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La guillotina-piano por Josep Izquierdo

La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.

Neogótico en Argentina

Charlábamos en Buenos Aires sobre el gótico trucho. Les recuerdos a quienes no están duchos en la vitalidad del castellano argentino que trucho es lo falso imitativo. El gótico argentino es, por definición, falso e imitativo. Trucho. En la conversación hubo siempre cierta incomodidad entre mis amigos y amigas de allá porque la mera utilización del adjetivo implicaba, a sus oídos, una desvalorización. Insistí, tanto como pude, en que nada más lejos de mi intención. En neogótico argentino tiene un valor enorme en un país que guarda escasos testimonios arquitectónicos de su pasado colonial, en buena medida porque Argentina, hasta el siglo XIX, hasta su independencia, fue casi literalmente un Finis mundi colonial, la Fisterra de los gallegos exiliados, el finisterre austral. Apenas un último puerto atlántico que permitia la travesía terrestre hasta Perú evitando la marítima a través del cabo de Hornos.


Argentina es neogótica por pura voluntad de ser durante el siglo XIX. Alguien podría pensar que un país tan esencialmente decimonónico no podía sino construirse espiritualmente como una catedral neogótica. Construirse en un estilo esencialmente romántico, anti-racionalista y nacionalista. Curiosamente, en Europa la asimilación funcionaba porque la revisitación del gótico era, al tiempo, la actualización de las grandes figuras de la historia nacional. La singularidad del neogótico argentino comienza por aquí. Es evidente que la equivalencia entre gótico y pasado nacional excelso no tenía sentido de forma directa, pero sí de forma mediada: remite a la voluntad de ser  una Neoeuropa.


Pero, alto, puede que algo falle en la teoría, porque, en realidad, la mayoría de las construcciones neogóticas argentinas son del siglo XX. Bueno, no del todo: las más significativas, las “auténticas” catedrales neogóticas argentinas se construyen, o se proyectan, a partir de 1880: La catedral de La Plata a partir de 1884; la basílica de Luján, a partir de 1887; la catedral de Mar del Plata, a partir de 1892; la catedral de san Isidro en 1895. Y en la cumbre del delirio neogótico, la catedral laica de la Facultad de Derecho (actual de ingeniería civil) en la avenida Las Heras, cuyo proyecto se inicia en 1909. Para cualquier argentino no haría falta añadir nada más: 1880 es la fecha en que la tradición historiográfica argentina situa la incorporación de la economia argentina al mercado mundial y la consolidación de un modelo económico agroexportador, el grueso del aporte inmigratorio europeo y el fortalecimiento del estado. El neogótico argentino es, en ese sentido, un estilo arquitectónico claramente nacionalista, e incluso podríamos decir que es el estilo arquitectónico de la Argentina moderna.

Josep Izquierdo | 23 de septiembre de 2011

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