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La guillotina-piano por Josep Izquierdo

La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.

La realidad y la realidad de los medios de masas

Sinceramente, se me había pasado que la Liga de Fútbol Profesional había ampliado la jornada de liga a cuatro días, con partido de segunda los viernes y de primera los lunes. Seguramente mis ojos se posaron sobre el titular y lo descarté como “noticia de interés”: que todavía no hubiese fútbol los lunes y los viernes (pues ya lo hay martes, miércoles, jueves, sábado y domingo) era una anomalía, como un sistema operativo que, aún teniendo la capacidad multitarea, la hubiese autolimitado a cuatro programas a la vez. Había de llegar, sin tardanza, como ha sucedido, que implementase una actualización desde la versión 3.1 del sistema a la 3.2.: dicho sistema operativo no es que ahora haga más cosas, simplemente hace las mismas más veces.

Es por ello sorprendente el artículo de Vicente Verdú en El País de ayer, saludando la buena nueva como si de un sociólogo stevejobsiano se tratara, a juzgar por el énfasis inicial del artículo. Nada importante, al fin y al cabo, si no fuese porque tengo la impresión que la opinión de Verdú sobre la cultura de masas y sus medios de comunicación es la opinión divulgada: aquello que creen, firmemente, una mayoría. La frase final del artículo resume adecuadamente su tesis: “En cualquiera de los casos, la cultura ha dejado de ser un alimento sagrado para convertirse en una golosina cuyo noble fin, en medio de esta amarga crisis, es tratar de endulzar el paladar”.

El artículo parece comenzar con una denuncia old style de la alienación de las masas, con menciones al marxismo y, cómo no, a Ortega y Gasset y su La rebelión de las masas: un texto que es más relevante por la perplejidad que manifiesta ante el fenómeno del empoderamiento de las masas que porque dilucide alguna cosa de valor analítico sobre ese mismo fenómeno. La contradicción evidente entre las dos citas que Verdú entresaca de Ortega, esto es, que certifique “el advenimiento de las masas al pleno poderío social” y que afirme después que “las masas, por definición, no deben ni pueden dirigir su propia existencia y menos regentar la sociedad…”, da pié para que Verdú, en el discurrir del artículo acabe impugnando la segunda, y como en un efecto de claroscuro, ilumine la primera como se ilumina el rostro de nuestro partenaire borracho cuando le ofrecemos fuego para ese cigarrillo que hace mucho que dejó de necesitar:

“Pero ¿qué ocurre, sin embargo, ahora cuando la Wikipedia es el centro del saber, la sabiduría se desliza hacia la muchedumbre (the wisdom of crowds, the power of many) y la innovación procede de las fuentes abiertas en la Red? Sucede que es vacuo pensar en un gabinete capaz de diseñar las estrategias de alineación popular para un momento cultural dado y que es ya la misma condición popular quien decide arrolladoramente el diseño del producto. Los chats, las producciones cinematográficas, la programación televisiva, los juegos de la Red, las webs sociales sean YouTube, Facebook o Twitter, sean los intercambios gigantescos, la música, la literatura, el periodismo, el turismo, el porno, el deporte mundial, son fenómenos cuya magnitud imanta la materialidad de lo social.”

A uno le apetece decir, con el Horacio de Hamlet, que “so have I heard, and do in part believe it”. Verdú acaba de decir que las masas dirigen el diseño del producto (cultural, se entiende). ¿Es realmente así, o esa es la realidad que construyen los medios de comunicación de masas? Dichos medios son sistemas sociales que se autoconstruyen: que crean las condiciones de su existencia y las ponen en juego como una especie de máquina de movimiento perpetuo. Pongamos como ejemplo un Madrid-Barça: el espectador de un partido en la televisión es “estresado”, estimulado para que valore el evento en relación con partidos pasados (comentarios, imágenes de anteriores victorias o derrotas revestidas siempre de un ropaje épico o vergonzante) y para que desee ver el siguiente enfrentamiento. Aquí está el motor de la máquina de los medios de comunicación de masas: su supervivencia (que el espectador lo abandone por “la realidad”, como tomar cañas con los amigos) depende de su capacidad para actualizar constantemente el primer deseo provocado, cosa que sólo podrá conseguir si convierte “su” realidad en “la” realidad, haciendo que el espectador viva al ritmo de los medios, interiorice el estrés, el estímulo, como la forma “natural”: como una suerte de universo bienintencionado pero limitado. Internet es una actualización de ese sistema, una extensión de los límites, pero no una destrucción del sistema. Las redes sociales son también un buen ejemplo de lo dicho: el sistema produce estímulos que deben ser correspondidos en el tiempo del sistema, y no en el tiempo del individuo: ahora tenemos más gente con la que contactar de la que jamás hubiésemos soñado, o incluso de la que sería natural. Y ahora necesito a Roger para que me dé la referencia de aquél artículo del New York Times que exponía que el ser humano era incapaz de manejar (de mantener convenientemente atendidos) más de 125 contactos. Ergo, la realidad y la realidad que transmite el sistema de comunicación de masas no son la misma cosa.

En realidad, la metáfora de Verdú es buena: los medios de comunicación de masas son “fenómenos que imantan la materialidad de lo social”, es decir, que actúan de atractores de la realidad (“la materialidad de lo social”), limitando sus movimientos físicos e intelectuales. Aunque creo que Verdú no quería decir esto. Más bien quería decir que “la cultura ha dejado de ser un alimento sagrado para convertirse en una golosina”. Aunque mi opinión es que la cultura ha dejado de ser un alimento sagrado para convertirse en el entero universo autoconstruido por los medios de comunicación de masas.

El pronóstico de Ortega fue que “Europa sufre la más grave crisis que a pueblos, naciones, culturas, cabe padecer”. Aquella crisis de 1929 acabó reforzando el sistema de comunicación de masas. ¿Nuestra crisis actual acabará teniendo el mismo resultado? No me cabe ninguna duda, lo cual hará aún más ardua la tarea de explicar que las “estrategias de alienación popular” existen, y que no son las masas quienes deciden el diseño del producto, sino el producto quien decide el diseño de las masas.

Dicho así parece que me parezca mal, y todo. Pues no, ya que como Toussaint expone en su novela Televisión, en la que un tipo decide dejar de verla, no tener televisión es, en esencia, y como el héroe pronto descubre, no tener un hogar, ya que ese 3 por ciento de la población europea que no tiene uno “está en su mayor parte formada por vagabundos, gente de la calle, delincuentes, presos, solitarios y enfermos mentales “. Y preferiría no formar parte de ese club.

Josep Izquierdo | 05 de febrero de 2010

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