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Tele por un tubo por Ramiro Cabana

Ramiro Cabana es comentarista de radio y televisión. Tele por un tubo dejó de actualizarse en agosto del 2006.

SIEMPRE LO MISMO

Hola, guapas, ¿qué tal estáis? Hoy no voy a comentar un programa sino un suceso. Lo vi de pasada, no entero, o sea que mis opiniones, ya os lo digo desde el principio, carecen de toda validez.

Bueno, como las opiniones son a millones por un céntimo, da igual, ¿no os parece?

Bien. Iba yo de salida y estaba buscando mis gafas, cuando entré en la capilla, donde he puesto la fabulosa y enorme y panorámica pantalla de plasma. Ahí estaba mi chavala, arremolinada en el sofá como un gato, tomándose el té y viendo un programa de esos que echan por la tarde, no sé cual era. Lo llamaremos Siempre lo mismo, para que las cosas queden claras.

En Siempre lo mismo, aparecía una mujer que había decidido ganarse la vida en el famoseo. Al parecer ella no quería ganársela así, pero las circunstancias la obligaron. Por eso digo que el programa se llama Siempre lo mismo.

Y su reclamo de famosidad era que ella había sido amiga de un famoso torero que también se la tiró algunas veces. Los llamaremos La Amiga y El Torero. Aunque no debemos confundir nunca a La Amiga con ninguna de vosotras, ¿eh, amigas?

Pues resulta, que a La Amiga las cosas no le fueron bien con El Torero. Es posible que después de tirarse mutuamente uno al otro varias veces, ella esperase demasiado de él, queriendo que la relación de amistad se convirtiera en un amorío en toda regla y con paparazzi esperando fuera de la finca. O es posible que él esperase demasiado de ella, queriendo que todo siguiese igual que hasta ese momento, con ella, La Amiga, en el papel de pañuelo desechable, oyéndole todas las quejas una por una con sangre, pelos y señales, y también en el papel de polvo por un día, que es la mar de conveniente. Probadlo, que va muy bien.

El problema de este tipo de relaciones con límites es que siempre hay alguien que se lo pasa bomba y alguien que quiere retirar los límites y saludar a los paparazzi a la salida. “Si lo sabe dios, que lo sepa el mundo,” es la frase de acompañamiento. Y luego, como no se ponen de acuerdo, porque los intereses han cambiado, todo se va al carajo, que queda lejos.

Así que todo se fue al carajo. Y como El Torero era famoso y le había sacado pasta gansa a lo del famoseo, pues La Amiga decidió probar fortuna y lanzarse a la profesión más antigua ella también.

Ahora, lo de la profesión más antigua, no es lo que estáis pensando, ¿eh, amigas? Yo la llamo así porque todo lo que toca el famoseo se me hace viejo en cuestión de minutos. Viejo que cuenta sus mil veces ya oídas batallitas, incluso mientras echa la siesta. Nunca hay nada nuevo en el famoseo, el famoseo es siempre igual a sí mismo. Supongo que de ahí su enorme atractivo para vosotras, que encontráis calmante, incluso relajante, saber que las cosas no cambian. Y que viviréis para siempre.

Lanzada al famoseo, La Amiga cuenta sus aventuras y desventuras con El Torero. La pobre está resentida porque tuvo que ejercer de pañuelo y de polvo, dos ejercicios contradictorios, o como se dice ahora, incompatibles. Y hace la ronda de las revistas y de la tele (por un tubo), con exclusiva tras exclusiva. ¿No os parece raro que las exclusivas se repitan tanto o más que el ajo? Es eso que os decía de la ausencia de cambio.

Y un día, La Amiga decide presentarse (cobrando, seguramente) en un programa tildado La máquina de la verdad, en el cual os enganchan a un artilugio eléctrico que según las pulsaciones de vuestro corazoncito, la puntiagudez de vuestros nervios, la sudorosidad de vuestras manos y el apretamiento de vuestro esfínter, decide si estáis o no diciendo la verdad. El artilugio, claro, no es legal en ningún sitio, pero se sigue utilizando de todas maneras, igual que la brujería.

La Amiga fue al programa de la verdad, la engancharon al artilugio y el muy supersticioso indicó que ella mentía. Para el bochorno, para la vergüenza, para la ignominia de nuestra Amiga. Y para el eterno retorno del deleite del público, que tanto disfruta con la imposibilidad de cambio de las cosas.

Por eso apareció La Amiga en Siempre lo mismo el otro día. Quedó tan escurrida con lo de la máquina que tenía que aparecer en TODOS los programas contrarios al cambio y explicarse y decir que lo de la máquina no vale y que lo que ella, La Amiga, dice es la pura verdad y nada más que la verdad, como en las americanadas.

Bien. Esos son los hechos, tal y como vuestro amable defensor, o sea yo, los entiende tras haberle echado un oído a la tele cuando hurgaba en los huecos del sofá en busca de sus gafas, un día de la semana pasada, mientras se preparaba para salir a ocuparse de un asunto de mediana importancia.

Mi chavala se reía y se reía con lo que ocurría en la pantalla de plasma, arremolinada como un gato, con Borja, el mejor perro salchicha del mundo, a sus pies, y ninguno de los dos dejándome buscar adecuadamente mis gafas, que encontré por fin encima de la mesita de noche. Y mi chavala se reía no de la situación, sino de que La Amiga había partido hacia su casa U hogar tras el bochorno de la máquina de la verosimilitud, y se había enchufado a la internet y había encontrado un utilísimo artículo en el que se explicaba, científicamente por supuesto, que el susodicho artilugio no vale para nada. Si acaso para amedrentar al personal sospechoso en alguna comisaría de vanguardia. Y se lo había leído. En lugar de acomodarse ante una buena barra y ahogar las penas a base de Manhattans, que es lo que yo hago.

Y ahora viene mi opinión. ¿A que no huele todo a preparadísmo, amigas? ¿A que la persona que representa a La Amiga sabía lo que iba a ocurrir? ¿A que el rollo de La Amiga estaba perdiendo gas, interés, lo que sea, en el inframundo de la mismisidad eterna que es el famoseo, y había que encontrar la manera de seguir derivando euros de una jugada que se deslizaba con el ritmo de aceleración de la gravedad hacia el olvido?
¿A que La Representante ya tenía el artículo internetero preparado? ¿A que La Amiga no se lo leyó, sino que escuchó con detenimiento un resumen mientras ahogaba sus penas, arrimada a la barra, pero no bebiendo Manhattans, que no sabe lo que son? ¿A que La Representante sabía que lo del artilugio famoso sería un fiasco (incluso amañadamente), pero no se lo dijo y no se lo ha dicho a La Amiga, para que no se le notasen las costuras a sus dotes de actriz? ¿A que todo este rollo es igual que la lucha libre?

¿A que esa es mi opinión, a millones por un céntimo, y yo ya me voy? ¿A que Borja os saluda y os dice hasta la semana que viene queridas amigas?

¿A que Chao?

PD: Por cierto, queridas amigas personas lectoras, el Trío Calavera que edita LdN me informa de que estamos nominados para mejor blog periodístico del mundo en espeinol. Ellos y ella son muy serios y jamás os pedirían el voto directamente, pero como yo pertenezco a la nobleza menor, yo puedo ser cutre y altivo a la vez. Así que ya lo sabéis, queridas: a votar por LdN. En la portada pone donde.

Ramiro Cabana | 02 de noviembre de 2004

Comentarios

  1. baquis
    2004-11-02 11:21 ¿A que aunque todo lo que vuesa excelencia expone, siendo, posiblemente, una verdad como un templo, da absolutamente igual porque a las espeniolas y los espenioles, nos encanta retozar entre los purines amarillo-ocre de la prensa especializada para cuidarnos el cutis y la metrosexualidad incipiente?

    Ah, querido Cabana, ciertamente siempre es lo mismo y así seguirà siendo, por los siglos de los siglos, amen. No sea cosa que en una de estas se quede usted sin trabajo y eso si que sería una tragedia.

    Siempre su seguidora fiel,

    Baquis

    PD: Por supuesto, mi voto lo tienen pero YA.
  2. Una amiga
    2004-11-03 18:29 Don Ramiro, habrá que seguir la historia de la amiga (la otra) y el torero; engancharse a la pantalla hasta descubrir dónde es capaz de llegar el género (así, a secas); atender a las crípticas palabras de la folclórica presentadora y desear, no obstante, que el mundo no se acabe de la forma en que predijo Nostradamus (vaya Vd. a saber qué forma sería ésa!).
    Yo siempre tengo a mi lado una copa de congnac, para cuando la cosa se pone fea (el torero pegando a un paparazzi, por ejemplo). Pero no para beberla, no, sólo contemplarla, fijarme en el color, olerla a lo sumo.
    Estoy pensando en adquirir una pecera…

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