Carmen Castro es parte de la comunidad Librodenotas y editora singenerodedudas, bitácora especializada en temas de género y democracia. Y por qué no dejó de actualizarse en mayo del 2006.
Me repelen profundamente los intentos que hacen diversos colectivos e instituciones para frenar la ambición personal; porque al final va calando en la sociedad un sentimiento profundo de frustración. Las personas se vuelven resignadas y acomodaticias a las situaciones que les ha tocado vivir; y mientras abandonan los intentos de mejora y superación, van olvidando sus sueños.
Y vale que cada quien hará lo que quiera—o más bien pueda—con su vida, pero el efecto al final, siempre será colectivo, porque el empobrecimiento de miras, la falta de perspectivas y la mediocridad son muy contagiosos y fácilmente se trasladan al entorno social más inmediato. Así que algo de responsabilidad personal se podrá exigir, digo yo.
Los colectivos y organizaciones sociales vinieron a significar en algún momento una forma de canalizar intereses comunes de mejora social, incidiendo en los objetivos y cometidos específicos que eran su razón de ser; algunas organizaciones feministas, organizaciones sindicales y el asociacionismo para la promoción cultural sirven de ejemplo de cómo la vorágine del sistema puede absorber la coherencia de un discurso político que en la práctica penaliza la ambición personal, perdiendo la posibilidad de rentabilizar el ingenio, la creatividad e incluso la arrogancia de quien decide ser diferente.
¡Con lo que cuesta ser diferente! Algo así como poner en marcha un plan de mejora continua, pero en tu vida personal—planes, por cierto, muy deseados en el mundo empresarial—con sus criterios definidos, su mapa de recursos identificado, su sistema de seguimiento, su autodiagnóstico, su horizonte temporal y hasta su evalución del desempeño. Toda una labor de emprendizaje que en ocasiones resulta sospechosa sólo por ser significativa de tener identidad propia.
Fin del artículo de autoayuda