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Propaganda principesca y connivencia mediática

Marcos Taracido

La concesión del Premio Príncipe de Asturias del Deporte a Fernando Alonso viene a confirmar la labor propagandística de la fundación en pro de afianzar la figura del futuro Jefe de Estado de España. Sólo veo una razón para concederle el premio al excelente conductor de coches deportivos: aprovechar el tirón mediático, sobre todo entre la juventud, del que la actual sociedad de la imágen y la levedad ha encumbrado como hombre del momento.

El jurado del premio destaca las victorias y récords —de precocidaz, añado yo— labrados desde su niñez —¡pero si es un niño todavía!— como el principal motivo de su elección, obviando que el piloto, salvo algunas victorias parciales, todavía no ha ganado nada de relevancia mundial o histórica en lo que al deporte se refiere (¿qué pensará Carlos Sáinz, sobre el éxito y el sacrificio, tres veces campeón del mundo, o Michael Schumacher con siete campeonatos?); y admitamos que la Fórmula 1 es un deporte, si acompañamos esa afirmación de otra incontestable: el piloto es, como mucho, la mitad de la razón de sus éxitos, pues sin contar con la tecnología no sería absolutamente nadie.

Veamos: ¿qué pensarían las redacciones y tertulianescas si el Príncipe de Asturias de las Letras fuera concedido a, por ejemplo, Carlos Ruíz Zafón? Seguro que escribe desde niño, y duramente, y antes del enorme éxito de su última novela ha publicado otras cuatro. Podrían dárselo también a Javier Cercas, que ha publicado cinco libros, uno de los cuales se editó con reincidencia y que comparte con Alonso la medianía de su éxito: la mitad se debe a su habilidad escritora y la otra mitad al márketing.

Pero el pasmo, una vez más, viene del silencio, de la connivencia mediática, del mantenimiento sin fisuras del pacto tácito de limitar la libertad de expresión en lo que a la monarquía se refiere, de perpetuar sin resquiciso para la crítica el testamento político de Francisco Franco, de no cuestionar siquiera tácitamente un modelo de estado «democrático» que elige a sus máximos responsables por cuestiones de sangre: Felipe de Borbón reinará sin haber sido elegido por los ciudadanos, y esa incongruencia que mina nuestra democracia es el motivo de maniobras propagandísticas como la Fundación Principe de Asturias, maniobras que alientan y aplauden toda la corte de medios de comunicación de este país.

Marcos Taracido | 09 de septiembre de 2005

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