Lugar:
Palau de la Virreina, Barcelona, 10 de julio de 2001
Personajes:
Un servidor, con pantalón de dril color caqui, camisa blanca de algodón, zapatos de cuero negros.
Una joven pija, con pantalones vaqueros, camiseta negra, chaleco de algodón azul con una i impresa en blanco entre el pecho y la clavícula, en señal de que su función es la de informar.
La mía también lo es pero, de verme, no se nota, hay que preguntármelo con buenas maneras.
El patio del Palau tiene forma de cruz, los extremos de la vertical son las puertas del palacio, abierta una a la Rambla de Sant Josep, la otra a la Plaza de la Gradunya. Los horizontales dan a la pared.
En el centro de la cruz se ha expuesto un alto gallinero con forma de cilindro, obra de Miralda. Tiene gallinas, pollitos y un gallo. También está amueblado: hay un pequeño sofá, un sillón, una mesa y una tele. Por los altavoces, periódicamente, se oye esa de Tengo una debilidad, tú lo sabes muy bien... etc.
Las circunstancias: Mi señora, mi hermana, mi cuñado y un servidor acabamos de pegarnos una comilona de órdago en el 7 Portes. Hemos llegado hasta el Palau deambulando por las calles del barrio Gótico para bajar la comida; entramos en busca de sombra y de la exposición de las fotos de Rulfo. Para nuestra sorpresa, está el gallinero, su olor, unas mesas en la horizontal de la cruz donde te puedes sentar a ver las gallinas, explorar no sé qué tontería en internet, descansar. Nosotros escogemos la última opción.
En descansar estamos, cuando se acerca la pija de la i.
Pija de la i (dirigiéndose a mi humilde persona): ¿Vais a estar aquí mucho rato?
Yo, imaginando que no se podía estar mucho rato ahí, contesto que no, que ya nos vamos.
Pija de la i: Porque yo os iba a proponer algo.
Un servidor: ¿Y qué ibas a proponer?
Pija de la i: Pues que hagáis lo que queráis, este es un espacio libre para la participación.
Intento comprobar si es cierto y digo: Quiero matar una gallina.
Pija de la i: No, eso no se puede.
Un servidor: ¿Y por qué no, si esa es mi forma de participar?
Pija de la i: Es que así viven.
Un servidor: ¿Y eso qué tiene que ver?
Pija de la i: Pues que están vivas.
Claro, como lo que tenemos delante de las narices es arte, y ya se sabe que el arte es arte, pues ella no encuentra ningún inconveniente en recurrir a la tautología para defender a sus gallinas. Podría haber contestado que si matas a las gallinas le tocas los huevos de oro a Miralda; que no quiere que dejes un reguero de sangre y plumas en el patio de coches del Palau de la Virreina; que tú no eres quién para hacer la performance que te apetezca; que este no es un espacio participativo de verdad, sino un simulacro para que los organizadores y sus patrocinadores puedan justificar las subvenciones; o, burguésmente, que la gallina no es tuya y que, por lo tanto, no tienes derecho a matarla ni follártela ni nada, sino única y exclusivamente mirarla y salivar; también podría haber añadido que los ladrones de gallinas fueron y deberían ser merecedores de la pena de muerte.
Hay un silencio. Un servidor mira a las gallinas, busca al gallo. Ah, ahí está el cabrón.
Pija de la i: ¿Por qué quieres matar una gallina?
Un servidor: Para comérmela.
El asco que percibo en su rostro me hace sospechar que la pobre, claramente indultada de si misma por una moralidad light, es vegetariana.
Un servidor: También podríamos disecarla.
Ya sé que el lectorado fiel a esta sección estaba esperando este momento, por eso lo he retrasado tanto.
La informadora empieza a encabronarse.
Un servidor: Así te la puedes llevar a casa y disfrutarla para el resto de tus días. Puedes incluso llegar a amarla y arriesgar la vida por ella, caso de incendio.
Silencio.
Pija de la i: Vamos, que no queréis hacer nada.
Un servidor: Sospecho que no.
Pija de la i: Es que sois unos turistas.
Un servidor: En efecto.
¿Y quién no?