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Kliong! por Carlos Acevedo

Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.

Sentarse con prudencia, a la espera de Noticias

Hace no mucho, el ensayista Eloy Fernández Porta decía que de llevarse cosas para leer en una isla desierta, se llevaría la obra de Shakespeare. Pero, eso sí, sin el canon o sin esa lógica que se ha erguido como único horizonte de lectura, como único protocolo para desentrañar lo que hay dentro de la obra del más mejor contemporáneo de Cervantes. De esta manera, Fernández Porta denunciaba al humanismo como centro del canon mientras ponía en entredicho la lógica de El Archivo Cultural. Dicha lógica, al igual que la de el canon, basa su movimiento en satisfacer una maquinaria de producción de recuerdos a partir del material que no ha sido recopilado. Es decir, falsea u omite el trasunto histórico comprobable en función de elevar de categoría a las sensaciones. En fácil: el canon dispone de la trascendencia de una obra según pueda usarla como ejemplo de profundidad pero no en plan ontológico, no. En plan ligón culturetas: “oh, qué profundo soy” y toda esa cala. Así, por ejemplo, el acto de destinar al olvido las intrigas palaciegas que sostienen a Hamlet para realzar el monólogo del ser o no ser es una tendencia que sólo se sostiene en un protocolo de lectura parcelado voluntariamente a fin de sostener la tesis como, no sé, por decir algo, gracias Shakespeare y Cervantes la modernidad logra un ímpetu que, ejem, acabaría definiendo el eje del canon.

Bien. Ahora, una pregunta que me despierta por la noche: ¿Qué hacemos con las obras que se construyen a partir ese ideal de trascendencia?

Curiosamente, el interés por esa manera de entender la producción cultural que sostiene su lucha en el sometimiento de lo narrado a lo anímico es el principal sostén del auge de La Novela Gráfica. El otro, pfff, es el largo aliento. Esta etiqueta, de la que ya hemos hablado en otras ocasiones, define la contemporaneidad del tebeo a a partir de la formulación de un estilo que exprime lo anímico como el bastión esencial de sus resortes narrativos; los cuales son abordados desde una perspectiva que sólo premia una estética probada. Una forma de hacer las cosas a la que se le supone una cierta capacidad de fomentar un protocolo de lectura apto para el medio. Dicho esto, y desde esta perspectiva, ¿Quién ama a las Fresas? (Astiberri, 2010) de Clara-Tanit Arqué es una obra super moderna en tanto parece ser una obra construida para formar parte de este estilo, de esta constante ya generacional que se construye a partir de la pornografía sentimental de personajes que sostienen su narración en el encuentro de un yo que, más allá de cualquier consideración metáfisica u ontológica, descansa en algo tan manido como la construcción de la identidad a partir de la interrelación con un entorno que dibuja diferencias insalvables.

Pero ojo, que ¿Quién ama a las Fresas? tiene un valor: el desarrollo de las capacidades narrativas por parte de Clara-Tanit. Mientras Wassalon (Astiberri, 2007), su anterior obra, contaba con un avance a trompicones que denotaba falta de práctica y conciencia del medio; en este volumen, revestido en las ya típicas tapas duras que denuncian su pertenencia a un estilo concreto de hacer tebeos, Clara-Tanit logra narrar con verdadera pericia, explotando las señas de identidad de su grafismo. Existe en este nuevo volumen una mayor conciencia del medio, incluso hay uso de sus posibilidades, de su correcta formulación y adecuación. Pero, ejem, sigue allí el rollito confesional, el tono grave y la ausencia de fluidez en la consecución de ciertos patrones que aborden la construcción de la identidad desde una perspectiva, uhm, madura o, al menos, libre de las bazas que esgrime un género tan estimulante y poco nutritivo como puede ser la auto-ayuda.

A esta percepción no ayuda el trasunto onírico disfrazado de amnesia que contiene y realza el relato porque a pesar de ser, por sí mismo, un territorio pleno de libertades, aquí su formulación narrativa consecutiva a la narración central lo termina encorsetando. En este volumen, todo lo relativo a el sueño remite a las convenciones habituales: Esas que se evocan para perpetuar el humanismo y la necesidad de trascendencia. Dos directrices que enmarcan y atraviesan casi la totalidad la producción cultural del hoy a primera hora. Una pena. Pero, Eh, que igual al siguiente…

Carlos Acevedo | 31 de agosto de 2010

Comentarios

  1. Mireia Pérez
    2010-08-31 23:06

    Hola Carlos, he venido enseguida a leer tu crítica porque ¿Quién ama a las fresas? me pareció un tebeo fascinante y tenía curiosidad por ver si alguien compartía mi opinión.

    La verdad es que me he perdido un poco por el lenguaje que utilizas (me sorprende tanto palabro y que luego uses esas coletillas tipo “ejem” y tal, pero bueno, cada uno tiene su estilo!!) y he tenido que leerte dos veces. Pero la conclusión la tengo clara:
    Creo que al final te centras solo en criticar el aspecto narrativo de la obra y no el total. Pareces no tener en cuenta que el proceso que parte de la ilustración a la narración funciona de otra manera más… No sé ¿intuitiva? Y no se puede analizar una novela gráfica de estas características como si fuese Hamlet porque la reduces :/

    A mi me fascinó como resuelve la historia Clara Tanit. No me parece en absoluto contemplativo. Le he prestado el tebeo a una amiga, pero tras una relectura volveré a pasarme por aquí!

  2. Carlos
    2010-09-04 02:09

    Hola Mireia.

    Tomo nota de lo que dices acerca del estilo y te respondo.

    No sé qué entiendes tú por el total de la obra, pero te puedo decir que todo “lo que se cuenta” en este volumen me parece manido. Muy propio del Zeitgeist de ésta época. También su grafismo. Salvo el factor narrativo, todo me parece deslucido. El caso es que, perdona la redundancia, sólo lo narrativo, y siempre en cuanto a la anterior obra de Clara-Tanit, me parece relevante.

    Si la comento es por esto último y porque, además, de un tiempo a esta parte he decidido sólo comentar obras firmadas por autores españoles.

    ¿Tú crees que merece otro tipo de análisis? Pues mira, aquí tienes el de Álvaro Pons: http://www.lacarceldepapel.com/2010/05/27/fresas/

    Y en ningún caso, sería capaz de analizar de la misma manera esta obra que Hamlet. Shakespeare, en el caso de existir, de haber existido, no merece tal desprecio.


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