Revista poética Almacén
Colaboraciones

Islotes subversivos: las luchas necesarias e imposibles

La actual politización de las Universidades, acertadamente denunciada, es atribuida habitualmente a los estudiantes rebeldes, a quienes se acusa de atacar a las Universidades porque éstas constituyen el eslabón más débil en la cadena de poder establecido. Es perfectamente cierto que las Universidades no podrían sobrevivir si desapareciera el “distanciamiento intelectual y la desinteresada búsqueda de la verdad”; y que, lo que resulta aún peor, es improbable que una sociedad civilizada de cualquier clase pueda sobrevivir a la desaparición de estas curiosas instituciones cuya principal función social y política descansa en su imparcialidad y en su independencia de la presión social y del poder político.

El poder y la verdad, ambos perfectamente legítimos por sus propios derechos, son esencialmente fenómenos distintos y su prosecución determina estilos de vida existencialmente diferentes: Zbigniew Brzezinski, en “America in the Technotronic Age” advierte este peligro, pero o se resigna o no se muestra al menos indebidamente alarmado por la perspectiva. La “Tecnotrónica”, cree, nos conducirá a una nueva “supercultura” bajo la guía de los nuevos “intelectuales orientados a la organización e inclinados a la aplicación” 1. Pues bien, es mucho más probable que esta nueva raza de intelectuales, anteriormente denominados tecnócratas, nos conduzca a una época de tiranía y de profunda esterilidad.

Sea como fuere, lo cierto es que la politización de las Universidades por el movimiento estudiantil fue precedida por la politización de las Universidades por los poderes establecidos. Los hechos son sobradamente conocidos como para que sea necesario subrayarlos.

Pretender que la Universidad es el “cerebro de la sociedad” o de la estructura de poder es un disparate peligroso y arrogante, aunque fuera sólo por el hecho de que la sociedad no es un “cuerpo”, y menos aún, un cuerpo sin cerebro.

Para evitar equívocos: sería una locura que los estudiantes destrozaran las Universidades (aunque son los únicos que podrían hacerlo efectivamente, por la simple razón de que cuentan en su favor con el número, y por eso con el verdadero poder) porque el campus constituye no sólo su base real sino la única posible. “Sin la Universidad, no habría estudiantes”. Pero las Universidades seguirán siendo una base para los estudiantes sólo mientras proporcionen el único lugar en la sociedad donde el poder no tenga la última palabra, pese a todas las perversiones e hipocresías en contra. En la actual situación existe el peligro de que o bien los estudiantes, o bien, como en Berkeley, el poder que sea, enloquezcan; si esto sucediera, los jóvenes rebeldes habrían hilado una fibra más en lo que se ha denominado certeramente “la trama del desastre”.

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1 Véase el análisis crítico de Noam Chomsky “Objetivity and Liberal Scholarship”..


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