El lenguaje de los pájaros
A fines del siglo pasado, un académico francés y economista distinguido, Dupont de Nemours, tuvo la ocurrencia de ponerse á aprender el lenguaje de cuervos y de los ruiseñores. Llegó á descifrar veinticinco palabras de las usadas por los cuervos. Este trabajo le costó dos inviernos y no pocos sabañones en las manos y en los pies.
Para ello vivió materialmente entre aquellas aves, escuchando sus graznidos, grabándolos en la memoria, aprendiendo á distinguirlos y á reconocerlos cuando los repetían y discerniendo los que lanzaban en cada ocasión.
De esta manera no sólo aprendió muchas palabras de la lengua de varios animales, sino que reconoció que éstos tenían ideas poco numerosas, un diccionario corto, una gramática muy sencilla, pocos nombres, el doble número de adjetivos, casi ningún verbo (porque los sobreentienden), interjecciones y nada más.
He aquí las veinticinco palabras ó graznidos de cuervos que pudo aprender:
Cra,
Cré,
Cró,
Crú,
Cruú,
Grass,
Gress,
Gross,
Gruss,
Gruuss,
Crae,
Crea,
Croa,
Crua,
Cruass,
Crao,
Creé,
Croé,
Crué,
Cruess,
Craou,
Créo,
Croo,
Cruo,
Cruoss.
Hace notar el académico francés que la lengua de los cuervos no es pobre porque encierre sólo veinticinco palabras, pues no tienen más que combinar de dos en dos, de tres en tres, de cuatro en cuatro, de cinco en cinco estas palabras para obtener un número de combinaciones que sobrepuja en riqueza el de palabras de la lengua más abundante del universo. No creía, sin embargo, que los cuervos hiciesen muchas combinaciones. Les bastaban veinticinco sonidos para expresar las palabras
allí, derecha, izquierda, adelante, alto, cuidado, hombre armado, frío, calor, partir, amo, yo también, un nido, y otros diez avisos para dárselos según sus necesidades. Después de todo los cuervos no deben tener muchas más cosas que decirse.
En Alrededor del Mundo, 5 de julio de 1900.
Los elefantes y los Ratones
Un combate de prueba.
Existe la tradición, bien conocida, de que los elefantes tienen un miedo cerval a los ratones, y á esta tradición dio no poco peso el hecho de que nuestro famoso elefante
Pizarro, que vivía en el Parque Zoológico del Retiro de Madrid, falleció á consecuencia de habérsele subido por la trompa un ratón, que se quedó atascado en ella.
Lo cierto es que tan generalizada se halla la creencia en el miedo de los elefantes á los ratones, que no pocos naturalistas han estudiado el caso y escrito acerca de él.
Una teoría no muy aceptable para explicar ese miedo es que como la piel del elefante es tan gruesa, no siente cuando un ratón la roe hasta que ya le ha hecho un agujero que llega á la carne, y la cuestión es grave porque las heridas de los elefantes suelen tardar uno ó dos años en curarse. Según otra teoría, el miedo de los elefantes, lo mismo que el de las mujeres, es debido á un exceso de imaginación: no cabe duda de que esos paquidermos tienen realmente mucha fuerza imaginativa. La otra teoría es que temen, sobre todo, que se les suba el ratón por la trompa.
Apartándose un poco de lo dicho hasta ahora por los naturalistas, nos atrevemos á exponer la creencia de que bien pudiera ser que el elefante tuviera hacia el ratón el mismo asco que nosotros hacia las cucarachas ó la misma repulsión institiva que solemos tener nosotros á las arañas y á otros animales incapaces de hacernos daño, y harto lo sabemos, pero que sin embargo nos repelen casi tanto como si fueran fieras.
Una prueba decisiva de si el elefante teme real y verdaderamente al ratón se ha hecho hace poco en un circo. El experimento era más interesante que el de la lucha del león con el toro ó del toro con el elefante.
El ratón había sido cogido en una ratonera y se le echó en la jaula del elefante á la cual se había cuidado de forrar de hoja de lata todo alrededor por la parte baja á fin de que no hubiese escape posible para el diminuto animal. Este no pesaba más de 60 gramos; el elefante pesaba más de 1.700 kilos.
Al entrar el ratón, el elefante lo vió y no le quitó ya ojo, al mismo tiempo que enderezaba el pabellón de las orejas formando con ellas un ángulo recto. El ratón dió una carrera como si fuese un juguete mecánico. El elefante contestó levantando el rabo y poniéndolo tieso como un palo. El ratón da una vuelta á la jaula buscando una salida; no hallándola, se sienta en un rincón y se atusa los bigotes en actitud meditabunda. El elefante, muy asustado, menea las orejas como si fueran abanicos. Así concluye el primer asalto.
En el segundo, el ratón acomete dando rapidísimas carreras en distintas direcciones. El elefante, notablemente agitado, recula despacio hacia su rincón, sin dejar de mirar ni un instante á su enemigo. Cuando llega al rincón avanza de vez en cuando prudentemente la trompa, tratando de alcanzar lo más lejos posible con ella. El ratón la evita con mucha habilidad. Así se pasan algunos segundos, hasta que el ratón acomete de repente al elefante, dirigiéndose en línea recta hacia él. El coloso, aterrado, trata de darle un golpazo; pero el ratón evita el golpe y se mete entre las patas delanteras del paquidermo. Terror y confusión de éste.
Empieza el tercer asalto. Lo inaugura el elefante dando grandes patadas sobre el suelo en medio de la mayor agitación; cualquiera de ellas haría añicos al ratón, el cual, comprendiendo que no está seguro en aquel sitio, da una carrera y se pone otra vez en campo abierto. El elefante parece muy tranquilizado al ver otra vez á su enemigo y avanza heroicamente hacia él; pero á mitad del camino le acomete otra vez el miedo y se retira á un rincón, apoyando el cuarto trasero contra la pared, sin duda con objeto de evitar un ataque por la retaguardia. El ratón hace ademán de volverse á meter entre las patas del paquidermo. Este lo evita poniéndolas muy juntas y emprendiendo con la trompa un movimiento de péndulo para evitar el paso del ratón.
Asalto número cuatro. Después de un breve rato, durante el cual el elefante no sabe qué hacer, avanza nuevamente, sin duda decidido á poner término á aquella situación. El ratón retrocede alarmado y se refugia en un rincón. El elefante sigue avanzando hacia él y entonces el roedor vuelve á su táctica de meterse entre las patas del paquidermo. Este se defiende con su trompa, pero no consigue detener al ratón y éste tiene la osadía de subírsele por una de las patas delanteras. El elefante, loco de terror, sacude violentamente la pata y el ratón sale despedido por el aire. Antes de que llegue otra vez al suelo, el elefante lo coge con la trompa y con velocidad increíble lo arroja con la mayor violencia contra la pared tirándolo por encima del lomo.
No se sabe si el ratón queda muerto de golpe, pues el elefante se precipita hacia él y lo pisotea durante varios minutos hasta dejarlo hecho papilla.
Con un solo pisotón habría bastado, pero el elefante no tiene misericordia, y no se muestra tranquilo hasta que ve que de su enemigo no queda entero ni el rabo.
Tal es el relato de la lucha heróica verificada hace pocas semanas entre un elefante veterano y un ratón novicio; es digna de que la cante un poeta épico. Lo malo es que aunque demuestra la superioridad del elefante sobre el ratón, no pone perfectamente en claro si real y verdaderamente los elefantes temen tanto como se dice a sus diminutos enemigos.
En Alrededor del Mundo, 13 de diciembre de 1900.
Enfermedades extravagantes
Gente que se ríe contínuamente.
Recientemente se ha hablado mucho entre los médicos de una niña caucasiana, de doce años, llamada Luba, que tiene facultades magnéticas extraordinarias. No hay objeto que no empiece á moverse en cuanto la muchacha se acerca á él. Si entra, por ejemplo, en una cocina, comienzan á danzar todos los cacharros de la batería, y ya ha sucedido que al penetrar en una bodega se han elevado por el aire, como si fueran globos, unas cuantas botellas, y hasta los baldosines del pavimento saltaron del suelo y cayeron estrepitosamente, hadciéndose pedazos.
Los médicos no pueden explicarse esta misteriosa facultad de la muchacha, y el vulgo, que para todo encuentra explicación, asegura que Luba está poseída de los demonios y que para curarla no hay más remedio que enviarla á un fraile que tiene gran virtud para extraer los diablos del cuerpo.
Miss Evatina Jardo es otro fenómeno de la naturaleza. Nació hace treinta años en la isla Trinidad, y desde muy pequeña se observó que carecía del sentido del tacto. Los médicos lo achacan á la falta relación entre los nervios motores y los nervios receptores y para confirmar su opinión le han atravesado agujas en los brazos y por bajo de las uñas, han aplicado planchas calientes en las plantas de los pies, le han cortado trozos de carne, y la joven no ha sentido el más mínimo dolor.
Esta muchacha tiene también la facultad de detener á voluntad los latidos del corazón, y es refractaria á toda clase de enfermedades contagiosas, inoculaciones de microbios tíficos, diftéricos y tifoideos y los venenos más activos son para ella bebidas refrescantes.
Pero no es este el único caso maravilloso que podemos citar. En Narbona (Francia) vive otra joven que tiene la facultad de ver á simple vista lo que nosotros no podemos ver más que en fotografías hechas con rayos X, de suerte que presta grandes servicios á los médicos en los diagnósticos de fracturas de huesos y de lesiones internas.
El doctor Ferroul, de Narbona, y el doctor Grasset, de Montpellier, que la han examinado, declaran que puede ver á través de los cuerpos opacos con tanta claridad como si sus pupilas generasen rayos Roentgen.
En una granja cercana al río Delaware (Estados Unidos) reside una familia cuyos miembros padecen risa crónica. Tanto los padres como los hijos tienen una afección de los músculos de la boca y que les obliga á estar siempre risueños y á soltar la carcajada varias veces al día.
La enfermedad se declaró primeramente en el padre, cierto día que se hallaba sentado comiendo, sin causa alguna lanzó una carcajada que le duró varias horas. Los médicos que le examinaron no pudieron dar una explicación satisfactoria del fenómeno.
Pocas semanas después, en ocasión de estar el padre atacado de risa, se declaró igual enfermedad en su hija mayor, y desde entonces se le repiten los ataques con tal intensidad, que á veces la dura cuatro o cinco horas.
Tras la hija se fueron contagiando todos los individuos de la familia. El muchacho mayor empezó á reirse precisamente en el momento de declararse á una muchacha de quien estaba enamorado, la cual aceptó sus proposiciones y se casó con él. Hoy tiene varios hijos, y todos se ríen á más y mejor como su padre, y precisamente á las horas en que á éste le dan los ataques.
Toda la familia, incluso los nietos, llevan muchos años riéndose, lo cual les da un tono de voz muy raro, y tanto los hombres como las mujeres tienen la misma voz, que es muy semejante á la de una contralto.
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Receta contra los gallos cantores
Si alguno de nuestros lectores tiene un gallinero y en el gallinero tiene un gallo que mucho antes de aparecer la aurora se entrega al
bel canto despertando á su amo con sus repetidos
ki-ki-ri-kíes, puede cortarle los vuelos, o mejor dicho la voz, empleando un sencillísimo procedimiento.
A la hora de retirarse se encierra al gallo y se le pone suspendida sobre la cabeza una tabla. Lo primero que hace cuando se despierta y se dispone a cantar es levantar la cabeza, y si la tabla está suficientemente baja para que se dé con ella en la cabeza, deja de cantar en el acto. Tras de varias tentativas de entonación seguidas de un tropiezo con la tabla, el gallo decidirá dejar el cántico para mejor ocasión, y de este modo podrá dormir tranquilo su amo hasta que, ya cansado de dormir, vaya á dar suelta á la ruidosa gallinácea.
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En Alrededor del Mundo, 21 de septiembre de 1905.