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Porque me quité del vicio por Elia Martínez-Rodarte

Vicio es todo en exceso y desmesura hasta que lo abandonamos por un nuevo vicio, o nos convertimos en coleccionistas de ellos. Nunca es tarde para desechar uno y encontrar otro nuevo. De los vicios y pasiones que exponen nuestra humanidad hablaremos aquí, en este espacio comandado por Elia Martínez-Rodarte, mexicana, viciosa y escritora, autora de ivaginaria, el día 6 de cada mes.

Apunte sobre el bolso

¿Qué importancia le dan los hombres a la bolsa de sus mujeres? Porque nosotras cargamos en sus dentros la mitad de la vida aunque no lo necesitemos.

Dentro de los bolsos las chicas portan a casi todas las mujeres que ellas son, con todos sus matices y sus circunstancias. Maquillaje, dinero, toallas sanitarias, la plancha del pelo, las medicinas, cambio de ropa, cambio de identidad, incluso un cambio de vida.

Es mejor no averiguarlo. Si quieren cargarla y ayudarle con el bulto, pues allá ustedes, pero si desean saber de sus contenidos arriésguense a encontrar una trampa de oso, y sorprendentemente, a llevar un artículo de carga inusualmente pesado (trampa de oso o no).

En las bolsas de las chicas se encuentran universos paralelos en donde sus verdaderas identidades salen a la luz y sus personalidades florecen: las cualidades buenas, las malas y las inescrutables.

Es benévolo que carguen medicinas o pañuelos desechables, curitas, alkaseltzers, pastillas antiácidas, condones, lubricante y toda la serie de aditivos que meten o untan al cuerpo; pero he visto locas que llevan platos de comida descubierta en sus dentros, y a través de la humanidad los bolsos han sido el sitio a donde se va a guardar lo que un@ se roba.

Y si las de la bolsa tienen hijos, verán en los dentros de los bolsos desde leche en polvo, biberones, chupones, pañales, toallitas húmedas y las cartillas de vacunación de las criaturas. Todo ello conviviendo en sana armonía con la bolsa de plástico que lleva la ropa del niño recién vomitada de lechita agria.

Tengo una bolsa que guardo con mucho cariño porque una vez me surtí a alguien en el metro de Nueva York con ella. Me la acababan de regalar y acto seguido, cachetee a una persona con la misma, resultando un arma maravillosa en contra de los patanes. Nunca he sido tan feliz golpeando a una persona con mi bolsa; si llevan en ella una plancha o un objeto metálico, se convierte en un arma mortal. Ese bolso era demasiado pequeño como para guardarle un fierro adentro.

Ningún ladrón o asaltante resiste el impacto de un fierro inserto en el interior de ellas, el cual bien aplicado en la jeta de los atracadores, pueden causar un atarantamiento absoluto. O una fractura de mandíbula.

La historia de la bolsa y los asegunes que he enlistado, sirvan para hacerle un homenaje a mi bolsa de terciopelo fiucsa, porque me ha servido recientemente como almohada.

Tuve que regresarme en friega a mi ciudad por una urgencia familiar y utilicé a mi bolsa enorme de franela como una almohada sobre el asiento del autobús, ya que no pude conseguir un boleto de avión que me regresara al hogar, sitio de los imponderables a donde debía de retornar debido a un asunto familiar de atención primaria.

Sin embargo cuando me enteré que yo debía de usar la bolsa para poner a reposar mi cabeza, me sentí segura, con ese extraño afán de señora de rancho cuidando el monedero, esa misma ansia que tenemos las mujeres del norte de México: llevar los centavos clavados en el sobaco. En este caso, iba a dormir cuidando mis posesiones de la bolsa durante un largo trayecto.

Además recordé las muchas formas en que un bolso, cualquiera de los que tenga, me ha auxiliado en mi vida: a cuántas personas he golpeado con ella; de cuántas situaciones me ha librado al tener que entregarla a asaltantes y o atacadores de diversa calaña; de todos los momentos que nos ha librado a amigos cuando se trata de pagar las cuentas o acabalarlas.

En una ocasión sacamos agua de un río con mi bolsa de mezclilla. Un verano en Parras cargamos seis botellas de vino para ingresarlas a un evento, y cientos de veces hemos llevado comida en sus dentros para marranear en el cine hamburguesas a la parrilla recién hechas. Con todo y papas a la francesa.

Vaya esta loa para agradecer a el inventor o creadores de la bolsa, fuente de nuestros secretos, cueva de nuestras vanidades y centro universal de las medicinas y curaciones de todas las cosas que las mujeres aportamos a la humanidad dentro de ese morral de maravillas del cual tod@s abrevamos.
Post scríptum: Porque me quité del vicio recibe todos tus comentarios y sugerencias en: elia.martinez.rodarte@gmail.com

Me encuentras también en @Ivaginaria en Twitter y en Facebook.

Elia Martínez-Rodarte | 21 de abril de 2010

Comentarios

  1. gatopeich
    2010-04-22 02:20

    Esto qué es, un elogio a las faltas de ortografía y gramaticales?
    Una cosa es ser de México y otra que ni siquiera concuerden los géneros de sujeto y adjetivo.

  2. Admin
    2010-04-22 10:33

    Error de los editores; la autora envió un texto corregido que tardamos en editar.

    Saludos


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