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Retales por Agustín Ijalba

Agustín Ijalba es escritor. Durante dos años mantuvo la columna de análisis de la realidad Por arte de birlibirloque En este espacio publicará Retales todos los lunes. Retales dejó de actualizarse en febrero de 2007.

A voz en grito

Desde el silencio se quiebran los falsos argumentos que reclaman voces en grito. Todo exceso de volumen amplifica las opiniones propias y ajenas, enlazadas en una espiral de difícil manejo. Quien más se esfuerza en ello es precisamente quien mayor esfuerzo exige a su contrincante, ya no compañero de tertulia. La voz ahoga a la palabra como la ceniza al fuego. Toda verborrea requiere combustible (“¡más madera!” que diría Groucho…), oídos capaces de retroalimentar la ansiedad del que expone su garganta a la ignominia. Y como la voz verborreica se nutre de sí misma, la comunión de las estridencias se eleva por encima de los altares donde yace perdida la palabra, carente de sentido alguno para quien fuerza la voz.

Hay una pulsión que invita al gritón a rodearse de gritones, y en ella sobran los argumentos, las ideas, los pensamientos que ayuden a despejar la duda y la incerteza. Sale de muy adentro ese grito estomacal que usa la palabra como mero vehículo para su exteriorización. Si pudiéramos visualizar esos amagos de diálogo en una lengua que nos fuera completamente ajena, constataríamos la universalización del método: la lengua que se habla a gritos es una mera excusa para la manifestación primigenia de una necesidad gutural que nos une a todos los seres humanos, la de hacer sentir nuestra presencia al otro y marcar el volumen al que deberá ascender quien ose entrar en la pelea.

Por eso quien calla ante semejante desvarío sabe que usa la razón como medida, y en ella se escuda para abrir cuantas puertas y ventanas sean necesarias para lograr que se esfumen los ecos de tanto vozarrón desmedido. Sólo quien sepa escuchar invitará al uso de la palabra a su contertulio, quizás porque en su convencimiento se halle la verdad misma de todo diálogo: la de lograr que entre las voces se alce enriquecida la palabra que dota de sentido la línea que une mi tímpano y tu garganta.

Agustín Ijalba | 28 de agosto de 2006

Comentarios

  1. Marcos
    2006-08-28 15:39

    Saber escuchar es la clave. Soy poco viajado, si se me permite la expresión, y no sé si es un problema español, latino o mundial, pero tiendo a pensar que en España estamos especializados en el grito: no hay diálogo, ni siquiera discusión: es una lucha por defender la idea propia en la que ni tan siquiera gana el que la dice más alto, porque nadie le escucha.

    Saludos.

  2. Roger
    2006-08-29 10:12

    Pues yo he viajado algo, Marcos, y te aseguro que es un problema español.

  3. A. Ijalba
    2006-08-31 14:21

    Recupero de León Felipe un fragmento de su poema “¿Por qué habla tan alto el español?”:

    “El que dijo Tierra y el que dijo Justicia es el mismo español que gritaba hace seis años nada más, desde la colina de Madrid a los pastores: iEh! ¡Que viene el lobo! Nadie lo oyó. Los viejos rabadanes del mundo que escriben la historia a su capricho, cerraron todos los postigos, se hicieron los sordos, se taparon los oídos con cemento y todavía ahora no hacen más que preguntar como los pedantes: ¿por qué habla tan alto el español? Sin embargo, el español no habla alto… El español habla desde el nivel exacto del Hombre, y el que piense que habla demasiado alto es porque escucha desde el fondo de un pozo”.

    El español habla más alto. Cierto. Pero la altura de su voz se correspondía con esos momentos históricos, en los que su soledad le exigía lanzar lejos su mensaje. Tal vez esa atávica pulsión por el grito proceda de nuestro individualismo, de ese afán por sobrevivir en soledad frente a todos. Tal vez por ello nos cueste tanto dialogar. O tal vez sólo sea un tópico. Tal vez…

    Marcos, Roger, un fuerte abrazo.


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