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Estilo familiar por Arístides Segarra

Arístides Segarra es escritor. Anteriormente ya fue construyendo Estilo familiar en Almacén. Estilo familiar dejó de actualizarse en octubre del 2006.

Ratzingeriana

Irene anda algo confundida estos días, con tanto papa arriba y abajo, (“¿El papá de quién?”) tan pronto muerto como vivo (“que no, cariño, que no ha resucitado, que es otro”), o paradójicamente condenado al infierno infantil por inducción materna (“Papa malo”):
ya saben, espiritualidad versus religión organizada, rézale a los ángeles pero odia a los curas, etc. Cansino. Tanto como para admirar la firmeza del Guardián de la Fe ante el relativismo imperante: “el relativismo, el dejarse llevar hacia aquí y hacia allá según los vientos de las doctrinas, puede parecer un comportamiento a la altura de los tiempos. De esta manera se va configurando una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que sólo admite como última medida de las cosas el yo y sus deseos”

Estas coincidencias me las tomo con humor, no crean. Pero una cierta congoja me atenaza desde que he descubierto que no es ésta la única. “En Occidente, se observa un auto-odio particular, que no puede ser sino patológico. Occidente intenta, desde luego de manera loable, abrirse a los valores extranjeros comprendiéndolos, pero no se quiere a si misma y no ve otra cosa en su historia más que el horror y la destrucción, no queriendo creer en lo que es grande y puro.” Tengo un dejà-lu: creo haber dicho lo mismo con prácticamente las mismas palabras.

Atribuyo la confluencia a mi debilidad por la Teología, esa maravilla del intelecto puro, hasta que ciertas opiniones, digamos, íntimas, llegan a mis manos: “El pop es, según mi parecer, un fenómeno de masas, una música producida con plantilla y a una escala industrial, que se puede calificar de culto a la banalidad.” La sonrisa de medio lado reflejada en el vidrio de la ventana que tengo ante mí delata que me empieza a caer simpático.

Y, ciertamente, alguna coincidencia hay. En términos técnicos, a Ratzinger hay que situarle en lo que se llama el agustinismo teológico, que en términos seculares denominaríamos pesimismo antropológico, y al que me adscribo fervorosamente en mañanas de resaca y todos los fines de mes. A San Buenaventura, escogido representante de esta corriente de pensamiento teológico, dedicó Benedicto XIII su tesis doctoral. Dicha corriente pone mucho énfasis en el mal que hay en el mundo y en la historia y, por tanto, subraya la capacidad de resistencia de la Iglesia, como depositaria del Bien y de la Verdad reveladas, en detrimento del diálogo con el mundo. Dicho groseramente, vaya.

Resistencia. “Mi idea de la primavera de la Iglesia no se refiere a que dentro de poco tengamos muchísimas personas convertidas y que finalmente todas las personas del mundo se conviertan al catolicismo. Esa no es la manera de Dios. Las cosas esenciales en la historia empiezan con pequeñas comunidades, más convencidas. Así, la Iglesia comienza con 12 apóstoles, e incluso la Iglesia de San Pablo que se difundió en el Mediterráneo estaba constituida por pequeñas comunidades, pero esta comunidad en sí misma es el futuro del mundo dado que tiene la verdad y la fuerza de la convicción. Pienso que sería un error pensar que ahora o en diez años con la nueva primavera, todo el mundo será católico. Este no es nuestro futuro, no es nuestra expectativa. Pero tendremos comunidades realmente convencidas con el élan de la fe, ¿no? Esta es la primavera: una nueva vida de personas convencidas con el gozo de la fe.” Monacato, al fin y al cabo, para resistir esta nueva invasión bárbara en este nuevo tiempo medio. ¿Es por eso que eligió el nombre del patrón de Europa, san Benito? Digno de su, según dicen, finísima inteligencia, aunque yo mismo descartara esta interpretación por ser excesivamente obvia.

Inteligencia. “El espíritu científico esconde un dogmatismo intolerante: el espíritu se convierte en producto de la materia, la moral en el producto de circunstancias, definida al gusto de los objetivos de la sociedad. Todo lo que contribuye a la consecución del bienestar se convierte en moral. En esto, el vuelco a los valores que han construido Europa es completo.” ¿Pero no habíamos quedado que lo malo malísimo era el relativismo? ¿Y qué hace el cancerbero del dogma repartiendo credenciales de dogmatismo?

Colofón: “una religión, cuanto más se asimila al mundo, más superflua deviene.” Cuánto miedo tienen.

Arístides Segarra | 22 de abril de 2005

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