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Kliong! por Carlos Acevedo

Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.

Un camino que se publicita como imparable

El premio nacional de cómic ha caído sobre El Arte de Volar, cosa que no me podría parecer más sensata y bella. Ya lo he dicho, la obra de Altarriba y Kim me parece de un valor incontestable e incluso incomparable. Hace poco la releía y daba buena cuenta de cómo en ella hay una serie de elementos dignos de un aparato retórico propio de la hermenéutica; elementos a los que no nos hemos referido y que ahora tampoco entraré a detallar. Lo cierto es que ahora mismo me interesa cómo la fusión de sus elementos permiten una lectura amplia y sin sesgos. Y no por nada, no, sino porque la mayoría de los medios han subrayado lo mismo. Pero tampoco pasa nada, no creo que haya nada de qué quejarse. También pensaba en los engarces casi perfectos que rondan toda historia, y en como su complejidad se vuelve aún más sórdida en una obra sustentada en un factor emocional como lo es El Arte de Volar

Vamos, que lo del premio me parece fantástico porque encarna al mismo tiempo reconocimiento y porque alarga la vida del cómic en un mercado donde a los seis meses los tebeos ya se jubilan de las estanterías y suelen pasar a estar disponibles sólo por encargo. Es importante que un tebeo de ésta envergadura se mantenga en el tiempo, no sólo por el tema que retrata, la historia reciente de España, desde la Guerra Civil hasta antes de ayer, donde el estado bienestar se rige bajo parámetros difícilmente asumibles; sino por el modo en que lo retrata, el modo en el cual se construye su historia y, también, el modo en que tanto Altarriba como Kim logran realizar su trabajo de manera ejemplar, multiplicando sus propiedades estilísticas de forma exponencial hasta parir una obra maestra. Pero esto ya lo sabéis.

En cualquier caso, yo venía aquí a comentarles otra cosa. Otra cosa: toda la gente que conozco, leo o, simplemente, con la que comparto espacios virtuales y está más o menos vinculada al mundo de la narración secuencial sabía en su interior que el premio iba a ser para El Arte de Volar. Esto por un lado habla de un premio justo e indiscutible, nadie ha salido diciendo que debería haber ganado otra obra, pero por el otro habla de la absoluta falta de sorpresa que nos depara un organismo estatal respecto a un ámbito cuyo rédito cultural es relativamente recuente. De alguna manera, el hecho de que los cuatro premios nacionales de cómic entregados hasta la fecha coincidan con el premio del Saló del cómic de Barcelona, nos indica que la gestión del premio nacional está más cerca de sustentar las claves propias de los espacios del medio que de crearse una autoridad propia que permita formular una suerte de alternativa respecto a lo que se propugna desde las catedrales del cómic patrio. Todo salón es, en definitiva, un lugar de encuentro para profesionales y seguidores del formato, pero, al mismo tiempo, es también una suerte de estudio de mercado (mal que mal, su estructura y funcionamiento se basan en que los productores se acercan con sus productos y los compradores con sus necesidades) que no debería definir una noción absoluta de lo que es o ha de ser el cómic. Sonará naif pretender que el premio nacional del cómic se solventase en construir un juicio independiente de la lógica del mercado, pero no deja de ser útil exigir tal independencia al menos para tener un organismo en el cual se nos permita contrastar juicios de valor, porque todo premio es un reconocimiento basado en un juicio de valor. Pero claro, hablábamos que la mayoría de la gente vinculada al mundo del cómic sabía que el premio caería en El Arte de Volar.

¿Por qué se produce éste acuerdo? ¿De dónde viene? ¿Por qué El Arte de Volar y no otro? ¿Porque, como apuntó algún imbécil por ahí, habla de la guerra civil? ¿Es el eje temático lo que resulta atractivo? ¿Es su vindicación del medio lo que convierte a El Arte de Volar en un cómic necesario?

Creo que las respuestas a todas éstas preguntas son, ahora mismo, innecesarias, porque la pregunta de rigor, la que a mi me interesa, es otra: ¿Qué pasa si el día de mañana nos encontramos con obras escritas y dirigidas a ganar el premio nacional? Digo, así como hoy vivimos, gracias a lo de la novela gráfica, en una época donde gran parte de la producción está más cerca de ser un ejercicio de estilo que de la verdadera experimentación. ¿Qué pasará si el cómic se sigue dirigiendo a un ámbito de dudosa concepción como puede ser la novela gráfica? Ni idea. ¿ Y si nos veremos obligados a asumir que hay una sola manera de hacer las cosas a fin de obtener éxito o, cuanto menos, poder vivir de lo que se pretende hacer? Hombre, pues nada, que cada uno hace lo que quiere o lo que puede. ¿Vivir como creador implica subirse al carro de las modas? O al carro de lo que te pidan hacer, sí. ¿Cuál es la diferencia de escribir y dibujar para un mercado y escribir y dibujar en un mercado? Esa diferencia brutal es que la futuras ediciones del premio nacional habrán de llenar y, si todo sigue como va hasta ahora, aquí estaremos para echarnos unas risas.

Carlos Acevedo | 23 de noviembre de 2010

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