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La guillotina-piano por Josep Izquierdo

La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.

Gasolina para la revolución

El gobierno socialista español camina con paso recio por el filo de la navaja. Tanto que está a punto de quedarse sin pies. Dontancredizado y atropellado durante los primeros tiempos de la crisis financiera, decidió que nunca más: antes la muerte que la inacción. Olvidó un elemento fundamental de la política postmoderna, con ello, y es que nuestra sociedad ya no es, y probablemente ya no sea más, una. Son muchas, com multitud de conjuntos que se interseccionan, y la gobernanza en tal tesitura es siempre un dificultoso y  arriesgado ejercicio de funambulismo emocional, de emociones sociales me refiero, y requiere un tacto que, me temo, perdieron en circunstancias tan aciagas.

Reducir la velocidad en autopistas y autovías a 110 quilómetros por hora es una muestra más de esa pérdida del feeling social. Y no lo digo porque a mí me parezca mal. Antes al contrario, me parece que es lo que debe hacer. El lector sabe que mi aversión por uno de los iconos del siglo XX, el vehículo privado, símbolo de libertad, de autonomía y de orgullo del hombre moderno, es tanta que incluso me atreví a prescindir de él cuando aún vivía mi padre. ¿No les he contado nunca que fue camionero, como lo son ahora el resto de mis hermanos?

Aclaremos que la medida no afecta en nada a los vehículos comerciales e industriales, que no podían circular ya a tal velocidad. Es una medida, pues, que afecta exclusivamente al vehículo privado, y como tal está siendo percibida: como un ataque a la libertad y la autonomía del ciudadano, que ve en ella un nuevo peldaño en la progresión de sus limitaciones vitales. Fíjense que si atendemos a las leyes polémicas más recientes, su grado de afectación para la población en general se ha incrementado progresivamente: si creemos a las estadísticas, hay menos gente que fuma (ley antitabaco) de la que tiene conexión a internet (ley Sinde), y aunque el número de vehículos privados en relación con la población ronde el 50%, su grado de imbricación con la vida privada de los españoles es tan alto que difícilmente dejará a nadie indiferente. El torrente de reacciones emocionales que está por llegar dará una buena medida del grado de insensatez al que somos capaces de llegar, por si todavía hubiera alguna duda.

Y todo porque a los libios les ha dado por echar a su dictador a la fuerza, en lugar de dejarlo morir en la cama, como hicimos nosotros. Ni se nos ocurrió secuestrar el sol ni cerrar las playas para que el mundo supiese de nuestro sufrimiento y forzar así su salida. Las revoluciones en el mundo son muy bonitas por televisión, pero me da que la mayoría de la población del primer mundo las está percibiendo como una bofetada en la cara. Con la mano abierta.

Josep Izquierdo | 25 de febrero de 2011

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