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La guillotina-piano por Josep Izquierdo

La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.

Soberanía, empoderamiento, y búfalos

Con el advenimiento de la democracia durante la modernidad, las viejas ficciones políticas sobre la soberanía, fundamentalmente la del doble cuerpo del rey (el corpus verum, o cuerpo biológico, y el corpus mysticum, o cuerpo político) lejos de desaparecer, se transforman. La nación (el Pueblo) reemplaza al monarca, y la soberanía se dispersa desde el cuerpo místico del rey a todos los cuerpos. De repente, todos los cuerpos conllevan peso político. Pero no se trata de una simple división de la soberanía a tanto por uno san Bruno, sino que cuando los antiguos códigos de comportamiento y etiqueta que fijaban el lugar de cada quién en la escala social desaparecen, los cuerpos devienen menos legibles, y el lugar de cada persona en la nación deja de estar claro y se problematiza. Y por si ello no fuera suficiente, es un lugar común que la característica fundamental de las sociedades democráticas es que el poder es un lugar vacío: nadie lo ocupa en propiedad, y cuando alguien lo ocupa siempre lo hace impropiamente. Zizek dirá que, desde la perspectiva democrática, quien ocupa el trono vacío es siempre un usurpador. Pero ya sabemos que a Zizek le pierden las paradojas.


El tema de la soberanía está cada vez más presente en el debate social y político español en dos de sus vertientes. La que tiene más presencia en la vida pública española es la del llamado “debate soberanista”, vinculado a las nociones anteriormente referidas de nación o Pueblo. Y eso a pesar de los esfuerzos de unos por advertirnos de los peligros de plantearlo, no sea cosa que liberemos la violencia implícita en una soberanía que funda el derecho (la soberanía arcaica de Pardo), o los afanes de otros por reducirlo a una división entre dos o tres: la nación española, catalana, vasca, reformulado también como el pueblo español, catalán, vasco. Es un debate caduco, en mi humildísima opinión, que responde en estos momentos no al deseo de transformar la noción pre-democrática de soberanía, algo que no tiene sentido a principios del siglo XXI como sí lo tuvo a principios del XIX, sino a la esperanza de resistir a sus consecuencias. Que son, por decirlo, en términos muy actuales, los diversos empoderamientos (asunción de su cuota parte de soberanía) que acometen, en el marco de la globalización, los cuerpos biológicos. Obsérvese que en este contexto la globalización es una ilustración perfecta de la metáfora del trono vacío: a pesar de todos sus inconvenientes, cabe reconocer como uno de sus méritos haber hecho casi tangible que el poder es anónimo y su espacio está desierto, haciendo con ello prácticamente ineludible asumir la soberanía que nos corresponde, porque no hay ningún usurpador que la asuma.


Este empoderamiento, esta redistribución de la soberanía y esta asunción del peso político que a cada uno le corresponde; este nuevo “doble cuerpo” ya no del rey, sino del ciudadano que aúna el cuerpo biológico y el cuerpo político, se traduce en España en el protagonismo de los movimientos sociales como la PAH, y aquí y en todo el mundo en las reivindicaciones de género, de orientación sexual, culturales o étnicas que de seguro están en la mente de todos ustedes. Pero este proceso libera, en su devenir, la violencia inherente a toda asunción de soberanía, a todo empoderamiento, que siempre se realiza contra alguien. Como mínimo, contra quien secuestraba la posibilidad de hacerlo usurpando más soberanía de la que le correspondía.


Una paradoja que debería hacer reflexionar a quienes nos gobiernan, o nos usurpan, es que la economía post-industrial que nos ha llevado hasta aquí, fundamentada sobre la desregulación, la reducción y la redistribución del estado entre la “sociedad civil” (esto es, en pepenés, entre la empresa privada) alimenta la metáfora del trono vacío y la necesidad, casi biológica, del empoderamiento. Pero también debería hacernos reflexionar a nosotros: si no somos capaces de adaptarnos a los nuevos tiempos, si no creamos una nueva forma de vida soberana, el tiempo se detendrá para nosotros como para el gran jefe de la nación Crow, que dijo que, después de la desaparición de los búfalos, “nada había sucedido”. Como se ha detenido para muchos de los articulistas de opinión de este país, que siguen creyendo que, tras la Transición, nada había sucedido. Nos conviene que la historia no haya llegado a su fin.

Josep Izquierdo | 20 de abril de 2013

Comentarios

  1. Cayetano
    2013-04-20 13:38

    Interesante, es lo que suele decirse cuando no se quiere escribir más.

    Tras largos años de esfuerzos y arduas negociaciones con mis vecinos (vascos y españoles) he conseguido ser el rey soberano de un pais pequeño (110 m2) donde organizo mi vida (y pensamiento) dentro de los estrechos márgenes que marca la decencia.

    Por supuesto, pago religiosamente aquellas “mordidas” bajo la amenaza (si no lo hago) de que me rompan las piernas.

  2. Cayetano
    2013-04-21 00:52

    Para entender este tuit habría que leer antes esta historia

    Vivimos en las Colinas de Arena como meras sombras, con búfalos y hombres fingiendo estar vivos. Otra metáfora sobre la Realidad (la que otros nos están construyendo)

  3. José Eburi Palé
    2013-04-26 12:57

    …………………………..Pero este proceso libera, en su devenir, la violencia inherente a toda asunción de soberanía, a todo empoderamiento, que siempre se realiza contra alguien. Como mínimo, contra quien secuestraba la posibilidad de hacerlo usurpando más soberanía de la que le correspondía……………………..
    Exacto.
    Y como anillo al dedo para el post:
    http://librodenotas.com/textosdelcuervo/24066/monstruos-y-escraches#c029629


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