En la calle del Mar está Valdeska, quizá la mejor librería de Valencia. Librería selecta, de lectores. Excelente la sección de arte, muy buena la de filosofía, mejorable la de poesía, aunque sea una de las mejores de por aquí. El ambiente es cálido, bien iluminado para no perder la vista leyendo antes de leer. Los libreros son como los de otra época, conocen el género y disfrutan con él. Son libreros lectores. Además, conocen a su clientela. Saben recomendar, y recuerdan los gustos que uno ha mencionado.
En la sección de arte está un tipo calvo, con chaqueta y corbata un tanto pasadas de moda, algo vencidas por el tiempo, y pantalones en busca de una plancha. Hojea un libro grande, catálogo de una exposición de las que ya no vienen a Valencia. El arte en la ciudad ha perdido el rumbo, demasiados políticos al servicio del pueblo.
Avanzo hacia él para saludarlo: ¿Qué tal Ramiro, cómo estás?
Cabana: ¡Hombre, si no es Bruñó! ¿Cómo le va, querida? Tiene el rostro un poco de que le aprietan los calzoncillos.
Bruñó: Hoy toca entregar en el Almacén y me falló el entrevistado.
Cabana: Si quiere le cubro la papeleta. Será un favor y ya me lo pagará cuando se lo cobre.
Bruñó: Muy amable de su parte. Usted siempre se queja de que le obliguen a escribir sobre televisión. Pero tengo la impresión de que se lo pasa en grande.
Cabana: ¿Y qué quería que hiciera, echarme a llorar como usted? Lo de quejarme es porque no pueden salir indemnes de todo esto los que llevan el Almacén.
Bruñó: Siempre culpa a Taracido.
Cabana: Es el más visible. Además, a Colom lo tenemos aquí al lado. Tampoco es cosa de enemistarse con él.
Bruñó: ¿Qué es lo que más le gusta de la televisión?
Cabana: Que una gente gana un pastón haciendo el más ridículo de los ridículos.
Bruñó: Ridículo y ridículo, dos negativos suman un positivo.
Cabana: ¡Qué inteligente es usted, querida! Y el positivo es el pastón.
Bruñó: Y la fama.
Cabana: Querrá usted decir la notoriedad, querida, no confundamos. Y lo notorio, en segunda acepción es lo evidente. Precisamente el cometido de los famosos, o mejor, los notorios es no añadir ningún matiz nuevo a nada. Son elefantes en cacharrería.
Bruñó: Pero es fácil atacar a los... notorios, como usted los llama.
Cabana: La notoriedad se divide en dos clases: el pijerío y el petardeo. Son las dos clases sociales que existen, las únicas realmente visibles. En el pijerío estaría Operación Triunfo, en el petardeo, Gran Hermano. Y la agencia que los obliga a negociar es Crónicas Marcianas, también cómplice. En fin, esta televisión es como entrar en un espacio cerrado donde hay un tremendo olor a pies. Eso es lo que aporta, olor a pies.
Bruñó: Se mete usted mucho con los presentadores de televisión.
Cabana: También me gusta ver cómo le chupan el esfínter al poder para seguir manteniendo un estilo de vida. Es altamente erótico.
Bruñó: Bueno, el estilo de vida que usted lleva no deja mucho que desear.
Cabana: Lo deja todo, amiga mía. Yo jamás dejo de desear, nunca abandono el paroxismo erótico de estar junto a ELLA.
Bruñó: Su chavala.
Cabana: En realidad me tiene prohibido que la llame así. Pero ya sabe usted que a mí me gusta que me prohíban.
Bruñó: Un poco infantil.
Cabana: Es usted muy libre de interpretar, abúrrase lo que quiera.
Bruñó: ¿Qué tal el Palacete?
Cabana: En obras.
Bruñó: Leyéndole, me parece un poco raro encontrarle aquí.
Cabana: Estaba mirando un librito sobre Hans-Peter Feldmann, fotógrafo. Un acumulador. Me recuerda a algunas de las cosas de Colom.
Bruñó: Y son buenos amigos ustedes dos.
Cabana: Siempre hablamos. Mantiene la mente a punto de cerrarse, que es mejor que ya cerrada.
Bruñó: ¿Recomienda algún programa a nuestros lectores?
Cabana: Sí, que vean lo que le dé la gana. Sobre todo esos programas de gente menuda que canta, una excelente incitación a la pornografía ilegal.
Es la hora del cierre. Cabana paga su libro caro. Lo invito a un café pero rehúsa.
Cabana: Ya le he dado su artículo. Ahora me largo al Palacete, a leer un rato.