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Retales por Agustín Ijalba

Agustín Ijalba es escritor. Durante dos años mantuvo la columna de análisis de la realidad Por arte de birlibirloque En este espacio publicará Retales todos los lunes. Retales dejó de actualizarse en febrero de 2007.

El cero

No hay manera de acercarse a algo cuya presencia nos delate la corrección de su nombre. Su contorno encierra un vacío especular. Es la viva representación de la nada. Es lo que no es, y ello, aun siendo tan evidente, a nadie escandaliza. Número ausente y circular que alimenta la locuacidad del matemático, al que su mera dicción da alas. Volar, sí, volar sea quizás una razón sutil para justificar su existencia: gracias a él, el sistema decimal funciona como funciona y permite elevarse y mirar por encima de los números a los billones multiplicarse con los trillones en una inmensidad parecida a la de los océanos. Fascina su capacidad para urdir caminos, para definirse como lugar de origen, para discernir acerca de lo positivo y lo negativo, para delimitar categorías seculares, para engañarnos en el cómputo de los años y de los siglos.

La trama de su origen nos dice que vino de lejos, y que Occidente tardó en adoptarlo, contrario como era a admitir algo que no fuera algo, una seria disputa al principio de no contradicción. La fascincación que debió provocar en los primeros matemáticos que lo acogieron dejó huella, pues de inmediato se hizo imprescindible. Hoy no habría sistema decimal ni binario, y no sería concebible el lenguaje por el que ahora mismo logro transmitiros estas palabras desde mi ordenador. ¿O habríamos inventado otra entidad sustituta que hiciera las veces? Seguiría siendo proclive a la paradoja de nombrar lo innombrable.

Dicen que su invención se produjo precisamente allí donde la certeza de la ausencia alcanzaba la naturalidad de las cosas, donde la presencia del vacío y de lo-que-está-pero-no-está-porque-se-ha-ido-pero-nunca-vino sería algo así como la mera dicción de un nombre: la India, en toda su plenitud, fue capaz de alumbrar un hito y regalárnoslo con la bondad con la que se regalan los mejores y más hermosos anillos. Porque el cero, amigos, es como un anillo, como una sortija que sellara la alianza entre lo que alguna vez pudo y no pudo contarse.

Agustín Ijalba | 30 de enero de 2006

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