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Retales por Agustín Ijalba

Agustín Ijalba es escritor. Durante dos años mantuvo la columna de análisis de la realidad Por arte de birlibirloque En este espacio publicará Retales todos los lunes. Retales dejó de actualizarse en febrero de 2007.

El voto

Los análisis políticos se alejan cada vez más de la realidad, e insisten en el error de considerar la voluntad popular como la manifestación, precisa y veraz, de lo que en un lugar y momento determinados desea un ser vivo virtual llamado sujeto social. Atender a razones podemos si de razones hablamos. Pero intuyo que no es el caso.

Titulares de prensa ya clásicos tras las elecciones o los referéndums insisten en definir un resultado determinado como un voto de castigo del pueblo vasco, español o francés al partido gobernante, al recibir sus propuestas menos apoyo que el logrado en anteriores votaciones. A rizar el rizo se ha llegado con motivo del referéndum francés acerca de la Constitución Europea. Cada columnista sacaba su varita mágica y desvelaba el secreto mejor guardado de la ciencia política: era precisamente la razón que exponía en su artículo, y no otras, la que justificaba el triunfo del no.

Pero no hay razón para justificar del modo que se ha hecho, a posteriori, el sentido de un voto, cuando era previsible que ese voto fuera sí o no (valga la perogrullada), salvo que se tuvieran escritos dos artículos alternativos, en función de cuál fuera el resultado definitivo. Es tan amplio el caleidoscopio del no, son tan abundantes las razones que pudieron mover a cada ciudadano a decir lo que dijo, que bien cabría afirmar que son tantas como ciudadanos. Lo mismo vale para el sí.

Trato con ello de advertir frente a la burda generalización a la que nos empujan los estudios demoscópicos y los análisis postelectorales, tan del gusto del periodismo dominante. Hay una frontera infranqueable en la que la razón del ciudadano no atiende a otras razones que no sean las más inmediatas que le apunta la suya propia. Y en ellas se afirma como individuo libre y diferente, único y veraz, tan veraz como su voto. Aunque luego lo mezclen junto a otros en la trituradora estadística, y lo amasen y moldeen hasta convertirlo en una línea quebrada entre dos ejes, la realidad de su voto es tan simple y demoledora que lo último que necesita es que lo justifiquen.

Agustín Ijalba | 06 de junio de 2005

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