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Retales por Agustín Ijalba

Agustín Ijalba es escritor. Durante dos años mantuvo la columna de análisis de la realidad Por arte de birlibirloque En este espacio publicará Retales todos los lunes. Retales dejó de actualizarse en febrero de 2007.

Muertes

La muerte, dicen, nos iguala. En ella nos reunimos todos a confirmar algo que, no por esperado, nos parece menos evidente. Unos más que otros, tratamos de retrasar el encuentro, aferrados a la vida entre un tiempo que fue y otro que aún está por llegar. Alejados del canal de la existencia, observamos no obstante sus corrientes, y vemos en el petril del puente las huellas que dejaron otras manos al ser arrastradas por el agua embravecida de la riada.

Pero no todas las muertes son iguales. Hay muertes violentas y muertes sosegadas. Muertes por accidente y muertes esperadas. Muertes que son dulces y muertes amargas. Muertes silenciosas y muertes con boato. Muertes todas ellas que transportan el cadáver de alguien que dejó de ser para transformarse en el eco de su propia vida.

Porque la muerte te trae el recuerdo de lo que fue, hay muertes que delatan la miseria de un mundo que ya no es, de un mundo cuyas aristas se pierden en la niebla tenebrosa de las pateras, o en las alturas imposibles de los andamios, o en las calderas incandescentes de las industrias cuya moral carece de ventilación.

La escasez hace del tiburón una fiera de presa, dicen. Le obliga a rebajar los costes del negocio con tal de mantener inalterados los porcentajes en los que mide su riqueza. El problema radica entonces en saber cuándo el tiburón sufre de escasez. Porque hay escaseces y escaseces. Como hay muertes y muertes.

No me sirven los argumentos incapaces de delatar nuestra enfermedad. Nos dejamos morir, dejamos que los mejores de nosotros mueran en unas condiciones en las que nadie querría morir, víctimas de un engaño fabricado por nuestras propias conciencias, convencidos aún de la fatalidad del destino.

No nos engañemos: con ellos morimos todos un poco. Con sus muertes, dejamos que nos mueran a trozos, perdemos con sus vidas parte de las nuestras. Presos de una vieja sed que absorbe el tuétano de nuestra sensibilidad y nos adocena, ni siquiera llegamos a advertirlo.

Agustín Ijalba | 17 de enero de 2005

Comentarios

  1. maggy
    2005-01-17 12:30 Cosa cierta, la muerte.Terrible,pero llegará

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