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Kliong! por Carlos Acevedo

Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.

Esas señales han sido siempre el truco de los tímidos o de los neuróticos.

En más de una ocasión he dicho o insinuado que el estado del cómic en España es tan bueno que para su éxito comercial han tenido que cambiarse de nombre y entrar en esa dinámica que tanto gusta en salones y suplementos: la de preguntar a los expertos acerca de si lo correcto es referirse a un testimonio cultural así o asá y que implica esa variación léxica. Lo cual me obliga a meditar. Por ejemplo, ahora mismo intento dirimir acerca de si la importancia del lenguaje refiere una preocupación por el añejo y sospechoso concepto de consenso para referir la vehiculación de la cultura o simplemente se sostiene por la capacidad de elaborar sloguns™, consignas que permitan erigir un nuevo escenario donde los intercambios de opiniones sólo acoten un terreno: el publicitario.

Otro elemento que siempre me ha ayudado para decir que el cómic Made in Spain está de un buen ver implacable tiene que ver con un modelo de crítica, reseña o comentario que basa su accionar en detectar en las obras elementos que quepan dentro los parámetros humanistas de lo que debe ser el arte. Baremos que sólo inciden en un protocolo de lectura, generando una vaga sensación de consenso que está mucho más cercana a un modelo reaccionario de entender la cultura que a la articulación de un nuevo juicio. Por ejemplo, se habla mucho de la relación entre la mirada y la esencia humana y otra serie de cosas muy bonitas que acaban por generar una idea moral que considero inapropiada, acomodaticia e infantil, no porque difiera de mis propios principios morales, sino porque establece un diálogo que sesga las libertades formales y obliga a poner en juego un mecanismo relativista que poco ayuda a la seriedad y que mucho juego da para la tonterida ominosa que tanto gusta a las madres.

La lista podría ser más larga, pero con estos dos elementos basta y sobra para decirte, avispado lector, que el cierre de Kiss Comix no sólo debería generarnos tristeza por el hecho en sí, sino por todo lo que implica. La sola existencia de Kiss Comix era una respuesta vigorosa e inapelable a los fenómenos que acabo de enunciar y me parecía importante subrayarlo. En Kiss Comix se practicaba la libertad y el poner en solfa varias acepciones de la moral, porque su coartada porno permitía espacio suficiente para sostener ambas cosas: la mayoría de la gente va a lo que va y eso siempre deja espacio suficiente para construir una marginalidad frecuentada.

Ahora, snif, sólo queda pedir por un minuto de silencio y porque la vida de El Jueves sea larga y fructífica.

Carlos Acevedo | 06 de septiembre de 2011

Comentarios

  1. Simon
    2011-09-06 13:31

    Maravilloso.


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