Hemos quedado séptimos. ¿Podía ocurrir algo mejor? Quedar últimos. ¡ÚLTIMOS! Nuestro verdadero merecido.
A mí me gusta que me den mi merecido, de vez en cuando. Algunas de vosotras os reiréis, lo cual esté de puta madre, pero luego no lloréis, no vengáis con que os merecíais tal o cual premio y se lo han dado a otra, menos valiosa, un puesto en la administración pública, quizá. Si todos somos aspirantes a lo que nos merecemos, no monserguemos cuando nos den nuestro merecido. Fin de la monserga.
Ahora de lo que voy a hablar. (Y esto es hablado, queridas amigas personas lectoras, porque un servidor vuestro posee un ordenata con reconocimiento de voz. Tenéis que pillaros uno, es mejor que un perro. Que una vez dicho lo que tenía que decir, le pegue un retocón al texto para excluir de la benemérita blancura paginal mancillada por la palabra todas mis carcajadas, pedos, animaciones a la lectura y otras incivilidades del buen nacer, eso ya es anader zing.
Como decía, voy a hablar de... ¿lo adivináis? ¡Claro que sí! De la esclavitud.
Y me refiero a la esclavitud sexual de las televisiones frente a la turgente Operación Triunfo. No os riáis. ¿Cuántas pajas os habéis hecho pensando en Nina, eh, queridas amigas? Más que yo, seguro. Que a las televisiones les guste jugar al bondage sadomaso con Operación Triunfo a mí no pone.
Debería decir Choppedación Triunfo. Porque ese engendro de la Trinca no nos da ni morcilla, aunque sí nos da siempre nuestro merecido, que es libra y media de chopped, ese embutido de los campeones. ¡Qué bien nos han trincado los de la Trinca, hoy tan teleproductores, ellos!
Esclavitud sexual. Nos merecemos ser los esclavos sexuales de Choppedación Triunfo, pero no nos merecemos ni una corrida, ni siquiera un ligero espasmo de placer. Lo que nos merecemos es que nos peguen. ¡ESE ES NUESTRO MERECIDO!
Vale, ¡VALE! Voy al grano en la cara que nos ha salido a todos al quedar séptimos (y no últimos como en nuestro más interno régimen foral deseábamos). La pregunta clave es: ¿NO OS PONE, NO OS SUPERPONE, VER CÓMO TODO, TODO EL PERSONAL TELEVISIBLE SE ARRODILLA Y PONE ESA BOQUITA DE NO SÉ QUÉ PARA COMERSE EL CHOPPED PERO QUE BIEN RECOMIDITO? ¿Que no quede ni una gota?
Boris Izaguirre se vistió de Masiel. ¿DÓNDE ESTÁ MI LÁTIGO? ¿Y mi ropilla de cuero negro? Es lo que nos merecemos. Boris, con su estampa de niña bien sesentera (hoy sesentona) y cantarina, con tremenda melena en las ancas, nos ha dado nuestro merecido, nuestro chopped neurosexual entre dos rebanadas de pan de molde fabricado exclusivamente con preservativos (de los alimentarios, no de los que estáis pensando, aunque, para recibir lo que uno se merece, ya se sabe, todo vale).
La VERGAD es que yo le había perdido el respeto al Izaguirre, y ahora se lo voy a tener que volver a perder.
Me gustó, por encima de todas las cosas que se pueden comer, incluidas las hostias, que los telediarios, tan repetitivos, pobrecitos, como el ajo, estuviesen tan atentos a los movimientos tácticos de la cuadrilla de perdedores en su regreso de Tallin. Tuvieron que huir por una trampilla lateral del aeropuerto de Barcelona, los que no fueron capaces de darnos nuestro bien merecido merecido quedar primeros ni últimos, que es lo único que se puede quedar en Eurofricción, la competición musical (sic) más morcillona de nuestro feliz y blindado subcontinente.
(¿Qué significa eso de MÁS morcillona? Ni yo mismo, jamás aquejado de esa condición sexual, puedo daros vuestro merecido, la respuesta a tan diáfana pregunta).
Y los telediarios estaban en ello porque, en realidad, no había nada serio de qué hablar. El chopped es para todos. En ello estaba, sin embargo (a Cuba, por ejemplo), no sólo los telediarios, sino los teletodos, todos los de la tele, con su triunfalismo chafa, su no pasa nada y sus errores de depilación. Es lo mismo que con la Selección. Mucho cuento, mucho auge, mucha euforia, pero siempre quedamos séptimos, no últimos, como es nuestro merecido. Incluso se habla de que estos que están en Corea han comido perro y todo.
Bueno, ya estoy aburrido de hablar de esto. Menos mal que hemos llegado al final de otra feliz columna. Sólo me queda decir que deseo de todo corazón que os den vuestro merecido siempre que os lo merezcáis. Y si no os lo merecéis, guardadme un poquito.