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Kliong! por Carlos Acevedo

Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.

Los tebeos del 15M: Conclusión (más atropellada aún)

Por motivos que no vienen al caso, no he podido mirar como querría algunas fuentes bibliográficas para responder algunas de las preguntas que (me) planteaba por aquí la semana pasada. Es decir, para responderlas considero necesario someter mi razonamiento a la opinión o al trabajo de otros. Cuando hablo de otros, por ejemplo, me refiero a Michael Bajktin y a Umberto Eco, también a Antonio Altarriba (su obra teórica está al nivel de las antes citadas) y Terenci Moix (por un valor, de alguna manera, casi testimonial), y, en último término, a Henry Jenkins y a Wu Ming, colectivo italiano que concibe sus obras como una voz múltiple al tiempo única. Seguro me dejo alguno, pues escribo esto con prisas, pero eso será solventado en el tiempo. Aunque no tenga relación directa con las obras que nacen del 15M. Básicamente, no soy capaz de salir de berenjenal en el que me he metido. Pero lo bonito, creo, es que ese berenjenal es relativo también a los tebeos creados en el marco del 15M, pues por aquí la única pretensión es intentar responder las preguntas que (me) suscitan las obras en su directa relación con el entorno en el que son publicadas así como con las opiniones de otros ante fenómenos químicamente similares.

Llegados a éste punto, creo que me toca hacer, o repetir, una declaración de intenciones. Declaración de intenciones: en mi cabeza, los tebeos o cómics o, vale, Novelas Gráficas, son testimonios industriales de una cultura y yastá. Iguales a pelis, series de tv, discos de/con música, el teatro, la danza y las artes plásticas. En mi cabeza, los cómics son iguales a los libros, así como la visita a un museo es igual a la visita a un cine para ver el último blockbuster. No porque se parezcan físicamente, sino porque los proceso de manera similar. Con matices, claro, pero esos matices son relativos a su materialidad. Es decir, a los medios técnico-prácticos que permiten que ese testimonio llegue a mis manos.

Fuera de esto, lo único que tengo que ofrecer sobre los tebeos que se han creado en el marco del 15M es un juicio: me parece ridículo pararse frente a ellos sin entenderlos como una manera de poner en solfa que el cómic forma parte de la sociedad en la que se genera; así como me parece que, como conjunto, son mucho más solventes que otros testimonios similares, pues en ellos subyace una posición común: erigir un punto de vista y compartirlo. Por otro lado, carezco del tiempo, y de la disposición, para articular sobre ellos un discurso concreto, pues al ser obras colectivas que no funcionan como una única voz, cada una de sus partes merece tanto detenimiento como el que merecen todas las expresiones aledañas al 15M. Hablo de tuits, vídeos hechos por aficionados y la ya incontable proliferación de textos al respecto. Dicho de otro modo, me parece ridículo recurrir al análisis pormenorizado de cada una de sus partes pues eso implicaría generar jerarquías, algo que contradice el propósito último del evento que tratan éstas manifestaciones, éstos testimonios.

Y ahora, creo, toca hacer otra declaración de intenciones. Segunda: Estoy enamorado del 15M, lo veo como la belleza hecha carne. Tanto en sus formas iniciales, a las que en privado critiqué por pura estupidez y en base a apriorismos, como en su deriva actual. Sobre todo por la instancia de diálogo que ha generado y que sigue generando. A partir de eso, considero consecuente establecer que para dar con un juicio de valor sobre las obras que se acercan a tan magno evento está la casilla de comentarios, para que quede como un (posible) debate construido de ideas y sensaciones. Aquí abajo, avispado lector, ni usté ni yo contamos con una tribuna preferente.

Léalos y coméntelos. De eso se trata. Lo otro es, lisa y llanamente, y aunque admita discusión, otra cosa. Más exactamente, un berenjenal. El mío.

Carlos Acevedo | 27 de septiembre de 2011

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