El libro es cosa pequeña. Un objeto aparentemente inútil, duro, portable y almacenable. Está formado por hojas que, a la sensibilidad humana, solo presentan dos dimensiones, pero que, acumuladas en el Libro adquieren la tercera. Del mismo modo, las letras, las palabras que llenan las hojas, carecen de entidad física más allá de la tinta[1] y, sin embargo, toman formas en nuestro cerebro. Los volúmenes llamados Libro se agolpan en las librerías (librerías tiendas y librerías estanterías) por millones, se venden por millones y se escriben por millones. Pero no se leen. Al respecto, la conclusión más rápida y la única que voy a sacar en esta crónica es que el Libro debe de ser un objeto artístico per se, pues se posee al menos con un fin distinto para el que fue concebido.
El caso es que hay que fomentar la lectura.
Fomentar. 1. Dar a una cosa calor natural o templado que la vivifique o anime: "la gallina fomenta los huevos" (María Moliner).
Mi querido amigo el poeta Roger Colom me contaba que, viviendo en La Coruña, el vecino de arriba le preguntó en una ocasión qué libros podía comprar para que sus hijos se animasen a leer; había pensado en una enciclopedia. Roger le contestó que si quería que sus hijos leyesen, que leyese él.
Yo tengo una hija de poco más de un año y desde que tiene uso de vista, me ve leer. Así, desde que tiene uso de manos juguetea con libros: los rompe, los chupa y los come. Ahora tiene movilidad y compresión. Una pesadilla: señoras y señores, no puedo leer. Mi hija me persigue. Cualquier cosa con apariencia de Libro es solicitada por ella. No puedo sentarme a leer el periódico, no puedo leer después de la siesta, y hasta consultar en la revista la parrilla televisiva es una aventura. NO PUEDO LEER. Cuando a veces creo verla despistada entre una marea de juguetes cojo con suma cautela y sin realizar movimientos bruscos que puedan llamar su atención, un librillo de poemas, apenas lo he abierto ya la tengo encima solicitando que se lo dé, que se lo cuente, que se lo dé, que se lo cuente, que se lo dé... me ha visto leer demasiadas veces. La desesperación me lleva a leer a escondidas en el trabajo: temo más a mi hija que a mi jefe; y a quitarle horas al sueño. No tengan hijos; y si están emperrados en tenerlos o ya los tienen, no lean jamás delante de ellos: hagan desaparecer todos los libros de la casa; no compren periódicos ni revistas; echen a la basura los folletos de supermercado. Y enciendan la tele.
Roger Colom, yo te maldigo.
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Librerías en la internet
Fomento de la lectura
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[1] Y en el soporte digital como en el que ustedes me están leyendo, la presencia física de la letra se diluye hasta el extremo de no ser más que una ilusión: leen, sí, pero algo que no existe.