Podríamos decir que un bit y una neurona son las unidades mínimas de los procesadores de las máquinas y de los humanos respectivamente. Desde su extrema pequeñez ambos son soporte hoy en día de las dos entidades más poderosas del planeta tierra: el hombre y la computadora. La superioridad actual del primero sobre la segunda se reduce al, llamémosle así, razonamiento sensible: un ordenador no piensa más allá de lo que le permite el programador que lo ha creado, siempre humano. Las primeras máquinas creadas por el hombre eran meros sustitutos para determinadas funciones engorrosas o poco productivas, pero poco a poco éstas fueron adquiriendo capacidades imposibles para el humano. Atentos a este avance, el hombre ha fabulado sobre esta evolución, poniendo en tela de juicio su final y , sobre todo, quién sobrevivirá de entre el homo sapiens y la máquina.
Pierre Jaquet-Drotz (Francia, 1721-1790), relojero y hacedor de autómatas a quién Fernando VI le compró unos cuantos, construyó el famoso Pierrot écrivain, ser mecánico que escribía una carta infinita. Sorprendido él mismo de su obra, escribió un relato en el que los autómatas lograban independizarse de su creador y con una aterradora mezcla de mente viva y artificio se hacían los amos de la tierra condenando al hombre a ser una raza de mecánicos-constructores de la nueva y metálica estirpe.
El cine hizo el resto: Metrópolis, Tiempos Modernos y, sobre todo, 2001: Una Odisea en el espacio: Hal 9000 fue la primera computadora con instinto de supervivencia. Ahora, Matrix aporta una nueva visión: los humanos nos veremos reducidos a la condición de esclavos destinados a surtir de energía a la nueva raza que poblará la tierra: los ordenadores, las máquinas; el anuncio de una sociedad futura en que el silicio vencerá a la carne demostrando que la Inteligencia Artificial que por ahora sólo es un término cargado de futuro suplirá al cerebro neuronal en la escala de la evolución. El paso intermedio estará en el Hombre Biónico, hecho medias de carne y chips que mejorarán nuestros múltiples defectos. Quizás las primeras aplicaciones de esto vendrán con el ajedrez, donde el cerebro ya se ayuda de máquinas externas para manejar datos imposibles de abarcar para una mente humana.
Francisco Serradilla aportaba una visión interesante en su relato De las imposibles relaciones entre mente y cerebro: allí se deja entrever una sociedad futura en la que el hombre se reduce a unos restos arqueológicos y que ahora rige una nueva especie: las máquinas. No se acierta a saber si el hombre se autodestruyó o si fueron las máquinas quienes en los primeros tiempos de la nueva era se hicieron con el poder y los exterminaron.
Todo apunta a ello: si se reconoce abiertamente que el mundo de la robótica sólo está empezando a desarrollarse y las capacidades de cualquier ordenador doméstico no eran ni imaginables hace 40 años, ¿qué no hará una máquina en el siglo XXV? Decir que la Inteligencia Artificial no podrá nunca superar a un cerebro humano es caer en la más infantil de las visiones antropocéntricas.
Sin embargo, hay algo que no me cuadra en todas esas visiones de mundos futuros en que las máquinas sobreviven al hombre e incluso se imponen como raza: el misterio. El hombre vive porque no sabe: de dónde viene, dónde acaba, cómo. Una máquina o lo sabrá todo o carecerá del instinto necesario para hacerse preguntas sin respuesta porque su inteligencia le negará las paradojas. Y sin instinto de supervivencia, sin el aliciente de responder preguntas, sin la angustia de no saber dónde, ni cuándo ni cómo, ¿por qué vivir? ¿por qué obsesionarse con mantener una raza? ¿cuáles serían las motivaciones de una máquina?
¿Suicidio?
los hombres , todo lo hacemos, el sexo, amor, el negocio, la guerra y...
una máquina podra adorar a pascal?
sería algo asi como aceptar que evolucionaron de la raza humana y buscarán (si se da el caso) evolucionar. eso pasa con ntra raza evolucionar para dejar atraz al mugrosa mono.
... la vida se abre paso... la muerte la espera anciosa
único seguro en la vida es la muerte