Gael Ventín me pide que cuente aquí una historia y yo, que soy obediente (o lo simulo) le hago caso y escribo. Gael Ventín me pide por favor que no diga si es hombre o es mujer y, como la ambigüedad de su nombre asiste su deseo, sigo haciéndole caso y escribiéndo(le). Espero que no le parezca mal que desvele, en cambio, su identidad inequívocamente pelirroja. Creo que las personas de pelo rojo, desde Judas a Mary Laurent, pasando por la Dánae de Klimt y la Pentesilea de von Kleist, dejan en quienes las conocen una huella de fuego. Cuando se despiden, o lastiman, la llama palidece y se hace azul ¾tan bella como fría. Pero el azul, que por algo es sublime, enseguida se esfuma. Lo que verdaderamente cala el alma es el calor del fuego, no su forma.
Por desgracia, la naturaleza no me hizo pelirroja, así que a veces me tiño el pelo para intentar parecerme más a mí. También Gael, por ejemplo, asegura ser libra, a pesar de haber nacido en mayo riguroso. Yo, que como saben me tomo muy en serio esto de los signos zodiacales, insisto en que, se ponga como se ponga, todos los nacidos antes del 21 de mayo son tauro, es decir bravos y cabezones. Pero empiezo a sospechar que Gael lleva razón, y que el frágil puente levadizo (¿o más bien colgante?) que comunica las vigilias y los sueños describe un recorrido de doble dirección. Tal vez sea posible caminar del deseo a los días, y no sólo al revés. O, al menos, intentarlo.
Una de las infinitas razones por las que empecé a querer a Gael Ventín es por lo mucho que viaja. Cuando vuelve, me hace la crónica detallada de sus aventuras y, a través de sus palabras, y sobre todo de su voz de valle fértil, yo, que soy más bien pobre, puedo costearme los destinos turísticos más lujosos. Mi último puente aéreo (la palabra es el aire) me llevó hasta Madrid. De noche, paseando por un mercado, sus pasos dieron con las ruinas heladas de una pescadería. Admiró con detenimiento aquellos restos: cajones de nogal que fueron lechos, escamas de metal que adornaran las branquias de un pez vivo, agua ya apenas fría, sin almidón las sábanas de escarcha, olor a sal de yodo, redes de color vino y katiuskas.
Gael siguió avanzando, flanqueada por la imaginación, que es una criatura marina, y empezó a adornar con peces invisibles las dos largas hileras de mostradores abandonados que se extendían ante sus ojos. Hasta que, de pronto, apareció el cangrejo. Al principio no lo vio, porque era muy pequeño, pero en su dificultoso viaje lateral —yerran completamente los que dicen que los cangrejos andamos hacia atrás; lo que hacemos, más bien, es dudar y dar vueltas sobre nosotros mismos— el cangrejo había alcanzado el centro, y se encontraba justo a los pies de Gael Ventín, equidistante de las dos orillas del mercado.
Gael me habló de la emoción con la que asistió a la gesta heroica del pequeño cangrejo, milagroso superviviente del bullicio mañanero que devora, como una marea negra, todo cuanto comienza prometiendo. Enseguida se me ocurrió comparalo con Cárcino, su antepasado mitológico, a quien, por catasterismo, Jano —dios de las encrucijadas, de la cara y la cruz, advocación pagana de este enero que aún añora diciembre pero ya desea febrero— transfiguró en la constelación de cáncer. Cárcino vivía en un pantano de Lerna, y se había hecho amigo de la célebre hidra contra la que luchó Heracles. Antes de que el héroe le diese muerte, el cangrejo intentó trabarle el talón y, como era de esperar, murió aplastado por su pie. Parece que los semidioses usan un número alto de calzado, y las pinzas diminutas de un cangrejo poco pueden hacer contra un talón que no sea el de Aquiles. Pero a mí siempre me conmovió el amor del cangrejo por la hidra sanguinaria, de múltiples cabezas y ningún corazón.
También Gael, que en virtud de este cuento no es ni hombre ni es mujer —y que, por no ser, ni tan siquiera es el nombre que le he dado— se convierte, para la hidra que a veces me devora por dentro, en su cangrejo fiel. Libra de mayo, apátrida y valiente, hace su nido en cualquier cajón de hielo, y siempre me deshace la escarcha de la sangre.
me gustaria saber que significa el nombre de gael espero respueta gracias
Comentado por arturo amador el 15 de Febrero de 2003 a las 09:58 PMTambien me gustarìa saber el significado del nombre Gael, creo que es de origen indigena
Comentado por Paula el 28 de Mayo de 2003 a las 12:20 AMMe gustaria saber el nombre De Gael debido a q mi hijo se llama asi
Gracias, Edith Lizeth
Comentado por Edith el 12 de Julio de 2003 a las 12:41 AMmi hijo se llama gael y me gustaria saber que significa
Comentado por gael el 25 de Julio de 2003 a las 09:09 PMCuando es el Santo de Gael?
Comentado por Tieta el 7 de Agosto de 2003 a las 05:01 PMA mi bebe le puse el nombre de Gael, pero que significa.
Comentado por alejandra el 10 de Agosto de 2003 a las 07:05 AM Que significa Gael
Soy otra mamá mas que le puso Gael a su hijo por favor me podrian decir que significa ya me canse de buscar y no encuentro nada
Comentado por brenda el 29 de Septiembre de 2003 a las 11:02 PMmi bebé se llama gael pero lo he buscado por todas partes y no sé que significa por favor ayudame a saber que significa
Comentado por jacqueline el 1 de Noviembre de 2003 a las 06:12 PMvoy a tener un bebe y se va a llamar gael. me gustaria saber que significado tiene ese nombre y de donde procede. gracias
Comentado por rebeca el 28 de Diciembre de 2003 a las 10:37 PMmi bebe se llama gaël nacio el 27 de marzo del 2003 y me gustaria ampliar el significado de su nombre tengo informacion , pero si alguien pudiese ampliarla se los agradecere desde ya muchas gracias mariela
Comentado por mariela el 17 de Febrero de 2004 a las 09:00 PMMe gusta el nombre de Gael pero antes de llamar asi a mi bebe quisiera saber su significado y origen, si alguien me puede dar informacion se lo agradecere
Comentado por Bere el 10 de Marzo de 2004 a las 02:21 AMGael... non podía ser de outra forma
Marognito guapo...
Precioso relato, snifff
Bicos fortes
Comentado por ◘ real_falafel ◘ el 5 de Abril de 2004 a las 12:17 PM