Libro de notas

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Textos del cuervo por Marcos Taracido

TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.

La biblioteca expandida, III

Aceptemos los peores augurios* y vayamos a un panorama en el que la industria editorial desaparece por efecto de la masiva costumbre de compartir los contenidos: las posibilidades técnicas permiten que cualquiera pueda acceder gratuitamente a cualquier contenido (véase La biblioteca expandida, II) y consecuentemente —se argumenta— la industria deja de producir esos contenidos por falta de rentabilidad económica. Y se acaba la cultura. Civilización o barbarie. Bueno, en realidad, la industria editorial es un invento moderno cuya antigüedad tiene poco más de un siglo, siendo extremadamente generosos; antes había libreros y editores, claro, pero no conformaban una industria sino una artesanía; y los escritores que vivieron de su escritura en los tiempos pasados se contaban con los dedos de una mano: la inmensa mayoría (muchísimo más inmensa que en la actualidad) tenían otros oficios, y la escritura era una afición: una de tal calibre que les llevaba a ocupar su tiempo sobrante en ella. Hablamos de casi todos los grandes: desde Cervantes hasta Borges o Cortázar: no vivían de sus libros en absoluto, pero no por ello dejaban de escribir y producir contenidos culturales. Pero aún más: si se diese el caso de que los creadores se hubiesen venido malacostumbrando de tal modo a la buena vida de escritor multiventas que al no obtener ganancias abandonase el mundo de las letras, aún entonces seguiría creándose cultura: es lo que pasó casi hasta lo que conocemos como modernidad, y principalmente en la Edad Media y el primer Renacimiento, en la que la cultura que circulaba por los pueblos, los monasterios y los palacios era riquísima aún sin haber, casi nunca, remuneración de por medio, siendo la fama (mucha de la literatura palaciega o la barroca), la propaganda y la doctrina (el Mester de Clerecía), la protesta y el divertimento (La Celestina, el Lazarillo) o el entretenimiento (la lírica popular), algunas, sólo algunas, de las motivaciones para escribir. Así que no, si desaparece la industria editorial (extiéndase a cualquiera de las otras artes) no desaparecerá la cultura. No hay que imaginar mucho: piensen la inmensa cantidad de contenidos ricos, interesantes y valiosos que muchos autores (sí, autores, tan autores como los que cobran millones por sus bestsellers) ofrecen desinteresadamente (en el aspecto económico al menos) en la red al que quiera consumirlos**.

Pero es que además, para bien o para mal, esos augurios no se van a cumplir. La industria cultural no va a desaparecer: tardará en adaptarse, dejará de ganar millones en el camino, tropezará, pero acabará comprendiendo. Y más allá: hay múltiples modos alternativos de ganar dinero con las producciones culturales sin cobrar necesariamente por ellas. Parece que el ejemplo de la radio y la televisión no sirven para nada: ¿alguien paga por escuchar la radio? ¿por ver las televisiones generalistas? Es curioso el ataque que viene produciéndose contra las proveedoras de internet, y últimamente contra los productores de lectores digitales: sonríen malévolamente mientras se frotan las manos con las ganancias ingentes que les producen las descargas ilegales (por consumo de ancho de banda o por rentabilidad: si no voy a gastar en libros me merece la pena comprar un lector digital). Los que les acusan no se quejaron nunca de cómo los fabricantes de televisores o de aparatos de radio se enriquecieron gracias a que lo que se emitía a través de ello era gratis para el consumidor.
Y todo esto, claro, si no vencen, si los lobbyes de poder no obligan a leyes restrictivas, que cercenen la libertad, que favorezcan a unos pocos empresarios y releguen la cultura compartida a lo que es por ahora: el privilegio de unos pocos dotados de la tecnología y los conocimientos necesarios (unos pocos, miren a su alrededor y cuenten) y que al ejercer su derecho a compartir provocan que, en el peor de los casos, algunos dejen de ganar un puñado de euros.

______________

  • Covarrubias: Latine AUGURIUM; género de adivinanza por el vuelo de las aves y por su canto, o por el modo de picar los granos o migajas que se les echaban, para conjeturar los augures buenos o malos sucesos. […] Todo esto se entiende entre gentiles y bárbaros, y no entre cristianos.

  • Permítanme poner un ejemplo cercano: echen un vistazo al archivo de Libro de notas, donde nadie ha cobrado nunca ni un euro por sus contribuciones, y los muy locos siguen escribiendo. O pásense por el Pequeño LdN, que con la misma filosofía ha reunido a un elenco de dibujantes, viñetistas, escritores y demás insensatos que ofrecen cada sábado su cultura a niños y adolescentes.

Marcos Taracido | 11 de febrero de 2010

Comentarios

  1. Paco
    2010-02-11 12:32

    La industria cultural no va a desaparecer: tardará en adaptarse, dejará de ganar millones en el camino, tropezará, pero acabará comprendiendo.

    ¿Sabes cuál es el problema? La industria continuará, pero los empresarios serán otros, por que en lugar de evolucionar han decidido atrincherarse. Especialmente los grandes. Y me temo que los nuevos empresarios del mundo de la cultura vendrán del mercado anglosajón.

    Cuento una anécdota: ayer encontré en Barnes & Noble “Los Miserables” en castellano y en soporte digital. ¿En una librería americana? Pues sí, y que yo sepa, no está en ninguna librería española en formato digital (si es que a lo que hay se le puede llamar librerías). Intenté comprarlo ¡y descubrí que era gratis porque proviene de una edición que ya está en el dominio público! Pero, increíble, ¡SÓLO SE PODÍA DESCARGAR EN USA!

    ¿Por qué será?

    Amigos, esto no es casual, hay acuerdos que desconocemos entre los grandes del sector en nuestro país.


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