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Kliong! por Carlos Acevedo

Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.

Buen método para envejecer a la velocidad de la luz

UNO. Nuestra cultura se compone de una serie de reglas para los comportamientos invisibles que abogan por la adhesión, la cohesión y la estabilidad. Comportamientos que, básicamente, desactivan nuestra cultura ya que cuando no hay lugar para plantear preguntas, eliminas de lleno la posibilidad de un espacio para responderlas. Es una cosa, digamos, de matemática básica. Detrás de esta veta conspi de lo que vendría ser nuestra cultura hoy a primera hora, notamos también que todo lo que sucede se articula en base a los sentimientos y las vivencias de un sujeto X, elaborando un discurso no problemático a pesar que, una vez en el berenjenal, todo parecen ser temas jodidos y que por tales no se cuestionan ni se retratan en la cultura para pasar a ser una anécdota sin chicha. Un ejemplo de esto, un lugar donde se puede ver claramente, es la peli de Alejandro Amenábar que lleva por nombre Mar Adentro. Sí, la del cuadraplégico que vuela. La misma que oficia de punto de partida para el tebeo que tenemos a bien mencionar.

DOS.En la magnífica antología Franquismo Pop (Mondadori, 2001), a cargo de Guillem Martínez, uno de los críticos culturales con más cerebro en lengua castellana, se define a Jordi Costa como aquel hombre que encanta “por la conexión que realiza entre gran cultura y pequeña cultura, y entre grandes fenómenos y microfenómenos, y el vínculo de todo ello con fenómenos sociales”. Y pruebas no faltan. Costa ha puesto en manifiesto esta capacidad simpar en el panorama español en los volúmenes que conforman la trilogía mostrenca: ¡Vida mostrenca!: contracultura en el infierno postmoderno (Ediciones de la Tempestad, 2002), Todd Solondz: En los suburbios de la felicidad (Ocho y medio Libros de Cine, 2005) y Monstruos Modernos (Astiberri Ediciones, 2008). En todos ellos Jordi Costa cuenta con la colaboración de Dario Adanti, un ilustrador e historietista argentino que ha hecho del mundo del tebeo un terreno propio, un patio de juegos donde desarrolla tesis que se pasean por toda la cultura (la pop y la otra) para hablar de momentos o situaciones concretas. La última colaboración con lomo, un lomo de cuarenta páginas y pico, se llama Mis Problemas Con Amenábar(Ediciones Glénat, 2009). Un estupendo tebedo donde, a partir de las directrices de Costa, este inteligentísimo dúo desarrolla los problemas personales de Costa con Alejandro Amenábar, la última esperanza blanca de lo que los medios tienen a bien llamar Cine Español.

TRES. La marginalidad tiene, dentro de esta imagen de la cultura de la que todos somos usuarios, una relación predilecta con la sátira. Parece que, una vez que estás fuera, puedes articular los motivos de tus filias y tus fobias, darles un color y ubicarlas en la geografía que compone la cultura. A pesar de ser una posición que roza el cinismo de barril, la posición del marginal te permite abrir fuego ante lo que quieras, lo cierto es que tendrás a unos cuantos peatones encantados de conocerte. Este es el caso del fanzine Mondo Brutto, una pieza clave en la construcción de la cultura española reciente. No exagero, en el fanzine Mondo Brutto se han juntado/han coexistido algunos de los cerebros más privilegiados de la España Contemporánea y, más allá de estos epitetos, se ha hecho una historia paralela a la que nos cuentan en los docus y tal. Concreto: Que Mis problemas con Amenábar haya nacido en las páginas de Mondo Brutto no es una casualidad sino que, más bien, es una Clave de Continuidad Conceptual de una cultura que escapa a ciertas cosas gracias a un entramado que permite que la marginalidad se convierta en un testimonio cultural. La marginalidad, hoy a primera hora, es la que mira, amplifica y disecciona ciertos fenómenos casi olvidados o, derechamente, pasados por alto. La marginalidad, vaya, es un complemento necesario al momento de hacer un balance respecto a la cultura. Lo que implicaría, a su vez, que dejaría de ser marginal pero la retórica de hoy a primera hora no lo permite. Sí, todo parece ser una enorme paradoja.

CUATRO. Una de las características de la factoría de tebeos Bruguera que ahora está en los quioscos bajo el epiteto de Maestros del Humor, imposible que hubieran encontrado un título más acertado, parece estar subrayada por el carácter esperpéntico que de nace de su grafismo y que terminan de articular sus historias y relatos. Podríamos decir lo mismo del trabajo de Adanti en solitario, aunque aderezando su labor proteínica con el non-sense del postmodernismo bien entendido, que vendría a ser una capacidad denotada por romper las reglas una vez que se conocen al dedillo. Así, bajo esta misma lógica, aunque parcialmente olvidada en las entregas semanales de RBA, la posibilidad de que Mis Problemas con Amenábar existe porque sus protagonistas, los alter-ego de Costa y Adanti, han preferido salir a la calle a ver que pasa. Quizá por ello, por eso del estar atento a lo que pasa allí fuera, en la presentación del pasado martes en la Ciudad Condal, la gente de Venga Monjas dió un espectáculo sin paliativos, algo que escapa del te pago poco pero, en contrapartida, te homenajeo que suele primar en las presentaciones sobretodo porque estos jóvenes talentos abusan del esperpento.

CINCO. Es curioso que los propios autores del tebeo, Jordi Costa y Darío Adanti, nieguen la capacidad subversiva de Mis Problemas con Amenábar aduciendo que no es más que un tebeo. Lo es, básicamente, porque ambos son exégetas del medio. Uno como crítico y el otro como autor. Detrás de esta declaración encontramos y resolvemos que el tebeo es un medio que permite cierto tipo de reflexiones gracias a los prejuicios de los guardianes del sello o de los que lo niegan, vamos, que no es subversivo porque la gente que sigue defendiendo un ideal cultural caduco e impostado, como Molina Foix, no verán en el tebeo que nos convoca, ni en ninguno, que las posibilidades de plantear preguntas alrededor de nuestra cultura no tienen que ver con el soporte sino que, más bien, responden al objeto al cual se interroga. Los Problemas de Costa con Amenábar, independientemente de que estén formulados y articulados desde la realidad y la pornografía personal, en realidad corresponden a los problemas de Costa con la cultura, una en la que se posiciona como perito, currante y emisor. Quizá de ahí viene, de ese conflicto, que la resolución del tebeo sea atropellada y ausente de aire. Porque en ese descampado, con ese barril y esos parches en la ropa, Mostrenco y Ché-que-loco están, en realidad, cuestionándonos a nosotros todos. Glosando a partir de su propia experiencia que es lo que pasa en nuestro entorno porque, vaya, no hay manera de anular los comportamientos invisibles que desactivan a la cultura.

Carlos Acevedo | 20 de octubre de 2009

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