Vale. Buenas tardes. ¿Ya puedo hablar? Vale. Pues es agosto y en la tele no dan nada. Como esta es mi primera columna en Almacén, voy a hablarles de la primera de Televisión Española. Por si no se habían dado cuenta, esta columna va sobre la tele. Bien, pues por la primera sale un idiota que es novio de su televisor. Me extraña que no salga cantando el himno de la legión ligeramente modificado para usos comerciales: SOY EL NOVIO DEL LA TELE-E-E-E-E. Pero lo que yo me hago son preguntas realmente transcendentales. Por ejemplo, si el imbécil ese es novio de una tele, ¿por donde se la mete? ¿Su relación es estrictamente platónica, o él ha ido a un hospital público a que le acoplen un euroconector en lugar de la pilila, totalmente gratis? Y también, ¿Cómo es que todavía no se ha electrocutado el tío? Eso es algo que me gustaría ver: televisión de verdad, joder, sexo y violencia. Imagínense el escenario: un tío se enamora de su televisor; se van a la playa juntos, nadan toman el sol, comen paella de aquaplast, etc. Lo mismo que hacemos el resto de los que un día nos vamos a morir. Por la noche suben a la habitación y el tío empieza a acariciar a la tele, se pone caliente y al cabo de un rato le enchufa el euroconector. ¿No sería precioso que justo a la hora de la verdadera verdad la tele le soltara un calambrazo de esos de llegar a la luna antes que Armstrong? Y otra pregunta crucial que se me ocurre, ¿cómo es que la tele no pesa nada? Esa es la que más me agobia, tanto que desde hace semanas me cuesta millones de dólares quedarme dormido. Y no es cosa de echarle la culpa a la calor.
Además, ¿cómo es que nadie ha llamado al loquero? ¿Cómo es que nadie ha metido a todo el departamento de publicidad de TVE en dicha noble institución? Pero nada más como venganza, no porque haya que curarlos de nada que no hayan pillado de vacaciones en Cuba.
Otra pregunta es, ¿Para esto pago mis impuestos? ¿Es esto un complot del Gobierno para convencernos de que ya no puede ocurrir nada peor en TVE y que por lo tanto la vamos a privatizar, para que sí ocurra lo peor? Lo peor sería que se Antenatresase. La verdad es que puede ocurrirle a cualquiera. ¿No lo había usted pensado? Si usted fuese una cadena de televisión, ¿a cuál se parecería? Joder, YO no lo había pensado. Creo que me aguarda otra noche de insomnio. Anteanoche tenía tanto insomnio con la movida del peso real del televisor-novio del idiota ese de la primera, que me puse a sorber una copita, a ver si me relajaba, y acabé tirado en el suelo de la cocina, completamente inconsciente. Por lo menos hasta que me despertaron los gritos del vecino diciéndole a su quinceañera que limpiara el váter antes de largarse a la playa o algo por el estilo. Y todavía me queda un ligero dolorcillo de cabeza de esos que se instalan en una rendija recóndita del disco duro y no hay aspirina que la desaloje.
Mi programa favorito de verano es Grand Prix. Es la puritita y absoluta verdad, lo juro sobre el cuerpo incorrupto de cualquiera de ustedes. Lo que más me gusta es cuando juegan a los bolos. Unos del equipo contrario se disfrazan de bolos gordos; hay una bola que cuelga de un hilo, igual que la propia sanidad mental de quien esto esté leyendo; hay un jugador con los ojos vendados que tiene que coger la susodicha bola y lanzársela a los oponentes bolos, a ver si les da y los desnuca, por lo tanto eliminándolos; y hay otra persona con los ojos sin vendar que le dice al de los ojos vendados dónde cogno está la bola de los cojóuns. Me encanta que la persona de las instrucciones siempre se equivoque de lado: ¡A LA DERECHA! Y el tío sale corriendo a la derecha: ¡NO, NO, A LA IZQUIERDA! ¡MAS ATRÁS! ¡NO, HACIA ADELANTE! La típica animadora de hotel de playa enseñando a bailar break a una panda de ancianos.
Deberían de echar Grand Prix todos los días, pero con pruebas realmente letales. Por ejemplo: a ver quién puede atravesar un incidente de kale borroka, gritando siempre: ¡ARRIBA ESPAÑA, MAMONES!, sin que le prendan fuego. O quien es el primero que pilla una cerbatana y le lanza un dardo con curare al Ramón ese que hace de presentador del programa y lo borra de la Seguridad Social. Para llegar hasta la cerbatana, sin embargo, primero hay que disfrazarse de caníbal amazónico, pedir ayuda a una ONG de defensa del medio ambiente, obligar a George Bush Jr. a firmar el tratado de Kyoto y hundir un barco ballenero japonés sin que el alcalde de su pueblo tenga que pedir oficialmente disculpas a los familiares de los marineros asesinos de ballenas para usos exclusivamente científicos muertos. Luego tiene que tapar el agujero de la capa de ozono, volver a congelar la Antártida (para lo cual mi frigorífico está disponible: si todos ponemos nuestro granito de sal, o cubito de hielo, seguro que lo conseguimos— ¡ANIMO!). Eso son pruebas, y no mamadas.
Pasándome a la Otra de Televisión Española, tampoco estaría mal cambiarle ligeramente el enfoque a Al Filo de lo Imposible. ¿A quién le importa que vayas y subas el everest vestido en todas tus galas del difunto? Ese programa es como el anuncio del coche donde un anciano trata de ser el primero en llegar al Polo Norte vestido de folklórica y con todo el elenco de Crónicas Marcianas atado y amordazado en el maletero. Se me ocurre algo muchíííísimo más interesante: un espacio en donde los presentadores del telediario de la primera tengan que decir la verdad y contar todos los chanchullos que hay en la politiquilla de nuestro país. Eso sí que es un deporte de riesgo, y no lo de tirarse de un avión sin paracaídas y con una cámara de televisión de los años 50 encajada entre las galtas del objeto cagador bien identificado, conocido de aquí en adelante como OCBI. (Joder, me meto en el Diccionario de la Real Academia, de aquí en adelante conocido como el DRAE, para ver si galta existe en el espánglish que es hoy nuestra lengua y me encuentro con una bella palabra, hasta ahora desconocida para mí: guarrilla. Voy a explicar las dos. Galta es mejilla en catalán, y me suena mejor decir galta del OCBI, que simplemente nalgas o culo, palabras que por su excesiva utilización en el común de los días han ido perdiendo puntos en el índice de utilidad a la hora de cagarse en todo. Guarrilla, no es lo que ustedes quieren que sea, ni siquiera lo que algunos de ustedes quieren ser; guarrilla es, y cito, una “especie de águila pequeña”).
Bien, ¿En qué iba? Ah sí, lo de los deportes de riesgo. Ya me imagino al Urdaci diciendo que el PP y sus amigos, después de tanto predicar sobre el liberalismo y todas las virtudes de esos nombres que sirven para camuflar las distintas modalidades del hurto legal, le están birlando la pasta a los pequeños inversores, gente inocente que vieron en la bolsa la gran oportunidad de subirse al carro de la riqueza impune (al que yo también me quiero subir) y se vieron obligados a apearse para empujar, ahora que la cuesta se pone dura y alguien se ha llevado el caballo (el que tiraba del carro, quiero decir) sin que nadie se diera cuenta. Y que lo diga con estas mismas palabras, a ver cuanto tiempo tarda en hinchar las listas del paro.
Bueno, creo que esta es mi diatriba por hoy. La próxima quincena, aquí mismo, en Almacén, les hablaré de un tema que aún desconozco. Nos vemos.