflexión de Mairena de hace 70 años nos explique perfectamente cuál es su papel y por qué no desaparece. He estado leyendo el libro de Machado esta semana de vacaciones (en edición de El Mundo y con prólogo de Alfonso Guerra, paradoja doble donde las haya) y me ha enamorado el escepticismo inteligente y germinador de este que como poeta, todo hay que decirlo, no me encanta. Y, por cierto, se respira en él una libertad y un ambiente democrático inimaginable hoy en día. Ahí va, pues, este ensayo de pocas palabras, fino en ironía, profético y tan destructivo como poco nihilista.
Un abrazo,
Marcos.
Teo, 31 de diciembre de 2002.
(Del difícil fracaso de una Sociedad de Naciones)
Algún día —habla Mairena en el café— se reunirán las grandes naciones para asegurar la paz en el mundo. ¿Lo conseguirán? Eso es otra cuestión. Lo indudable es que el prestigio de esa Sociedad no puede nunca menoscabarse. Si surge un conflicto entre dos pequeñas naciones, las grandes aconsejarán la paz paternalmente. Si las pequeñas se empeñan en pelear, allá ellas. Las grandes se dirán: no es cosa de que vayamos a enredarla, convirtiendo una guerra insignificante entre pigmeos en otra guerra en que intervienen los titanes. Ya que no la paz absoluta, la Sociedad de Naciones conseguirá un mínimun de guerra. Y su prestigio queda a salvo. Si surge un conflicto entre grandes potencias, lo más probable es que la Sociedad de Naciones deje de existir, y mal puede fracasar una sociedad no existente.
- Y en el caso, amigo Mairena, de que surja el conflicto porque una gran nación quiera comerse a otra pequeña, ¿qué hacen entonces las otras grandes naciones asociadas?
- Salirle al paso para impedirlo, querido Don Cosme.
- ¿Y si la gran nación insiste en comerse a la pequeña?
- Entonces las otras grandes naciones le ordenarán que se la coma, pero en nombre de todas. Y siempre quedará a salvo el prestigio de la gran Sociedad de Naciones.
[Antonio Machado, Juan de Mairena]
excelente! lo iba a postear, preferí el otro porque todavía la onu no le ordeno a usa que se coma a irak...
Comentado por JuanPablo el 22 de Marzo de 2003 a las 05:42 PM