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Kliong! por Carlos Acevedo

Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.

Mirad por la ventana y cuando veáis algo feo, actuad en consecuencia

Es importante dejar las cosas en claro: la forma perfecta del espectáculo son los molinos de viento. Obviamente esto es así si se lucha contra ellos como si fueran dragones. Y esto es, ejem, una cosa de locos. Independientemente de esto, la locura y/o los molinos, el espectáculo es hoy a primera hora el mayor motor de las ideas que se cruzan a nuestro alrededor sea como pantallas o como papel impreso. La distopía, ese género, lo sabía y lo anticipaba. ¡No hay nada como el futuro esplendor! No. Si piensas en el punk y su No Future podrías decir que sí, que tenía razón gracias a la distopía. Me explico: No hay futuro porque ya está escrito. Y las mutaciones comportan, en principio y por cojones patrones comunes. La distopía escribe sobre lo cotidiano teniendo en cuenta la mutación, describe como se desarrollará la mutación en un tiempo indeterminado, dejando la función temporal como algo accesorio porque la única manera de poder construir futuros es negando, en principio, su existencia: para hablar del futuro es impotantísimo descifrar y describir el ahora.

Dios bendiga a Ballard.

Ante esto queda poco o nada que decir, salvo destacar la labor de algunos autores que han recogido el guante en esta carrera de relevos que parece querer datar con antelación el fin de la raza humana como la venimos entendiendo. Que la distopia vea sus mejores exponentes a día de hoy en la narrativa gráfica responde a factores mercadotécnicos, a resultados de estudios de mercado. Si hay una cosa, solo una, que tienen en común las manifestaciones distópicas es que su más mejor manifestación responde a formatos populares porque los formatos populares, como el pulp en su momento, permiten exploración y despiporre. Además de saltarse, vaya, algún criterio censor. Warren Ellis y Darick Robertson lo saben, sí, y por ello Transmetropolitan, la obra que hoy nos convoca, es lo que es. Una maravilla.

Si yo me siento fatal, todo el mundo se siente fatal.

Partiendo desde la figura de Diógenes de Sínope para pasar luego por la de Debord o la de Jonathan Swift, Ellis crea y desarrolla el personaje de Spider Jerusalem, un supuesto Hunter S. Thompson del futuro que, armado con armas ilegales y hasta las cejas de estimulantes de la más diversa valia somete a los poderes fácticos de la nación americana (o a su accionar) a una gloriosa combinación de mala baba e información acompañado de unas ayudantes de muy buen ver. Todo lo necesario para llevar a cabo una labor periodística de un nivel y una repercusión propias del Tabloidismo de toda la vida. Con una sútil y vital diferencia: ante la ausencia de un valor más allá del dinero que suda la lógica tabloidea, Spider Jerusalem convoca un ideal romántico de cambio a partir de dar con una función de los medios que ya no existe: exponer la Verdad porque trasciende al Individualidad. Ambos conceptos que, con mayúsculas, tienden a molestar a los poderes fácticos.

Me llamo Spider Jerusalem, y lo que más me gusta son los perros muertos.

Drogas de diseño. Contaminación Cultural. Chispazo. Policias corruptos. Ataque diarrético. Políticos consumidos por redes de distribución y creación de pornografía. Ojos de mono como snack. Bilis de comadreja como bebida. Armas sin cuartel que podrían matar a cualquiera en varios kilómetros a la redonda. Snacks de cola de tigre. La multiculturalidad convive con alienígenas. Animales de fin de semana. La Mili Bohémia© busca su lugar en el senado. El uso de la osamenta como repetidora de una señal telefónica. Medios completamente sumidos ante el poder del estado. Violencia esterilizada. Íconos pagános. La ilegalidad como único modus vivendi para la ética. La Nueva Escoria. Religiones a granel. Sistema telefactor. Manipulación genética como divertimento. Todos son profetas. O pueden serlo. Normas acomodaticias. Pedofília controlada y normalizada. Registros computarizados de todas tus actividades. Bloque incentivador de consumo. Todo puede ser merchandising. La mentira vende, la verdad está obsoleta™.

Confía en el Tarado

Sin duda alguna la pregunta al disfrute y al éxito que puede causar una serie como Transmetropolitan descansa en la iconoclastía que suda Spider Jerusalem. No hay lugar a dudas a este respecto, porque la figura del bufón ha ido cambiando su origen, pero no su funcionalidad. El bufón es, desde siempre, aquel que hace lo que el rey no puede, el que se ensucia para que el rey no tenga que hacerlo, el que lo hace reir porque, vaya, él dice lo que el rey no puede. Spider Jerusalem es el bufón de una generación o dos, de ahí que muchos de sus fans se prodiguen en el periodismo cultu… la propaganda y de ahí, también, que desde varias perspectivas resuma de forma resultona gran parte de la contracultura que ha azotado a América™ desde finales de los cincuenta. Aunque, claro, el stablishment nos eche a la cara autores y activistas que, en realidad, no dan con la valía de los seminales… Pero eso es otro tema, sí. Porque estabamos hablando del bufón. Un bufón modélico y al uso es, por ejemplo, Michael Moore: No le gusta lo que mira por la ventana, ni como se mueve o desarrolla lo que está a través de la ventana, pero aún así basa su denuncia en el mismo accionar. Por ello replica en forma de misa u oratorio su contrariedad. Ante esto, el único modo de aplicar el concepto de misa, lo único que nos queda es la misericordia. La Misantropia es, a su modo, una forma de misericordia. Ellis y Robertson hablan precisamente de eso en Transmetropolitan y nosotros nos lo comemos con patatas, lo dejamos pasar; disfrazando la Distopía de comodidad y envidiando las drogas y olvidando la épica y la causa. ¿Es casual que muchos de los guiños de Transmetropolitan respondan a sendos clichés de la distopía? ¿Es posible entender la contracultura sin Huxley, sin Orwell y sin sentido del humor?¿Es casual que a ratos la columna de Spider Jerusalem parezca un slogan de una ONG con algo de cerebro? Mientras Ellis y Robertson nos llaman a militar — sí, a pesar de como decaen los últimos 10 o 12 números- – nosotros nos quedamos de brazos cruzados. Por gilipollas. Como si tanta trenza y tanta mala baba no fuera aplicable a nuestros tiempos. Como si la contemporaneidad se viviera en un mañana en pantallas y con un mando a distancia. Como si la violencia y la resistencia no fueran parte importante de nosotros mismos… Como si fuera posible concebir que Paul Krassner muera sin pena ni gloria.

Recuerda: Un Paranoico es sólo alguien que posee todos los datos.

Carlos Acevedo | 28 de abril de 2009

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