Revista poética Almacén
El entomólogo

Crónicas leves

[Marcos Taracido]

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El lector perfecto

El lector perfecto jamás acabaría el primer libro. Pongamos que empezase con El hacedor. Al llegar al final de la primera frase se encontraría con la palabra Biblioteca, y sin duda querría averiguar todos los matices, sabores y rememoraciones que agrupase. Cualquier diccionario le llevaría a libro, y en esta entrada, quizás se parase en la acepción de libro de caballerías. Llevado de la curiosidad devoraría el Amadís o el Caballero Zifar, y de seguro acabaría en el reino de Macondo. La etimología de alguno de sus nombres le haría saltar a, digamos, Marco Aurelio y desde allí, pasaría largos años enfrascado en descifrar las tribulaciones de Odiseo, Aquiles y toda la cosmogonía griega y romana. Ocurriría fácilmente que arrivase entonces al Renacimiento, y de ahí al Barroco, y encandilado por los ritmos gongorinos encontrase a Quevedo, a Cervantes y saltase la orilla hasta Sor Juana, y esta vez sin duda la monja le mostraría la Piedra de sol, y de entre los círculos saldrían todos los poetas. Con alguno de los últimos engancharía irremediablemente con alguna novela del siglo XXI, y se vería envuelto en un remolino de prosa que en sentido inverso le haría emerger en el Romanticismo. Probablemente hastiado de tanto costumbrismo buscaría la paz en los libros sagrados, la Bliblia, el Corán, los textos de Qumrán, la literatura hermética, y sin darse cuenta estaría de nuevo con Borges.

Ya viejo y con los ojos comidos por la tinta, cogería de nuevo El hacedor y, abriéndolo por la primera página, continuaría leyendo:

“De una manera casi física siento la gravitación de los libros, el ámbito sereno de un orden, el tiempo disecado y conservado mágicamente. A izquierda y a derecha, absortos en su lúcido sueño, se perfilan los rostros momentáneos de los lectores, a la luz de las lámparas estudiosas, como en la hipálage de Milton”

Como en la hipálage de Milton.

Apremiado entonces por la escasez de tiempo que le daba su cuerpo, para entender la frase leería sin descanso El Paraíso perdido, y, ya sin remedio, le esperarían Dante, el Mahabarata, Orlando furioso...
El lector perfecto.



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Comentarios

Muy buen cuento, me recuerda a "Leopoldo y sus Trabajos" de Augusto Monterroso, pero en esa ocasión no se trata de un lector, sino de un escritor perfecto. Lo invito a visitar mi página y a participar de lo que ella tiene para ofrecer.

Comentado por Gabi el 13 de Junio de 2003 a las 11:07 PM