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Kliong! por Carlos Acevedo

Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.

Lo cierto es que resulta muy difícil colocarla en ninguna tradición independiente de sus propios y cuantiosos méritos (IV)

Así como el revolucionario más intransigente no puede volver la espalda a las circunstancias de lugar y tiempo, el polemista más fogoso tiene que guardar las proporciones de las personas y las cosas.
Leon Trotsky

Según Tom De Santo la clave de Superman Rojo se ubica en la posibilidad de poner al último hijo de Krypton en el último escenario posible, un lugar donde fuese posible minar todas posibilidades que plantearan más de 50 años de vida como superhéroe arquetípico. La búsqueda, entonces, parte de la base de que se puede construir una historia alternativa dentro de una ficción respetando cada una de las características que construyen los aspectos de un personaje.

Ante esto, se vuelve importantísimo destacar que el Superman Rojo de Millar no es el último escenario posible para la aparición de El Superhombre, porque en sí mismo niega su concepción. Me explico: La tesis de un Superman comunista no es, ni por asomo, una clave que en sí convoque un cambio real en cuanto a la psicología del personaje sino que, simplemente, denota un cambio en su accionar y permite la satirización de ciertos aspectos del personaje, los arquetipos reconocibles por todos, al llevarlos a un terreno donde el paroxismo puede no ser visto como violento al tiempo que permite re-ordenar la génesis misma de la narración del personaje. Es decir, la respuesta a la pregunta de ¿Qué sería de Superman si quisiera tener el control sobre la tierra? se manifiesta como posible en la medida que puedas resetear el origen y no abrir otro campo dentro de la exploración que implica cualquier incursión en la historia de un personaje con un campo de acción tan bien dibujado y delimitado. Si cambias la tesis, es decir, si le pones cualquier ideología, el concepto de bondad cambia y la noción de poder se vuelve más fuerte y compleja, permitiendo que Superman sea presentado como el Arma Oficial que resuelve tanto la Guerra Fría como el conflicto bélico que supone el desarrollo de armas nucleares o de destrucción masiva. Ante esto, el escenario realmente opuesto hubiera sido, por ejemplo, un Superman nacido en territorio subsahariano o, mejor, en la Alemania de Hitler. Pero no. Eso no ha podido ser porque si miramos bien las claves que subraya el propio Millar la idea no es hacer que Superman cambie de tercio sino que, más bien, se pueda comportar con total libertad aunque, eso sí, asumiendo desde el minuto uno que es un paleto con buenos sentimientos y poco más. Porque un superhéroe que es el perfecto opuesto del peor supervillano tiene que ser un poco corto de ideas, por eso Lex Luthor es, vaya, un intelectual de tomo y lomo cuya única finalidad es la destrucción de aquel que se manifiesta, y se comporta, como la anomalía.

Efectivamente, en esta historia donde el climax (que descansa en la posibilidad de luchar por una causa) se desdibuja de forma continúa en función de una narración que busca algo más que mostrarnos el desenlace de una historia que ya conocemos en otro paisaje. Uno, a primera vista, profundamente diferente. Millar sitúa la acción en la posibilidad de que, por una vez, Superman no sea la solución a todos los problemas sino el mayor problema porque sus superpoderes, acompañados del hecho de haber nacido/aterrizado en los campos Stalinistas de Ucrania, están destinados a construir lo que solemos llamar una tiranía. La cuestión, entonces, no pasa sólo por la ubicación política del sujeto sino, en realidad, por la toma de conciencia del héroe por la aceptación de su paisaje natural y por el modo en que, en rigor, deba de conducir sus ansias de justicia y bienestar. Por eso Batman, cuyos padres han sido asesinados por panfletarios, se convierte en un luchador Anarquista (además de bomba humana) que reproduce desde la más absoluta clandestinidad el mismo accionar que un millonario de Ciudad Gótica con la diferencia de que esta vez la venganza conlleva el robo, el pánico social general y las muertes necesarias para el fin ulterior de cualquier lucha revolucionaria: El quiebre definitivo de un régimen. Y es, precisamente, en la idea de Régimen donde el Superman Rojo de Millar toma un cariz sumamente llamativo porque el cambio real que vemos, además del geográfico y de símbolo, es la posibilidad de que la voluntad de poder que proponía Nietzche tome ribetes que se sostienen, precisamente, en superpoderes. Millar permite, en este relato que mezcla Distopia y Ucronia de una manera maravillosa, que el propio protagonista se entienda a sí mismo como anomalía permitiendo que el relato, con su fantástico giro final, nos de cuenta de una variante que es coto casi exclusivo del héroe autoproclamado: la dinastía.

Carlos Acevedo | 04 de agosto de 2009

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