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Los anales perdidos por Jose Antonio del Valle

Jose Antonio del Valle escribe la bitácora Vidas Ajenas y ha colaborado en www.Stardustcf.com y www.Bibliopolis.org. Los anales perdidos se publica el día 22 de cada mes y trata de ser una mirada a personajes e historias medio olvidadas por el tiempo.

El Faraón y la propaganda

Ramsés II
En los tiempos que nos ha tocado vivir, en los que los medios de comunicación se dedican a contar la película según quien les paga en vez de a informar, deberíamos estar totalmente curados de espanto respecto a estos temas. Sin embargo resulta curioso descubrir que la cosa ha sido así toda la vida e incluso, pensándolo fríamente, ahora al menos tenemos la opción de hacernos una idea de la realidad confrontando lo que dicen los unos y los otros con nuestra propia experiencia. Hace unos meses, leyendo para escribir sobre la guerra de Troya volvió a caer en mis manos una historia no menos interesante que la que relata Homero y que tiene mucho que ver con el uso de la propaganda en los tiempos más remotos. Se trata de la historia de la batalla de Kadesh.

La batalla de Kadesh es sin duda una de las más importantes para los historiadores, aunque no apareciera en su día en mi lista de batallas decisivas, la batalla de Kadesh es importante por ser la primera de la que se dispone suficiente información como para reconstruir su desarrollo con bastante detalle aunque, como veremos después, haya distintas interpretaciones. Es también la batalla que da origen al primer tratado entre dos grandes naciones del que se tiene constancia escrita por ambos lados y, además, es un ejemplo de cómo se utilizaba en la antigüedad la información y la limitada capacidad de la gente para acceder a ella.

La batalla de Kadesh se produjo en el quinto año del reinado del faraón Ramsés II de Egipto, no hay acuerdo en la fecha absoluta que eso indica, se duda entre los años 1295 o 1274 A.C., siendo esta última la más utilizada entre las fuentes que he consultado. La batalla fue el último episodio de una guerra por el control de la costa siria entre los imperios egipcio e hitita, que eran los predominantes en aquella época.
El conflicto había surgido cuando los hititas, aprovechando la debilidad de los últimos faraones de la XVIII dinastía, se hicieron con parte de los dominios egipcios en Siria que incluían la ciudad de Kadesh. Los primeros faraones de la XIX dinastía trataron de recuperar el terreno perdido y mantuvieron un tira y afloja con los reyes hititas que llegaría a su culminación con la batalla que voy a relatar.

Como decía, en el quinto año del reinado de Ramsés II, el ejército del faraón se dirigió hacia Siria para unirse a las fuerzas del rey Bentesina de los amorreos, que se había aliado con el rey egipcio para combatir al hitita Muwatalli II. El ejército egipcio estaba formado por unos veinte mil hombres y unos dos mil carros de combate, divididos en cuatro cuerpos con el nombre de sus dioses Amón, Ra, Ptah y Suteh. Frente a él, el ejército de Muwatalli lo formaban un número similar de hombres y carros reclutados en todos los rincones del imperio hitita.

Hacia finales de mayo, la división Amón que marchaba al frente del ejército egipcio llegó a las proximidades de Kadesh, siendo informado el faraón por unos beduinos de que el ejército hitita no había llegado aún. Aquello era muy importante, porque el primer ejército en llegar al lugar de la “cita” tendría más tiempo para descansar antes de la batalla. De manera que el faraón mandó construir un campamento defensivo para esperar a las demás divisiones que aun debían tardar unos días.
Sin embargo, poco después de haber montado el campamento, unos exploradores egipcios capturaron a dos espías hititas que, bajo tortura, confesaron que el grueso del ejército de Mutawalli se encontraba oculto detrás de la ciudadela de Kadesh.
Ante tales noticias, el faraón envió urgentemente mensajeros para que las divisiones Ra y Ptah forzaran la marcha y se les unieran antes de que los hititas les atacaran.

A la mañana siguiente, cuando la división Ra se aproximaba en orden de marcha al campamento, los carros hititas cruzaron el río Orontes y atacaron su flanco derecho por sorpresa, aniquilándola. Los hititas utilizaban un tipo de carro más pesado que el de los del faraón, tripulado por tres hombres en vez de los dos de los egipcios y, a diferencia de éstos, su táctica era la de atacar en masa arrollando lo que se pusiera por medio.
Tras destrozar la división Ra, los hititas giraron hacia el norte con intención de atacar el campamento del faraón. Los hombres de la división Amón vieron con terror como se les echaban encima los supervivientes de Ra perseguidos de cerca por los carros hititas. Sin embargo, las zanjas y defensas formadas por escudos del campamento egipcio lograron detener a gran parte de los carros, que quedaron embotellados mientras sus compañeros, más interesados en saquear el campamento que en la batalla, perdían la ocasión de aniquilar completamente otra división del ejército egipcio.

El Ramesseum
En aquellos momentos parece que Ramsés consiguió mantener la sangre fría y, reagrupando sus carros un poco más al norte, lanzó un contraataque mortal sobre los carros hititas atrapados en el embotellamiento, los cuales no tuvieron más remedio que batirse en retirada perseguidos ahora por los egipcios.
Viendo en ello una oportunidad de oro de obtener la victoria, Muwatalli hizo entonces cruzar el río a una fuerza formada por sus últimos carros, en la que iban la mayoría de los nobles hititas, con la intención de acabar con lo que quedaba del campamento y aliviar la persecución del grueso de sus fuerzas. Y el campamento del faraón estaba otra vez a punto de caer cuando, de improviso, llegaron por el norte los Ne´arin, a los que se ha identificado con una fuerza de aliados amorreos o bien con la división Suteh, que habría seguido un curso paralelo a las otras tres para facilitar su aprovisionamiento en la marcha. Sea como fuere, la nueva fuerza recién llegada en unión de los carros del faraón que volvían rechazó a los hititas que tuvieron que volver a cruzar el río con grandes pérdidas.
En este punto la batalla habría terminado con un empate táctico. El rey hitita contaba solo con su infantería, y los egipcios habían perdido dos divisiones de cuatro, de modo que ante la imposibilidad de continuar la campaña se tuvieron que retirar.

Aunque esa es la interpretación que se ha venido haciendo de las fuentes egipcias, éstas son confusas y a lo largo de los años se han dado otras no menos posibles por lo que sabemos. Así, para C.W. Ceram en los años sesenta, el faraón habría logrado a duras penas abrirse paso y enlazar con el resto de su ejército, siendo el resultado una gran derrota egipcia. En la actualidad se piensa que, al igual que los egipcios, Muwatalli esperaba que llegaran todas sus fuerzas para iniciar una batalla siguiendo el rígido protocolo obligado en las batallas de la época que no contemplaba los ataques por sorpresa como algo admisible. Sin embargo, una pequeña fuerza de carros mandada a explorar el campamento egipcio se encontró de pronto con la columna de Ra, a la que atacó más por inercia que por táctica. La prueba es la no presencia de la infantería hitita tras los carros para acabar el trabajo de éstos. Luego, los carros, siguieron su marcha hacia el campamento que era su objetivo, donde sus hombres se desmandaron en busca de botín y acabaron siendo derrotados. Sin todo su ejército presente, Muwatalli no tuvo más remedio que lanzar una pequeña fuerza ad hoc en ayuda de la primera, y también fue derrotada. Sin embargo, el ejército egipcio había perdido dos divisiones contra una pequeña fuerza, mientras los hititas seguían llegando y concentrándose.

Al final el faraón optó por volver a Egipto tras diezmar a los supervivientes de su ejército por “cobardía”. Siendo también la primera vez que aparece en la historia una costumbre que luego sería utilizada frecuentemente por los romanos. Ramsés se retiró perseguido por una fuerza hitita y la rebelión en sus tierras sirias estalló poco después, pasándose el rey Bentesina entre otros al enemigo.
Con todo lo que hoy sabemos, la batalla de Kadesh fue una humillante derrota para los egipcios. Sin embargo, durante siglos, las fuentes egipcia las consideraron la mayor victoria de todos los tiempos.

Las fuentes que nos han llegado sobre la batalla son dos papiros: el denominado poema de Pentaur (por el copista que lo transcribió) y el llamado boletín de Kadesh; además de las representaciones de la batalla en los muros de los templos de Karnak, Luxor y el Ramesseum. En ellas se nos da una visión muy diferente de la historia. Sobre todo en el poema de Pentaur, se nos muestra a un Ramsés que, abandonado por todos, lucha él solo a brazo partido contra “cientos de miles” de hititas, logrando convertir la derrota en gloriosa victoria. Algunas partes del poema son más parecidas a una historia de superhéroes que a otra cosa:

“ Cuando el rey miró hacia atrás, vio que estaba rodeado por 2.500 carros, y que le habían cortado la retirada una multitud de guerreros del miserable país de Hatti y de los numerosos países aliados suyos […]”.

Abandonado por todos, el rey se encomienda a sus dioses y se lanza a la batalla en solitario:

“[…] Soy como Mentu; mis flechas vuelan hacia la izquierda y lucho a derecha. Ante mis enemigos me yergo como Baal en la hora de la venganza. He aquí que los atelajes que un momento antes me rodeaban yacen deshechos ante mis caballos. Ninguno de mis enemigos ha podido hacer uso de la mano para combatirme, el miedo les paraliza el corazón, y los brazos han perdido el vigor. Ya no pueden disparar sus flechas y les falta fuerza para hacer uso de sus lanzas. Los precipito al agua como si fuesen cocodrilos; caen unos encima de otros y los voy matando como bien me parece.”

“[…] Pasé a cuchillo y maté a todos los que se me pusieron delante, y mientras tanto oía cómo se gritaban unos a otros: “El que está entre nosotros no es un hombre, sino Suteh, el fuerte; Baal se ha encarnado en él y sus hazañas no son propias de un ser humano. Jamás un solo hombre sin infantes ni carros de combate había logrado vencer a centenares de miles de soldados enemigos […]”

El Faraón guerrero en Kadesh
De forma parecida hablan las ilustraciones de los templos, en las que se ve a un Ramsés de tamaño gigantesco que arroja a las aguas del Orontes a cientos de sus enemigos. Pero además, el poema continúa relatando que después de la batalla Muwatalli envía a dos de sus hombres para pedir clemencia al gran faraón: “El país de Hatti yace a tus pies”, le dicen siempre según las palabras del poeta. Y el faraón consiente en hacer la paz y “dejarles vivir”. Cosa bastante extraña para alguien que poco antes había matado con sus manos a casi todo el ejército enemigo.
Sin embargo, la historia nos dice como vimos que el faraón se tuvo que retirar ignominiosamente, lo que hace más creíble que consintiera en llegar a un acuerdo. El rey hitita, por otra parte, estaba más preocupado tras derrotar al egipcio de las amenazas que se cernían sobre otras fronteras de su imperio, lo que probablemente salvó a Egipto de una invasión. De hecho los hititas conservaron Kadesh y el resto de Siria tras la batalla, lo que indica una vez más de qué lado se había decantado la suerte.

Unos años después Ramsés firmaría un tratado definitivo con el nuevo rey hitita Hattusil III que mantendría la paz en la zona hasta la llegada de los pueblos del mar y que ha llegado a nosotros en sus dos versiones. Además Ramsés aceptó como esposa principal a una hija del rey hitita, cosa rara para tratarse de la hija del rey de un país derrotado.

Pese a todo lo anterior, en el país del Nilo la terrible derrota se borró de los anales y se mantuvo en los muros de los templos como una gran victoria. Con la posterior caída del imperio hitita, su versión de los hechos no sería conocida hasta el siglo XIX cuando sus ciudades volvieron a la luz y los hallazgos arqueológicos permitieron una lectura crítica de las fuentes egipcias, con lo que al final Ramsés logró un gran éxito propagandístico.

Con todo, tampoco es la única vez que los egipcios trataron de borrar de la historia lo que no les convenía. Algo similar se intentó hacer con Amenofis IV o Akenatón, el rey hereje, o con la reina Hatshepsut, ambos de la XVIII dinastía, que fueron borrados de los anales. También los griegos trataron, como vimos en otra columna de borrar de la historia a Eróstrato y ultimamente se habla mucho de la costumbre que tenía Stalin de eliminar de sus fotografías a individuos caídos en desgracia. Como vemos, la de la batalla de Kadesh es solo una de las primeras ocasiones en los que se usaron esos métodos. Parece eso sí que lo que tienen en común todas ellas es que al final la verdad prevaleció, aunque nos quedamos con la duda de cuantas historias falseadas se habrán dado por válidas y perduran así aún hoy.

Evidentemente no es lo mismo convencer a una población analfabeta en la que solo unos pocos escribas pueden conocer la historia de primera mano y transmitirla que tratar de colarles un cuento como el de la batalla de Kadesh a gente que sabe leer y puede apoyar su capacidad de juicio en gran número de fuentes diferentes. ¿O sí? Quiero creer que no, pero a veces el día a día me hace sospechar que los viejos métodos funcionan mejor que nunca.
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ALGUNAS FUENTES

  • Batalla de Quadesh en Wikipedia.
  • Boletín de Kadesh.
  • Ceram, C.W. El misterio de los hititas. Destino. Barcelona 1983.
  • Healy, Mark. The Warrior Pharaoh: Rameses II and the Battle of Quadesh. Osprey. Oxford, 2000.
  • Poema de Pentaur.
  • Vázquez Hoys, Ana María. Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto. Tomo I (2ª parte). UNED. Madrid, 2001.
Jose Antonio del Valle | 11 de marzo de 2009

Comentarios

  1. Ñbrevu
    2009-03-12 22:50

    Jeje, la primera mitad me ha recordado a mis viejas partidas al AoE I, hace 11 años o por ahí.

    Pues sí, los viejos métodos de propaganda siguen fiables hoy día, por desgracia. El cuarto poder es lo que tiene.

  2. Jose
    2009-03-12 23:09

    Pasate al Total War, las batallas son batallas de verdad :)

  3. Bel
    2009-03-14 13:35

    Ejem, el Total War es una full, panda frikis!! dónde esté el AoK en red… :)


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