¿Qué tengo que hacer, salir a la puta calle con las manos pintadas de blanco? ¡BASTA YA! Estoy hasta los testículos de que la dirección de Almacén se aparezca por mis más que sagrados dominios y me diga lo que tengo que hacer cada vez que se les ocurre lo que tengo que hacer. Normalmente el culpable de este tipo de infamias es Taracido, pero esta vez ha sido Colom, y lo que me jode de que sea Colom es que Colom sabe donde vivo. Eso quiere decir que no sólo me jode por email, que no sólo me extirpa de mi paz espiritual por teléfono, que no sólo me atosiga por carta con sellos del rey, sucesor de Franco, y todo, sino que también tiene la desfachatez, el muy mamilas, de invitarme a comer, involucrarme en su interesantísima conversación y luego, con los cafés, sugerirme el tema de MI columna. Será enanito verde del bosque, el cabrón.
Bien, esa ha sido la diatriba de hoy. El tema sugerido a la fuerza por las fuerzas vivas de Almacén es la columna del Defensor del Lector de un diario cuyo nombre me niego a recordar, aparecida el 23 de diciembre del año que acaba de estirar la pata (para los pobres de espíritu internáutico, hay un enlace en el Libro de Notas). El susodicho articulito de los cohones va sobre el uso del lenguaje malsonante. NO ME JODAS, le susurré a Colom. Y el cabrito suelta que como yo utilizo el lenguaje que utilizo, pues que debería responder. YO ESCRIBO DE TELEVISIÓN Y NO DE CHORRADAS, volví a susurrar. Pero Colom había hecho los deberes: en el artículo se habla de la tele. Así que ahí os va: Cabana pontifica sobre el lenguaje malsonante.
Para empezar, el autor del artículo no puede existir, no puede ser cierto, no puede ser: NO con un nombre como Camilo Valdecantos. Porque ¿esto qué es?, ¿un culebrón venezolano?
Habiendo establecido científicamente la inexistencia física o espiritual del autor del artículo, entremos en materia. Hay un librito que serpentea por ahí, dejando su huella, su mancha sospechosa en las sábanas de lino de todo aspirante a periodista, que se llama Libro de estilo y que publica el susodicho diario independiente de la mañana. ¿Y qué será ese librillo?, se preguntarán las inocentes personas lectoras. Pues nada más y nada más, queridas amigas personas lectoras, que el más sutil instrumento de censura Y autocensura ideado desde que nuestro más febril que fabril universo-país inició su andadura (pre)democrática hace la friolera de un cuarto de siglo. Ellos mismos lo admiten: El librillo “no sólo es un código interno de actuación profesional, sino que su difusión supone un compromiso público ante los lectores, muchos de los cuales lo conocen y lo invocan”. O sea que hay un manualillo moralista flotando por las paradas de libros de lance que existen en toda ciudad digna del nombre, donde se explica cómo se deben decir las cosas. Y no sólo nos censuramos nosotros, sino que hemos federado a nuestros lectores como censores amateurs. ¿A qué os recuerda eso? Y más, ¿en qué colegio de señoritas estudió esta gente?
Ellos mismos se cuelgan del gaznate (gaznate, con todo y ser palabra tan fea, ¿se considera malsonante?): “Las expresiones vulgares, obscenas o blasfemas están prohibidas”. ¿Hablar de Aznar no está prohibido?
Cualquier papahostias (¿malsonante?) sabe que cuando se empieza a pedir decoro, a reclamar bondad en las costumbres, maneras en la mesa y uñas limpias para meterse el dedo en la nariz, es que no hay nada más urgente en nuestra agenda que ir a comer a casa de mamá hoy al mediodía. Como el mundo no está apunto de hacer su gira mundial y triunfal por la zona con denominación de origen conocida como el Intestino Grueso y su producto más famoso, la mierda (¿malsonante?), nos entretenemos en requerir cortésmente de los demás hijos de puta (¿malsonante?) que no podemos controlar, que nos tengan un poquito de consideración. No vaya a ser que se nos desarticule el aparato auditivo y tengamos que hacer seis meses de cola para que nos reciba el otorrinolaringólogo de la Sanidad Pública. Como todo estudiante de la ESO (nombre significativo (¿malsonante?)) debería saber, la respuesta reglamentaria del héroe Nietzsche a la petición de un poquito de consideración es: ¡NO ME JODAS! (¿malsonante?). Para el héroe Nietzsche dicha petición era señal explicitísima de pobreza de espíritu, debilidad coronaria, delgadez sanguínea, estrechez pituitaria, y cerrazón rectal, por lo menos de salida, lo cual, sabemos, atrae el cáncer como la mierda (¿malsonante?) a las moscas, lo cual, seguimos sabiendo, no es buena idea. A menos de que nos apetezca una infinidad infinita cagar (¿malsonante?) en una bolsita el resto de nuestros días, tal y como disfrutan el fabuloso mártir derechista, Ronald Reagan (¿malsonante?), y el increíble pero cierto líder integrista cristiano, JPII (siglas que utiliza su organización terrorista para referirse a él en los documentos internos).
Es un secreto secretísimo que la censura provoca cosas interesantísimas. Por ejemplo, en la Plaza de la Virgen, o como dicen los herederos del NO-DO, en la valenciana Plaza de la Virgen, hay una fuente-monumento al río Turia (hoy seco) y a sus siete afluentes. Turia es un tío enorme en pelotas en posición de estar viendo una peli tirado en la cama. A su alrededor, los afluentes son siete chavalas de preciosas tetitas apenas púberes. ¿Quién lo adivina? ¡Claro! Es una fuente-monumento dedicada a la pederastia y el toqueteo de menores. Where else but Valencia, queridas amigas. Resulta que las afluentes originales iban a ser, originalmente, unas señoras mujeres, todas esculpidas del natural, con sus tetas impresionantes y sus caderas de no veas. (Por cierto, que los cánones de belleza actuales han prohibido terminantemente el uso de caderas por las chavalas y las mujeres, que no por el resto de seres femeninos, muy a mi pesar. Suerte que mi chavala me quiere y tiene y me las deja tocar de vez en cuando). Bien. ¿En qué iba? Sí. Pues las afluentes iban a ser la envidia fallera del saliveo mundial... hasta que intervinieron los curas. Claro, vieron las maquetas y a más de uno hubo que llevarlo al hospital de La Fe (así se llama, cierto pero increíble, ¿no?) con un tremendo ataque de priapismo que hizo las delicias (sólo de vista, por lo que tengo entendido) de más y más de una enfermera. Así que observado el peligro para la salud púbica y moral de Valencia y el mundo, consultaron en su Libro de estilo y decidieron censurar tetas y caderas, sacando así lo que ya dije: un monumento a lo que está prohibido.
Ahora vuelvo al artículo que he sido obligado, bajo amenaza de terminación de contrato, a discutir. ¿Alguna de vosotras, amadas personas lectoras, se ha detenido alguna vez a leer los anuncios de sexo por palabras del periódico que hoy nos nubla el pensamiento? No ¿verdad? Ni yo, aunque mi única y desvalida excusa es que no leo periódicos. Pero resulta que hay un lector de Cáceres que, NATURALMENTE, no desea que se le identifique, no lo vaya a castigar sin postre su mamaíta, escribe al trapo antes mencionado para reclamar por un anuncio de sexo duro que el considera ¿qué? pues sí, malsonante. Yo lo reproduzco entero por la única y expresa razón de que no tengáis que cambiar de canal para echarle un vistazo y apuntaros el número. Ahí va: “COJA. Pero muy morbosa. Pequeña deformación pélvica. Pago yo. 130 pesetas minuto.” ABSOLUTAMENTE GENIAL. ¿O sea que lo reproducen y quien no lo hubiera leído nunca ahora tiene ocasión de leerlo? ¿Cómo es una cita vale reproducirlo? Su Librillo de papel de fumar estilo dice que sí. DE PUTA MADRE (¿malsonante?).
Ahora yo os voy a regalar con unos cuantos anuncios más, aparecidos en la versión valenciana del mismo periódico el 28 de septiembre. (Es el único ejemplar que encontré, debajo de un montón de papelotes y libros; al parecer y con la peor de las intenciones algún visitante al palacete se lo dejó; no habrás sido tú, ¿verdad Ijalba? Eres un pervertido). Vamos a ver: (1) Abanícamelo. Supercalientes; (2) ABUELA complaciente, viciosa, necesito sexo. 119 pesetas minuto; (3) AMA de cría. Adultos. 118 pesetas minuto; (4) BOMBONAS de 140. Cubana gratis. 112 pestas minuto; (5) PERRAS Muy ardientes, 142 pesetas minuto.
Al parecer en Cáceres y en El Pais (¿malsonante?) todo esto está de puta madre (¿malsonante?), pero no que alguien se lo monte, aunque sea por teléfono, con alguien que disfruta de alguna anomalía física. Eso es discriminación contra los discapacitados. ¡Qué intervenga la ONCE! Al de Cáceres el anuncio le produjo “estupor y repugnancia”. Al parecer a Camilo y al jefe de publicidad, luego de leérselo varias veces, y no sé si llamar otras cuantas, también. A mí, personalmente, que es la única mente, me hace mucha, pero que mucha gracia, lo del Ama de cría. Así que mientras me gasto el sueldo en la llamada, podéis recorrer el resto del Almacén y venir a verme la próxima quincena.
Feliz resaca y subsiguiente cuesta de enero.
Y que sea la última vez que hago un puto (¿malsonante?) artículo por encargo (¿malsonante?).