Extraña cosa es un pelo. Y quiero decir un pelo, singular, no el genérico por cabello. Porque precisamente es la unicidad del pelo lo extraordinario. Un pelo es a una melena como un grano de sal a una salina. Lo curioso es que un filamento queratinizado pueda tener tanta importancia en sistemas antropocéntricos; sin ir más lejos, en el Mahabarata se cuenta que Balarama, dios de la agricultura, y Krisna, su hermano, nacieron de un pelo blanco y otro negro que se arrancó Visnú. Krisna, el oscuro, murió de un flechazo en su único punto débil, el talón derecho. ¿Les suena?
Sí, Aquiles. Su padre, Peleo, ofreció a Esperquéo la cabellera de el de los pies ligeros para que éste volviera sano y salvo de la guerra de Troya. Ya vimos hace un par de semanas cómo el destino sigue sus designios, pese a las ofrendas.
Otro ejemplo: de nueve pelos de su pierna Mahapurub, dios principal de los muria de India central, creó los nueve extremos del mundo. Y es que la insignificancia es generadora de mundos. Etiam capillus unus habet umbram suam. Incluso un pelo tiene su propia sombra. Eso lo dijo Publilio Sirio, pero nosotros tenemos la expresión no cubrirle el pelo a una persona, no poder medrar. Aunque precisamente es el pelo lo único que medra en el hombre una vez muerto. Esto lo explicó exquisitamente El Fisiólogo en uno de los pasajes más hermosos que ha dejado escrito (traduzco, claro, así que lo que no haya de bello acháquenmelo a mí):
Al morir el hombre se apagan sus humores, puesto que su natura es caduca y débil. Empodrece la sangre, que se viene negra; azulea la piel y la rigidez cubre los huesos. Nada queda de cuanto al hombre caracteriza. No hay movimiento, ni tensión, ni calor. Sin embargo, un resto sobrevive en el cadáver de la fuerza y de la fe del que fue vivo, que el pelo le crece aún semanas después de la muerte con la inocencia de los brotes que surgen del árbol cortado.
Y es que tradicionalmente en el pelo reside la energía de los hombres; por eso es y fue usado en tantas prácticas mágicas y religiosas. Así, para apagar su energía es aconsejable escupir sobre él. Recuerden que escupir, antiguamente, era una ofrenda a los dioses. Y en algunas regiones de nuestra España se recomienda, para favorecer el crecimiento del cabello, untarse la cabeza con mierda de gato.
Yo, a qué engañarles, ando falto de pelos donde es propio el tenerlos, y me abundan donde no hacen falta. Para que se hagan una idea sólo con los pelos de una pierna podría haber creado, como Mahapurub, todos los extremos del sistema solar. Pero no usaré excrementos de felino, ni rociaré mi cabeza con un corcho quemado.
Aunque, como dijo Quevedo, háseme vuelto la cabeza nalga.