Ya en la feria E3 de Los Angeles del pasado junio, Sánchez se quedó un poco asombrado del espacio contratado por compañías alejadas de lo que entendemos por juegos tradicionales. Sobre todo Gree, una plataforma de juegos para móviles y sociales japonesa cuya presencia en Estados Unidos parecía más una demostración de fuerza que otra cosa: no estaban allí para enseñar juegos a la prensa, sino para firmar contratos.

Tres meses más tarde, Gree exhibe ante la mirada atónita de Sánchez uno de los cuatro stands más grandes del Tokyo Game Show en el centro Makuhari Messe, tiene a cientos de azafatas exhibiendo marca por todo el centro de convenciones y el resto de los presentes reservan dos o tres lugares privilegiados en sus territorios para exhibir sus títulos en exclusiva para la plataforma. Su fundador y presidente, Yoshikazu Tanaka (uno de los 50 hombres más ricos del país, por cierto, al que aún le falta un lustro para los 40 tacos), dio el discurso inaugural de la feria. La idea es simple: ha llegado el momento de los tablets y los smartphones. No debería escaparse la relevancia de este discurso en el evento más importante de la tierra de las videoconsolas.

Unos días antes, Nintendo, triunfadora indiscutible en los primeros años de esta generación de consolas —tal vez recuerden un cacharro blanco llamado Wii—, presentaba en sociedad y en evento propio la llegada a las tiendas estas Navidades de Wii U, una máquina incógnita a medio camino entre la tableta de andar por casa y una Nintendo DS gigante en la que la tele del salón hace las veces de segunda pantalla. Con un precio superior al de sus competidoras actuales y un montón de dudas sobre su potencial (especialmente en cuanto Microsoft y Sony presenten sus respectivas sucesoras: Wii U es nueva, pero tiene un músculo tecnológico similar al de las actuales PS3 y Xbox 360), aún no está claro a quién se dirigen o en qué mercado quieren operar. Esto no es malo de por sí: Wii y su mando gestual fueron recibidos con similar estupefacción y se llevaron de calle a las familias.

Eso sí: Nintendo no tiene stand propio en la feria abierta por Tanaka. Microsoft tampoco, pero Xbox 360 ha vivido entre la nada y la irrelevancia por aquí, se entiende que hayan tirado la toalla. Sony, por su parte, demuestra que su plan para este año es lucir juegos —-o hicieron en el E3 y en la Gamescom europea— y presenta un stand en el que, aparte de un nuevo modelo de PS3, lo único que importa es probar unos 40 títulos tradicionales. La feria la completan las principales distribuidoras de juegos (Namco Bandai, Square Enix, Capcom, Konami, Sega), ofreciendo juegos que ya conocíamos en Occidente, salvo un par de novedades, y un sinfin de títulos locos que nunca veremos por aquí gracias al maldito cierre regional de las consolas y tiendas digitales. Con un espacio cada vez más creciente para los títulos móviles y sociales, acompañados de otros 50 pequeños stands de advenedizos centrados en el free-2-play y los jueguitos para tabletas y demás. Cincuenta. Puede que Gree aún esté muy lejos de dominar un mercado con la solvencia de las tradicionales Sony y Nintendo —las principales perjudicadas por su empuje—, pero lo que representa es innegable.

Eso sí, Game Boy y Game Gear en su momento no acabaron con las consolas de sobremesa, ni éstas con los ordenadores. No pensamos que Gree y lo que representa —que además se encontrará de morros a Google y Apple cuando intente dar el salto a nuestros territorios— vaya a acabar con todo lo que conocemos. Pero sí estamos firmemente convencidos de que cuanto antes se den cuenta los fabricantes tradicionales de que estos juegos están aquí para quedarse y ser uno de los principales actores del sector, mejor para todos: que Nintendo haya hecho el vacío a la feria por sentirse ofendida ante el nuevo chico rico o por tener miedo a su cultura no nos parece la mejor de las respuestas.