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Porque me quité del vicio por Elia Martínez-Rodarte

Vicio es todo en exceso y desmesura hasta que lo abandonamos por un nuevo vicio, o nos convertimos en coleccionistas de ellos. Nunca es tarde para desechar uno y encontrar otro nuevo. De los vicios y pasiones que exponen nuestra humanidad hablaremos aquí, en este espacio comandado por Elia Martínez-Rodarte, mexicana, viciosa y escritora, autora de ivaginaria, el día 6 de cada mes.

La voluntad de las plantas

Ahora que uno tras otro los huracanes han azotado mi ciudad, con apenas un par de meses de reposo, y en un territorio con escasa infraestructura para soportarlos, lo único que quizás puede verse con alegría es el florecimiento de nuestra vegetación: una escena que dadas las condiciones adversas, puede ser muy apreciada.
Al ver mi jardín, que apenas se contiene de sus propios poderes y explosión vital, pienso en todas las horas que me he pasado observando a las plantas como si ante mis ojos fuesen a crecer. Huracanes o no.

Soy una mujer que hace jardines desde hace relativamente poco. Antes tenía alguna maceta por allá y acá. Un agave que murió pequeño por la estupidez de un compañero de casa que tuve y una Julieta: la planta que ha durado más a mi lado: más de 10 años. Más que cualquier ser vivo, con excepción de mi perro Raxe.

Hasta poco más tres años me llené de plantas y de macetas con toda clase de flora: desértica en su mayoría y carnosas. Los potes de barro llegaron de la mano de mi pareja uno por uno, muriéndose algunos y creciendo otros; plantamos juntos un árbol de limones, sávilas, yucas, todas las especies de cactus que podemos obtener, nopales, pequeños arbustos…

Y quizás lo que más me ha gustado aprender de ellas es que cada uno de nosotros se aproxima a la naturaleza y a su conservación doméstica de una forma diferente. Todas las aproximaciones con el mismo objetivo: preservar la belleza de un jardín.

Ante las plantas sólo existen tres tipos de personas: las que les caminan encima de ellas sin importarles que existan o las maltratan de alguna forma, el abyecto tipo según mi forma de ver. Cortan árboles indiscriminadamente si van a poner una explanada de cemento, no riegan las plantas y en caso de los menos inofensivos, piensan que la vegetación es parte de un panorama que por sí solo puede preservarse.

Están los que doman a la flora, a la naturaleza: sacan plantas de las macetas si éstas no les dan flores, les dan tratamiento rígido y les condicionan rutinas de riego y crean jardines con un rigor al que las plantas se acostumbran, casi con mansedumbre, adaptándose. De esa materia están hechos los campesinos, los agricultores, los herbolarios y quienes se dedican a preservar la flora en invernaderos. Es la gente que se dice. tiene mano. Que echa unos meados en la tierra y un par de semillas y brota un cañaveral. Poseen truco con la madre tierra.

Y creo que yo soy de las que se dejan domar por las plantas. Doris Lessing decía que no se podía atender un jardín si no era de rodillas sobre la tierra, lo cual hace que sus hijos la riñan todo el tiempo por estar agachada sobre sus matas. Pero es otra mujer domada, que debe de ver de cerca cómo se expanden las hojas, tocar las flores, las espinas, las orugas y los pequeños insectos que hacen de nuestras plantas sus casas.

Yo sé que crío a las plantas como una madre azotada y obsesionada, y espero con un temor judeocristiano que esa devoción nunca me de los frutos de un cactus podrido, un nopal contaminado de hormigas, un arbolejo disminuido por las orugas o un pie que nunca floreció. Toda la culpa a mis ojos siempre será mía aunque a la naturaleza entera en ese instante no se le haya pegado hacer florecer a ninguna planta. Estamos a merced de sus designios, y quizás nos preocupamos demasiado: mucha mente y obsesión en un proceso que se abre paso a la vida sin nuestra ayuda, desde hace millones de años, y a su propia voluntad.

Por eso la fuerza de los huracanes que deposita montones de agua en nuestros jardines, pudriendo plantas y haciendo brotar nuevas, es el ejemplo de que la naturaleza, pese a nosotros, se manda sola.

Elia Martínez-Rodarte | 21 de septiembre de 2010

Comentarios

  1. Cayetano
    2010-09-21 13:33

    Encantador, hasta me ha hecho reflexionar La voluntad de las plantas

  2. José Eburi Palé
    2010-09-22 02:23

    El ser humano-reino animal- se extinguiría en horas, si no existiesn las plantas-reino vegetal-en el planeta.

    Dos minutos de reflexión sobre este aserto y lo demás es por añadidura.

  3. pablo candal
    2010-09-22 05:28

    A pesar de toda la fiereza con que tratemos a las plantas, ellas en su infinita fuerza nos dotan de dulzura en sus aromas, sus frutos, vistas generosas, suculentas hojas. Ellas no necesitan mas que sentido común, así como sobran los dones por cuidarlas, la responsabilidad de su cuidado es proporcional. No sería capaz de adquirir una planta come-hombres como la de los locos adams y esperar que se adapte a un mini-departamento ni una orquidea sofisticada cuando somos agentes viajeros… La plantas son un recordatorio de la fragilidad de nuestra naturaleza frente al retrete, en el alfeizar de la ventana en la cocina a 50 metros de altura, un toque de bondad en el taller rodeado de piezas automotrices.. Poseer una plantita en casa es lo que mas nos acerca a la bondad de estar vivo..

  4. melina
    2010-09-22 06:50

    bellisimo relato! gracias por recordarlo. te recomiendo un escritor nuevo: Debret Viana
    www.infimosurbanos.blogspot.com

  5. Elia
    2010-09-22 10:27

    Gracias a todos y a todas por pasar a comentar, y por compartir el amor a la naturaleza.
    :)
    Amor.
    E.


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