El viernes 12 dieron la Gala de la Hispanidad por Telecinco. ¿Alguien la vio, por lo menos en parte? Me refiero a personas que no van de vacaciones con el Imserso, evidentemente. Reformulo: ¿Alguien en edad de currar se sentó delante de la caja lista a ver la Gala de la Hispanidad? ¡Hola! ¿Hay alguien ahí?
Yo sé que mi obligación como crítico es chuparme la puta Gala entera y luego venir a estas celebres páginas a contároslo todo. Pero mi fragilidad emocional y espiritual no lo permite. ¿Qué vais a hacer? ¿Despedirme?
La han estado anunciando toda la semana. Cada vez que sale el anuncio, yo hago una broma estúpida, que son las que más me gustan, evidentemente. Sale el anuncio y yo le digo a mi chavala: “Oye, iba yo el otro día por la calle y de repente pisé algo, no veas qué asco, era una Gala de la Hipanidad.” Cosas de esas. No hay nada mejor que el humor para llevarse bien con la pareja.
Llega el gran día y miro en el periódico a ver a que hora sueltan la bicha. ¡No la encuentro! Yo miro y miro el horario de la Primera y nada, ni rastro de la Gala. ¿Qué pasa, la habrán suspendido por falta de cuórum? ¿O para no provocar la ira de los que ya sabemos? ¿No será que Trillo la suspendería por razones de seguridad nacional? En medio de mi absoluto desconcierto aparece mi pareja y dice simplemente, con esa calma que yo a menudo envidio: “La echan por Telecinco”. ¡Casi me arranca los calzoncillos del susto, lo juro! ¿Telecinco? ¿TELECINCO? ¿Qué pasa, que Telecinco vuelve a sus orígenes?
Más tarde, mientras hago las palomitas para la Gala, pienso (es un decir): ¿Telecinco y no la Primera? Se me queman las palomitas. (Aquí debo informar a la persona lectora que mi ajuar no incluye horno de microondas, que por lo tanto no puedo hacer palomitas prefabricadas como el resto de la humanidad, sino que las tengo que hacer con una olla de aluminio, con aceite, y que tengo que vigilarlas muy de cerca para que no se quemen, ¿queda claro?)
Por fin llega la hora de la Gala. Y me olvido. Me he puesto a limpiar los desperfectos causados por la incineración de las palomitas, y decido darle un repaso al resto de la cocina. Quizá se trata una especie de resistencia psicotécnica. No lo sé. Lo único que recuerdo de aquel momento es que mi chavala me llama cada dos minutos para avisarme que la Gala ya ha comenzado. Puedo haber limpiado toda la casa, no lo recuerdo. Lo que sí recuerdo es que llega un momento en que no me queda nada por hacer y me acerco a la tele.
Mi chavala está haciendo una de las suyas. Tiene la sana costumbre de apoltronarse con todos sus papeles y archivos y ponerse a currar con la tele encendida. En esta ocasión, lo que hay en la tele es la Gala. Yo quiero escurrirme de nuevo, pero no me deja. ¿No querías ver esto para escribir en Almacén? Y yo grito: “NO, NO QUIERO, NO PODÉIS OBLIGARME, SOY UN SER LIBRE EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA Y NADIE PUEDE OBLIGARME A VER LA GALA DE LA HISPANIDAD”. Y me siento a ver la Gala de la Hipanidad.
No puedo haber hecho nada peor. En ese momento sale Enrique Iglesias. No es que me caiga mal, ni nada. Simplemente no lo soporto. Ver a E.I. es como hacer el Camino de Santiago con zapatos de charol, muy apretados y puestos al revés. Pero ahí está el tío, y ahí está mi obligación de verlo para luego contároslo todo.
Entonces ocurre lo que indujo la crisis. Debo hablar con mi abogado sobre esto. El mamón se puso a cantar en inglés. EN INGLÉS.
¿QUÉ CLASE DE GALA DE LA HISPANIDAD ES ESTA DONDE SALE UN TÍO QUE VIVE EN MIAMI CANTANDO EN UNA LENGUA ENEMIGA?
Esto no es una Gala de la Hipanidad, es una Gala de la Espanglishidad.
Es tal la ira que me posee que mi chavala tiene que pedir ayuda a los vecinos. Entre los diecisiete me atan. Me obligan a tomar la medicación. Doble.
Hoy, dos días después, os cuento lo que para mí fue la Gala de la Hispanidad. Digo lo que tengo que decir, la verdad. Fue impresionante, increíble, una belleza de Gala. Felicidades Telecinco.