Revista poética Almacén
Por arte de birlibirloque

[Agustín Ijalba]

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El desasosiego

La equivocación es dañina allí donde dejamos que actúe. No caben excusas cuando el error es doliente, nos decimos, cuando nada podemos hacer para rectificar los efectos derivados de una acción equivocada. Y es que unimos los efectos a las causas en una cadena que sorprende por su homogénea claridad. Pensamos, como ensimismados, en los caminos que se nos habrían abierto si hubiéramos escogido tal o cual opción en lugar de la que finalmente escogimos. Y le damos a esa elección un contenido causal excesivo, la elevamos hasta identificarla con el origen, con la causa primera, con la raíz de nuestros males actuales.

Pero hete aquí que la vida sale a la ventana y descorre el velo de la ocultación. Nada acontece con la regularidad que en nuestra fantasía le otorgamos a la memoria de nuestros actos, como si fueran elementos perfectamente ajustados de una obra de arquitectura. Nada tuviste y nada tendrás en un futuro, viene a decirnos. La pretendida unión de nuestras acciones en un hilo discursivo y conductor es una quimera de la razón, tantas veces engañosa. El azar es la melodía que mueve los hilos quebradizos e imprevisibles de la vida. Y el azar, lejos de invocar el caos, puede también llegar a ser armonioso. ¿Qué se lo impide?

¿Por qué, entonces, semejante remordimiento? ¿A qué estaca atamos nuestros recuerdos que nos mortifican con recurrentes estados de desasosiego? ¿Qué nos impide lanzarnos a vivir con la indolencia del primer día, absorbidos por el devenir infalible de las cosas? ¿Por qué no sumergirnos en ese río tantas veces repetido y tantas veces ignorado a lo largo de nuestra historia?

El mecanicismo parece haberse convertido en el marco inevitable de nuestras percepciones: allí donde vemos algo inquirimos sobre su causa. Nada podemos conocer que no derive de algo, y todos nuestros actos están abocados a producir efectos. Parece como si el determinismo más feroz acuñase nuestros pasos. Pero en la deriva se debaten nuestras neuronas, y no dudamos sobre el estupor que nos producen esas acciones equivocadas, esos errores fatales, esas secuencias que nunca debieron suceder pero sucedieron, esos años perdidos, esas cosas no dichas en el momento oportuno, esas palabras que sobraban y debieron ser omitidas, esas malditas y recurrentes aflicciones que nos paralizan como estatuas de sal .

Traigo aquí la imagen bíblica de la mujer de Lot con toda intención —¿no busca acaso mi "intención" producir en el lector un efecto?: recurrimos a todas horas a explicaciones, a justificaciones, a discursos que nos demuestren la verdad de las cosas, como si tratáramos de prevenir que no andamos equivocados—. Con esa imagen bíblica, insisto, pienso una mirada siempre al frente, pienso en la dialéctica como motor de vida, pienso en ese "conocerse conociendo" de nuestra autoconciencia que se desdobla e irrefrenable crece, pienso en Hegel, ¡vaya por Dios!

Y vaya por ese Dios que, al menor descuido, nos abandona desvalidos bajo la intemperie. Pienso en la moral del esclavo, que atenaza los miembros del creyente como siervo necesario en el desarrollo del plan de vida eterna de su señor. Pienso en el cristianismo como lacra insoportable de la cultura occidental, como lastre inmovilizador, como cuello de botella en el que agonizaron y agonizan nuestras mentes, siempre dispuestas a ser culpables, siempre en primera línea de fuego preparadas para la muerte. Muerte disfrazada de pequeños fracasos, de pequeñas deserciones, de errores dolientes o equivocaciones dañinas.

Acudir en rescate de nuestra propia vida es un gesto de rebeldía que ayuda, al menos, a reconocer el origen del problema —¿pero no habíamos quedado en huir de las explicaciones causales?: yo mismo soy víctima de esa contradicción que, lejos de causarme pesadumbre (¡otra vez la causa!), me carga de razones y me da más fuerza en la batalla.

Valga todo esto como efímera disertación de un indolente que quiere seguir siéndolo. No busquéis aquí lo que no podréis encontrar. Doblad la página. O pulsad "atrás" en la pantalla.


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