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Guinea y la niebla

Marcos Taracido

Una de las huellas palpables de la desmemoria que se viene practicando oficialmente —planes de estudio, pero también Medios de Comunicación y los sucesivos Gobiernos— es que muy poca gente en España sabe —o recuerda— que Guinea Ecuatorial fue colonia de España hasta 1968; de los jóvenes, ninguno. Esto viene muy bien para las extrañas maniobras que se suceden estos días; viene bien, porque no se sabe qué es Guinea, ni quién la gobierna... y por la tanto la niebla hace mejor su trabajo de despiste: se puede enviar urgentemente dos buques de guerra hacia aquel país y evitar dar explicaciones a nadie; se puede después decir que no iban allí y más tarde, decir que sí, pero que iban en misión cooperativa, sin más. ¿Iban armados? No sé, quizás, pregúntenle al Ministro de Defensa, que son suyos y el hombre está más acostumbrado a decir cualquier cosa y que no pase nada. Esta bruma de no-datos es perfecta para no tener que explicar cómo España apoya a una dictadura, cuando todos sabemos que nuestro presidente y su Gobierno luchan denodadamente por acabar con todos los dictadores y traer la libertad al mundo. Además, en la espesa calima que se forma entre el olvido y la desinformación institucionalizada, uno será incapaz de discernir si este cortés apoyo castrense se trata de que Aznar y Obiang son muy amigos —vamos, como Aznar y Gadafi, o, por ejemplo, como Aznar y Sadam hace 4 años— o simplemente de que Estados Unidos utiliza a España como recadero bélico. ¿Y qué pinta Estados Unidos en Guinea? Pues en un principio, uno no entiende nada, porque hace menos de una década abandonó todos sus proyectos allí porque el petróleo no era productivo; en realidad, oficialmente abandonó el país porque se pisoteaban sistemáticamente los Derechos Humanos, aunque ahora vuelve allí y se siguen pisoteando: ¿otro encendido de la máquina de humo? Y es que resulta que en estos últimos años Guinea ha demostrado tener unos yacimientos petrolíferos que pueden hacer que los de Oriente Medio parezcan una fosa séptica a su lado, y Teodor Obiang ya ha elegido a la administración Bush como a los que mejor pueden desangrar el país y engrosar sus arcas particulares. Y en esto llega Francia, gran defensora de la libertad, la igualdad y la fraternidad... de los países que manan oro negro, y dice que el petróleo de Guinea lo quiere para sus compañías petrolíferas, que un poco aburridas de financiar dictaduras por el continente africano tienen ganas de probar con un país nuevo. Pero como llegaron otros primero, la economía de mercado desenfunda algunas de sus poderosas armas de destrucción masiva: arma a una guerrilla por aquí, desestabiliza una frontera por allá, financia a unos cuantos mercenarios para dar un golpe de estado... y así las cosas, en España se recibe una llamada trasatlántica pidiendo un par de barcos con bombas o así, para aplacar en la antigua colonia los ánimos francófonos de pelea, y el ministro, al alba y con tiempo duro de Levante, ordena zarpar a toda prisa, a unas centenas de soldados todavía en calzoncillos por la sorpresa, a unas maniobras rutinarias. Todo esto es una suposición, claro, pero legítima, porque con tanta niebla las preguntas se diluyen y no llegan a los responsables o n escuchamos sus respuestas. Y lo grave, es que ante la niebla poco puede hacerse: sabido es que los faros antiniebla poco más hacen que iluminar a uno mismo, con lo que nos quedamos desnudos ante los francotiradores. Para que se disipe esta humareda densa y pegajosa podemos soplar y mover los brazos y subir a las colinas. Pero poco haremos. Habrá que esperar a que amanezca y la lluvia o el sol aplasten la humareda; o mejor, a que el cambio de estación traiga mejor tiempo.
Marcos Taracido | 02 de febrero de 2004

Comentarios

  1. pqs
    2004-02-03 00:51 bravo! el que ha pisado Malabo sabe que ni España ni Francia ni los USA quieren ningún bién para los guineanos.

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