Revista poética Almacén
El entomólogo

Crónicas leves

[Marcos Taracido]

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Miniaturas

Miniaturas.

Cualquier atento lector que haya seguido esta columna desde su inicio se habrá dado cuenta del simple método con que elaboro el común de mis crónicas: partir de lo pequeño, de lo mínimo, para subir poco a poco mostrando su poder, el poder de lo leve. Lo pequeño, lo grande; encoger y agrandar: ahí está la esencia de lo humano; todas nuestras civilizaciones viven obsesionadas por conseguir lo más grande y lo mas pequeño, contradicción arraigada en la neuronas más antiguas del pancerebro humano. Mientras los estudios de arquitectos proyectan edificios biológicos con capacidad para cientos de miles de personas, unos científicos esculpen con láser una resina del tamaño de una molécula. Simple mímesis natural. Una molécula, una célula, es microvida, lo más pequeño. Pudiéramos pensar que lo más grande es un elefante o una ballena, pero también aquí lo minúsculo se impone: el ser vivo más grande es un hongo armado a base de largos filamentos unicelulares unidos entre sí, y que se extiende 880 hectáreas en un bosque de la región noroccidental de Estados Unidos: la Armillaria Ostoyae, de 2400 años de edad; un solo ser producto de millones de miniaturas. Me dirán ustedes que un elefante está hecho de millones de células y llevarán razón, pero si a un paquidermo le arrancas la trompa, se le pudre, mientras que una hifa cercenada a la Armillaria forma otra Armillaria gigantesca. Me dirán también que al fin y al cabo todos los humanos somos uno: cuando Bush inspira el resto expiramos, pero aquí sirve también lo del paquidermo: si se le arranca a Bush a, digamos, Aznar, Bush sigue tan tranquilo mientras Aznar se pudre.

Hablando de putrefacción, el Fisiólogo -y otros con él- creía que los gusanos encargados de descomponer los cadáveres vivían con el hombre esperando pacientemente su oportunidad:

Y estos gusanos viven recorriendo las venas de los hombres, aguardando con mansedumbre la cesación de la vida para comenzar a engullir su recipiente. Y aun algunos de estos no esperan, sino que despertado su instinto por las malas costumbres en la ingesta de líquidos destilados, o por los males venéreos, inician su festín en el hombre aún sano, y es causa de ello el ver muchas veces hombres demacrados y de carne flácida y morada poco antes de morir, que están siendo devorados en vida.
Tractatus mirabilia

Por cierto, el Tractatus, curiosamente, no está miniado: las miniaturas fueron un requisito casi indispensable en los códices medievales. El “minio”, término del que procede “miniatura” es dióxido de carbono, un tinte rojo con el que se iluminaban los libros. Esta es la palabra, “iluminación”; con ella se referían en la Edad Media a las miniaturas, ilustraciones en color de los libros. La búsqueda de la belleza absoluta querría confirmar que iluminar, en su sentido de ilustrar, viene del latín lumen, pero los malditos etimólogos reseñan un allumen, alumbre, sulfato de alúmina y potasio utilizado para teñir, entre otras cosas. Cuánto más hermoso dar luz, alumbrar los textos de fosforescencias cromáticas, destellos, luminarias, claridad, relámpagos que penetran la perplejidad de las palabras.

Miniaturas.

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La criatura viva más grande de la tierra
El apasionante mundo de las miniaturas y...


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