Revista poética Almacén
El entomólogo

Crónicas leves

[Marcos Taracido]

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Moscas


Se admirarán ustedes.
Siempre ha sido ilusión de los hombres encontrar razones. Y ante lo inexplicable se afana por enmendar y traer a la luz lo ilusorio.

«Desde muy antiguo, se sabe que en los cadáveres expuestos al aire libre se desarrollaban multitud de gusanos, de los que por largo tiempo se ha creído en la generación espontánea; el vulgo aún así lo cree»

Esto lo escribió el Doctor P. Mégnin en su libro La fauna de los cadáveres, en la segunda mitad del siglo pasado francés. Prosa bella y certera de naturalista. Sigue:

«Virgilio sabía que estos gusanos procedían de las moscas, pero suponía que estas moscas eran las abejas, y que las que nacen en las entrañas corrompidas del toro eran más dóciles y más trabajadoras que las que nacen en las entrañas del león»

Mégnin, por supuesto, era uno de esos allanadores de lo mágico. Virgilio también. Y ni que decir tiene que en su trabajo, a su vez, creaban nuevas mágicas leyendas para que otros venideros las allanasen. Y muchas siguen esperando. Por ejemplo, lléndose lejos, Platón creía en el mundo de las ideas.
La maravilla del lenguaje científico de estos allanadores es que se sustenta en una barra de funambulista: juega a la ilusión de la exactitud y en su caverna lo consigue. Leamos de nuevo a Mégnin cuando enumera la fauna de un cadáver:

«He aquí el inventario de los insectos encontrados ya en estado de cadáveres, ó en el de sus residuos, de cubiertas ó envolturas y aun en el de larvas vivas.
Lucilia Caesar, escasos ejemplares adultos, muertos, y algunas envolturas de ninfas vacías.
Pyophilia petasionis Duf. Multitud de larvas que caían á montones de todos lados á poco que se removiera el cadáver, vivas, saltando, como las del queso, á las que se asemejan mucho, salvo que éstas son poco más grandes y vogorosas.
Dermestes Frischii en gran número, en estado perfecto, y sobre todo, en el de larvas.
Corynetes ó Necrobia, rufipes y ruficollis, en estado perfecto ó de larvas, muy abundantes.
La falta de los agentes de la primera serie (Curtonevra, Calliphora) indica que en la época de la muerte, probablemente á causa del frío, no existían estas moscas»

¡Como las del queso! Créanme que me estremezco de gusto y que debo refrenar mis impulsos para no transcribir un párrafo tras otro de este científico maravilloso. En otra ocasión me daré el gusto. Agradezcamos, mientras, en lo que se debe, al Oficial Médico Juan Francisco Mega su traducción.
Seguiremos. Mientras tanto, podemos ir invitando a los hombres de ciencia que hoy se estrujan la parte frontal del cerebro a que nos expliquen cómo una mosca, después de ser aplastada hasta el crujido bajo la zapatilla, pueda remontar el vuelo.
Fin.


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