Vamos a ver. Como bien sabrán los lectores fieles de esta columna, yo soy de Logroño. Y padezco insomnio con cierta frecuencia. Es lo que más me caracteriza. La logroñez y la insomnuria es lo que más me caracteriza. Gracias a la segunda, puedo pasear con libertad a mi fiel perro Kripto. Y gracias a lo primero, me he hecho inmensamente rico.

Es por ello que no sin rubor paso a poner en conocimiento de vds una serie de acontecimientos que de no ser por la fortaleza de carácter que es mi tercera característica destacable habría provocado el colapso mutuo de mis otras dos características destacables, y de muchas otras no destacables que ni te cuento.

Resulta que he despertado ataviado con el traje típico de una región rival. No diré cuál, pero baste decir que son nuestros enemigos acérrimos desde tiempos muy anteriores a la preconquista. La cuestión es que, con todo, el traje es de lo más completo.

Seguramente, durante el sueño, un tenaz equipo regionalista me ha abducido y me ha vestido de esta guisa en vez de realizar la tradicional exploración de cavidades corporales.

No puedo quejarme. La faja convierte en un rasgo identitario colectivo lo que inmediatamente antes de ponerla es un defecto individual. Y el simpático pañuelo con borlones produce un saludable efecto de pérdida de respeto por mí mismo a través de la relativización borlera del propio ego. Y el calzado inadecuado del siglo diecisiete hace más precario y antinatural mi contacto con este planeta. Todo son ventajas. Todo el mundo sale ganando.

El problema es que tengo miedo de irme a dormir y que la metamorfosis siga su curso. Que olvide mi natural contención y aprenda a expresarme con refranes incomprensibles y con cánticos espeluznantes.

Cómo impedir que cuando nos vamos a dormir nos vistan como un Ken? hay algún pijama que impida la posibilidad de un traje? este, y no otro, es el tenaz desafío al que se enfrenta la humanidad toda. Me parece.

Purranki