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Román Paladino por Miguel A. Román

Miguel A. Román pretende aquí, el vigésimo octavo día de cada mes, levantar capas de piel al idioma castellano para mostrarlo como semblante revelador de las grandezas y miserias de la sociedad a la que sirve. Pueden seguirse sus artículos en Román Paladino.

Los gemelos copulativos

Una de las características diferenciales del castellano respecto del común de las lenguas modernas es la dualidad del verbo copulativo. Esta labor generalmente recae sobre un único verbo, pero en español1 existen dos verbos copulativos: Ser y Estar (en realidad hay tres: parecer es también copulativo, pero lo dejaré al margen, en parte porque me destroza la simetría entre los dos anteriores y también porque, en cierto modo, es subsidario de ambos, ya que se puede construir con ellos sin modificar su función: parece ser/estar).

Para empezar, expliquemos un poco qué es exactamente un verbo copulativo, y permítanme asumir que los conocimientos que absorbimos durante nuestra etapa escolar puedan estar algo oxidados (de no ser así, puede usted saltarse tres párrafos).

Normalmente los verbos son predicativos, es decir, unen un sintagma nominal (sujeto) con un sintagma verbal (predicado), ambos con valor propio y esencias totalmente independientes. En “nosotras vamos al cine” o “mi padre tiene un barco”, los sujetos (nosotros/mi padre) y los objetos (cine, barco) son independientes sin más relación entre ellos que la que establece el verbo (dirección, posesión). Por ello, entre otras cosas, mantienen absoluta libertad en género y número, y cuando oímos a Tenorio afirmar “yo a las cabañas bajé”, enfrentamos con total naturalidad a un sujeto masculino y singular con un objeto femenino y plural.

Pero en el caso de los verbos copulativos (o atributivos), el sujeto y el objeto (que aquí se denomina atributo) son una unidad conceptual, la misma cosa, y por tanto están unidos y coordinados en género y número: mi padre es marino, nosotras estamos contentas.

De hecho, el verbo ahí no existe, no hay acción y queda entonces como un simple nexo cuasi inerte, sin valor semántico propio. Ser y Estar, en su estado copulativo, no tienen significado, no hay una definición conceptual ni poseen sinónimos que los puedan suplantar. De hecho, son varias las lenguas que suprimen estas cópulas, sobre todo en las antonomasias, equiparando el atributo al calificativo: el mar es azul=mar azul, la nieve es blanca=nieve blanca. Nada insólito, pues en nuestro idioma también podemos expresar atributos prescindiendo del verbo: “Para chulo, yo”, “qué chico tan guapo”, “en cien años, todos calvos”, “siempre tengo la maleta preparada” (nótese, en este último ejemplo, que “preparada” es un atributo y no un calificativo, pues lo segundo implicaría que hay varias maletas, una preparada y las otras no: existe un copulativo subliminal entre “maleta” y “preparada”; compárenlo con esta otra oración: siempre llevo la maleta pequeña).

A lo que vamos.

Ser y Estar son verbos gemelos. Me explico: usted y yo los diferenciamos perfectamente, como diferenciaríamos a hermanos gemelos con los que tratáramos habitualmente; pero para un hablante extranjero son tan endiabladamente parecidos que aprender sus diferencias de uso y comportamiento supone un esfuerzo traumático que muchos no logran superar, ya que en sus lenguas maternas sus funciones suelen asignarse a un único verbo.

Tradicionalmente se establece que “ser” expresa una cualidad intrínseca y atemporal, lo que gramaticalmente se denomina perfectivo: el cielo es azul (lo es siempre porque es su naturaleza), mientras que “estar” se considera imperfectivo, esto es, que sucede en una fracción del tiempo, de forma transitoria y modificativa: el cielo está azul (sólo ahora, luego podría estar nublado y diríamos que el cielo está gris).

A esta diferencia no es ajena su etimología, ya que “ser” proviene del verbo latino “essere”, pero en fusión con “sedere”, estar sentado, mientras que “estar” viene de “stare”, permanecer de pie, lo que un físico fácilmente asociaría a la diferencia entre el estado de reposo frente al equilibrio inestable.

Mas, en gramática, nada es absoluto, y esa regla se enfrenta en la lógica con el pretérito de “ser”, que refiere por supuesto a situaciones que evidentemente fueron temporales: ¡Qué felices fueron aquellos días!

Sucede además que “estar” no puede construirse con sustantivos, como los que indican cargo, profesión o pertenencia a grupos, pese a que bien pudiera hablarse de un estado pasajero: Suárez fue presidente (no “estuvo presidente”), mi abuela era pianista, yo he sido socio del Atlético. En estos casos, el uso de “estar” para dejar fuera de duda lo circunstancial del hecho, requiere el apoyo de una preposición (dando lugar a una locución adverbial, lo que ya implica un uso predicativo del verbo): Alonso está en cabeza de carrera, ahora estoy de camarero, Luisa estuvo como misionera dos años.

De hecho, como tantos gemelos, gustan de intercambiar sus roles, y cuando actúan como predicativos –no copulativos- tirando de adverbios que determinen situación temporal o espacial, parecen funcionar al revés. Así, el verbo “estar” es ampliamente usado para indicar ubicación aunque sea sempiterna: Vigo está en la costa (y no es previsible que la ciudad gallega abandone el litoral), Moscú está muy lejos, estamos en primavera; mientras que para los acontecimientos puntuales y efímeros se emplea “ser”: la boda será en París, la batalla fue en aquella llanura, las bicicletas son para el verano.

Pero, para acabarlo de rematar, el uso distintivo de ser y estar puede llegar a modificar el grado del atributo: Mi señora me dice que “estoy muy guapo” cuando me he vestido con mis mejores galas, pero Brad Pitt “es muy guapo” aunque vaya hecho unos zorros; es dispensable que alguien esté borracho, pero si es un borracho la cosa cambia; si la niña es alta indica su talla absoluta, pero si está alta únicamente es que ha crecido desde la última vez que la vimos.

Incluso, en algunos casos, no se conforman con expresar una diferencia entre lo puntual y lo permanente, sino que implica un profundo cambio semántico: una dama es buena si es bondadosa, pero si está buena puede referirse al antónimo de enferma o a su atractivo físico, pero nada que ver con su caridad; si un individuo es listo hablamos de su intelecto, si está listo entenderemos que está preparado (o próximo al fin de sus días); si unas uvas son verdes será porque es su color natural, pero si están verdes –dijo la zorra- queremos decir que aún no ha alcanzado sazón.

Lo curioso, con todas estas mutaciones y permutaciones, es que el nativo hispanohablante domina la inasible norma (¿?) con total naturalidad, como un padre diferencia a sus hijos gemelos sin dificultad alguna, mientras que para el foráneo que se acerca a nuestro idioma son idénticos, los confunde y desquicia y nunca sabe a ciencia cierta a cuál de ellos ha de dirigirse. Un dato más para pensar que tal vez los pueblos construyen su lengua propia desde una genética extracelular difícil de identificar.

1 Además del español, comparten esta característica todas las lenguas de la península ibérica puesto que en euskera, curiosamente, también está presente (izan/egon), aunque no es romance. En italiano, el uso de stare es mucho más limitado que en nuestra lengua.

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Consideraciones varias
Artículo de Marisa Regueiro (para iniciados)
Los verbos Ser y Estar explicados por un nativo (un clásico muy ameno)

Miguel A. Román | 28 de marzo de 2009

Comentarios

  1. Marcos
    2009-03-28 12:32

    Ohhh… yo que, por el título, me esperaba una narración orgiástica y me encuentro con un tostón cultural y educativo. En fin, así no hay manera de subir la audiencia.

    [Ya que me lo leí: dices que en el ejemplo «siempre tengo la maleta preparada», “preparada” es un atributo; yo entiendo que es lo Complemento Predicativo de Complemento DIrecto. Aunque difícilmente cumple la condición de supresión del mismo sin que resulte la frase agramatical.]

    Saludos

  2. Miguel A. Román
    2009-03-28 13:35

    No te voy a decir que no, ni a lo de “tostón” ni a lo del Complemento Predicativo, aunque esto último va por gramáticas y, como has notado, no puede ser retirado de la frase sin dejarla “coja”.

    Sin embargo, la intención del ejemplo es advertir de que “preparada” no es ahí un calificativo y que nuestro idioma permite expresar valores propios de un atributo sin necesidad de utilizar un verbo copulativo.

    Tal vez hubiera sido más explícito el ejemplo: ¡Ya está, maleta preparada!, pero pensé que era menos ilustrativo.

    Uno de los elementos diferenciales entre estos dos casos es la posibilidad de intercambiar el orden sin alterar el significado:
    tengo la maleta preparada = tengo preparada la maleta,
    pero
    tengo la maleta pequeña ≠ tengo pequeña la maleta

  3. Marcos
    2009-03-28 14:28

    Sí, de acuerdo.

    En cuanto a lo de tostón… no hombre, si está bien y tal, pero, ¿y si por lo menos utilizas para los ejemplos frases picantonas? En lugar de “Tengo preparada la maleta”, “Tengo desabotonada la bragueta”, por ejemplo. No sé, piénsalo.

    Saludos

  4. marisol brunet
    2009-03-28 19:24

    Parece como si a Marcos le hubiera picado algo. A lo mejor una mosca. Espero que no sea una mosca mala, en todo caso. Y si es una abeja, espero que sea buena y que esas licencias con Román al menos le sirvan para presentar sus productos tan bien elaborados como este de los copulativos gemelos. He disfrutado como un camello leyendo este artículo recordatorio, sí, de exactitudes que no se deben olvidar. Y si merece vuestra recreativa atención: yo no tengo la maleta reparada, porque nunca me da tiempo a romperla, pues no la he estrenado apenas, ya me la quita mi hermana para irse por ahí. Un beso

  5. joseluis
    2009-03-29 20:25

    No, lo de Marcos debe ser la primavera. Ya veremos cómo le sienta ésta. Es que eso de copulativo da mucho juego desde la adolescencia. Y muy bien, Miguel, sigue enseñando entre tanta lascivia (ajena).

  6. Francisco
    2009-03-31 02:35

    Excelente articulo de Roman. Para guardarlo en el disco duro y tambien compartirlo con gente de letras.

    Saludos.

  7. rafa
    2009-03-31 21:26

    Me asombra que se diga que el trabajo sea un tostón cuando está salpicado de toques de humor. Difícil ser más ameno e ilustrativo.


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