Revista poética Almacén
Punto de encuentro

[Alfredo Bruñó]

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El encuentro en la Revuelta

Ca Revolta, en la calle de Santa Teresa, barrio de Velluters, Casco Antiguo, Valencia, es un sitio diferente dentro del panorama cultural (cada vez menos denso) de la ciudad. Es un palacio reformado, en uno de los barrios más duros. El Ayuntamiento ha prometido mejoras a los vecinos, pero muchos tenemos la sensación de que los dineros europeos que iban a servir para reformar el casco histórico han ido a parar a los bolsillos equivocados.

Aunque palacio, Ca Revolta (La Casa, para los amigos) se ha quedado pequeña en poco tiempo. Quizá el exceso de usuarios sea testigo de la necesidad de su existencia. Al fondo está la sala de actuaciones; arriba, las oficinas de varias organizaciones y una gran sala de conferencias y exposiciones. A la entrada hay un bar, paredes rojas con (estos días) una exposición de fotografías de personas desnudas que no enseñan nada, todo muy artístico. La barra es incómoda: demasiado baja para mi gusto y sin sitio para poner las piernas en caso de que uno quiera sentarse. Ramiro Cabana dice que así pasa con las barras que diseñan las mujeres. El mueble requiere un análisis de género.

Ante la incómoda barra de diseño, con una cerveza en la mano, la conversación, hoy es con Cristina Piris, alma de Ca Revolta, mujer invencible, usuaria de una energía cuyos límites nadie conoce. El tema que nos preocupa es el posible, que no probable, cierre de La Casa. Algunos vecinos, en desacuerdo ideológico, lo han demandado. El Ayuntamiento no hace más que estorbar: la voluntad política es que la iniciativa no funcione, pero tampoco da para cerrar: sería un error político que atraería mala prensa.

Bruñó: ¿El Ayuntamiento es vuestro amigo?

Piris: La amistad es una cosa estupenda, pero es contradictoria. El Ayuntamiento es un pesado. Es un amigo de esos.

Bruñó: Ca Revolta saldrá adelante, entonces.

Piris: Por supuesto. Es una realidad en la que muchísima gente ajena al proyecto inicial ha entrado para hacer cosas que no nos hubiéramos imaginado. Valencia es una ciudad agria y dura para la cultura y para la gente joven. No hay ofertas. El centro histórico es duro, marginal, y Ca Revolta cubre un hueco para gente que no encuentra la salida comercial. Incluso la gente camina más tranquila por este barrio desde que estamos nosotros aquí.

Bruñó: No te he preguntado cómo estás.

Piris: Bien. Las dificultades me dan vida, me alimentan.

Bruñó: ¿Y tus artículos en prensa en defensa de La Casa, cómo van?

Piris: Los finales me cuestan. Me salen abruptos. No me molan los finales de clausura.

Bruñó: ¿Qué falta en Valencia?

Piris: Desde que vivo aquí, Valencia ha mejorado. Es agradable para vivir, ni grande ni pequeña. La gente tiene una manera de ver la vida que me gusta: ese punto festivo, irónico. Y el clima. Es plana, permite ir en bici, caminar. Pero las instituciones y los dirigentes hacen muchas animaladas. Se pierde patrimonio. Los intereses son inmobiliarios. Se pierde la Huerta, esa proximidad a los campos. Demasiado asfalto y pocas perspectivas para la gente joven de la Huerta.

Bruñó: ¿Y culturalmente?

Piris: La cultura pertenece a las subvenciones y al poder. El poder entiende que todo se puede comprar. Y eso mata las iniciativas.

Nos acabamos las cervezas. Cristina tiene que asistir al Foro de Debates. Es incansable. No hay nada ni nadie que la desvíe de lo que quiere hacer. Dando un paseo, la acompaño hasta la Universidad. Por el camino me cuenta que la última vez que estuvo en Nueva York, quería ir a cenar al restaurante que había en lo alto de una de las torres ahora perdidas, pero no la dejaban entrar porque llevaba zapatillas deportivas. Así que bajó a una de las tiendas que había en el edificio y se compró unos zapatos. No se iba a quedar sin cenar en la Cima del Mundo, ¿verdad?


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Comentarios

El artículo se lee con interés y sin sacrificio aunque creo que no destaca suficientemente el quehacer de la entrevistada, ni describe exhaustivamente el carácter del local.
En toda mi larga vida sólo he conocido a dos valencianas, madre e hija, allá por la año 1952.
Estando en un aparte les pregunté a ambas si su ciudad tenía subetrráneos (metro, que le dicen) momento en que la madre (Verna Tueros Laiseca, que era de agrandar las cosas, respondió :"¡¡¡pues claro!!!" al tiempo que la hija (¿Chelo?), joven, sincera y sin dobleces exclamó;
¡¡¡Que va!!!.
En su homenaje he leído con gusto el artículo.
PacoZ.

Comentado por Francisco Herranz el 18 de Diciembre de 2002 a las 02:41 AM