Revista poética Almacén
Punto de encuentro

[Alfredo Bruñó]

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El encuentro en Batavia

Me gusta el bar Batavia, en la calle Periodista Heriberto Ashe. Algo oscuro, con un letrero de neón azul sobre la puerta de la entrada, en el interior, con el nombre del local, una barra larga de acero, espejos en la contrabarra y en la pared de enfrente, que lo multiplican todo hasta el infinito. En el Batavia uno siempre está tomando un gin tonic innumerable. Para evitar el vértigo, es mejor no mirar, no verse beber tantas copas a la vez.

Los camareros del Batavia llevan chaquetillas de un azul que imita el del neón, pero en opaco; sus trajes, aunque mi descripción parezca negarlo, no son chillones. El porte de los camareros es siempre discreto. Les cuesta interrumpir una conversación. A veces, incluso, les cuesta interrumpir su propia cháchara para atender al cliente. Cuando lo hacen, sin embargo, su atención al detalle, a la perfección del cóctel, obliga a la propina generosa.

Cuando llego, a las siete en punto de la tarde, Carlos Argentino Daneri, poeta bonaerense, ya ocupa un sitio ante una de las siete mesas del Batavia. Los sillones son de escái, simulando piel. Antes de sentarme, el camarero ya está ahí para tomarme el pedido. Daneri toma un ruso negro, yo un manhattan.


Bruñó: Lo suyo con su prima, Beatriz Viterbo, ha dado la vuelta al mundo.

Daneri: Sí. Debe culpar por ello a un escritor resentido, cuyas inficionadas saetas he aprendido a compadecer.

Bruñó: Ha dicho usted en más de una ocasión que ya hoy, viajar es inútil.

Daneri: ¿Para qué hacerlo, si el mundo está al alcance de nuestros dedos? La tecnología le sustraído utilidad al viaje, sobre todo la utilidad religiosa. Ahora la montaña viene a Mahoma, y La Meca es virtual.

Bruñó: Su gran poema, La tierra, un libro realmente extraordinario, trata de eso.

Daneri: Lo trato en el Canto-Prólogo, donde hablo de la nueva era en la que entramos, las posibilidades de este tiempo nuevo, donde el futuro se compone de múltiples futuros, y donde la electrónica suple al esfuerzo físico. La penuria del viaje es innecesaria.

Bruñó: No tiene usted buena relación con la crítica.

Daneri: Los críticos no disponen de metales preciosos ni tampoco de prensas de vapor, laminadores y ácidos sulfúricos para la acuñación de tesoros, pero pueden indicar a los otros el sitio de un tesoro.

Bruñó: O sea, que son como los enanos de la tradición celta.

Daneri: ¡No lo había pensado!, pero sí, me gusta su analogía. Enanos celtas, leprechauns, ¿no?

Bruñó: Aunque algunos no lleguen a saberlo y se limiten a indicar donde no está el oro. De todas maneras, esos mismos le dieron a usted el Premio Nacional.

Daneri: El segundo.

Bruñó: Mejor que nada...


Son las siete y veinte. Un profesor de la universidad hace su aparición junto a mi. Ha venido a llevarse al poeta. Han quedado con gente importante. Nos despedimos. Pido otro manhattan y me miro en el espejo. Sonrío.


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