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El último partido de George Best por Javi Martín

Genial con el balón en los pies, ocurrente ante los micrófonos, seductor dentro y fuera del campo, George Best sigue jugando cada mes su último partido en Libro de Notas. Javi Martín, autor de esta columna, solía fantasear con emular las andanzas del genio de Belfast. Enfrentado con la cruda realidad, ahora se conforma con escribir apasionadas historias sobre el mundo del deporte. Su hígado lo agradece.

Jorge González: del draft de la NBA al 'pressing catch'

La primera vez que en España se supo de Jorge González fue en diciembre de 1987, en el desaparecido Torneo de Navidad que el Real Madrid organizaba cada año. Se trataba de un torneo amistoso, pero de gran prestigio, que contaba cada año con una participación destacada. Aquel 1987, sin ir más lejos, se desplazaron a Madrid las dos selecciones que pocos meses antes habían disputado en Atenas una de las finales más vibrantes de la historia de los Eurobaskets, Grecia y la Unión Soviética. Completaban el cuadro el anfitrión Real Madrid y la selección argentina.

Argentina era entonces una selección modesta en el seno del baloncesto internacional. Un año antes no había pasado del duodécimo puesto en el Mundobasket celebrado en España. En 1990 organizarían el Mundial, terminando octavos. No fue hasta finales de los noventa, con la irrupción de la generación de Scola, Ginóbili, Nocioni y Oberto, cuando Argentina se convirtió en un equipo de primer nivel.

Aquel torneo de Navidad de 1987 sirvió para que la URSS se tomara una revancha descafeinada contra una Grecia diezmada por las ausencias de sus estrellas Galis y Giannakis. Sirvió también para que el Madrid se anotara su 16ª edición, gracias a los 23 puntos de Biriukov ante sus excompatriotas soviéticos. Sirvió, por último, para presentar en sociedad a un chaval argentino de 21 años y físico desmesurado. Los 2,21 metros de Sabonis y Tkachenko, techos del baloncesto FIBA hasta entonces, palidecían frente a los 2,32 que presentaba el argentino Jorge González. Ya no digamos los 2,13 de Fernando Romay, torre española de la época. Ni siquiera en la NBA existía alguien así. El sudanés Manute Bol poseía una altura similar, pero su flaco cuerpo, con esas interminables extremidades de alambre, no tenía nada que ver.

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Aunque su juego, torpe y poco coordinado, tenía un amplio margen de mejora, la presencia de González causó sensación en el Palacio de Deportes de Madrid. Dos puntos en el partido inaugural contra los anfitriones, ocho contra la URSS y cuatro puntos a Grecia fueron el balance del baloncestista argentino durante el torneo. La estancia en la capital española dejó una huella profunda en el jugador, como afirmaría años después: “Fue la mejor Navidad de mi vida. La pasé solo, en el hotel, comida, champán. Por la ventana se veía el paseo de la Castellana, nieve, luces en los árboles”.

La historia de Jorge González guarda ciertas semejanzas en su origen con la de otro baloncestista, el español Roberto Dueñas: el cuerpo desproporcionado, el descubrimiento causal, el inicio tardío en la práctica del deporte. Si a Dueñas cuentan que lo descubrió un ojeador del Fuenlabrada en la parada del autobús cuando tenía 17 años, el argentino fue descubierto en un bar de El Colorado, el pueblo natal de González, ubicado en la región de Formosa, en el norte de Argentina. El viajante Oscar Rozanovich quedó impresionado con el físico de aquel chico que con 16 años ya medía 2,17 metros. Rozanovich utilizó sus contactos en el Hindú Club de Resistencia y un par de días después unos representantes del equipo le ofrecieron al chico realizar una prueba. Así fue como Jorge González, que no había jugado al baloncesto en su vida, empezó a aprender los fundamentos básicos del deporte de la canasta. Su altura compensaba con creces su torpeza y su falta de conocimiento del juego.

Todo vino rodado a partir de ahí para el pívot argentino. Del Hindú Club pasó al Gimnasia y Esgrima de la Plata, y después al Sport Club Cañadiense. De la mano de León Najnudel debutó con la selección albiceleste en 1985, jugando el Campeonato Sudamericano con sólo 19 años. En mayo de 1988 formó parte de la selección que disputó el Preolímpico de Montevideo. Argentina no logró plaza para Seúl, pero la actuación de Jorge González no pasó desapercibida para los ojeadores de Atlanta Hawks, que ya le seguían la pista desde su participación en el Torneo de Navidad. El 28 de junio era elegido en la tercera ronda del draft, en el puesto 54, por el equipo de la capital de Georgia.

Sin embargo, González no llegó a debutar en la NBA. Su lentitud y la dificultad para perder peso, además de los problemas en las rodillas, le impidieron vestir la camiseta de los Hawks. Pasado un año, Ted Turner, el dueño de la franquicia, le propuso participar en la lucha libre americana, en cuya organización el propio Turner estaba también involucrado.

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Fue así como Jorge González pasó de compartir entrenamientos con Dominique Wilkins, Doc Rivers y Moses Malone a pelear en el ring frente a Hulk Hogan y demás personajes participantes en esa mezcla de deporte, circo y espectáculo (que cada cual asigne los porcentajes que crea convenientes) que a España llegó de la mano de Telecinco con el nombre de Pressing Catch y la inconfundible voz de Héctor del Mar. En una entrevista concedida al periodista Pablo Aro Geraldes, al ser preguntado si en la lucha existía un componente circense, González dejó una respuesta tan escueta como elocuente: “No estoy autorizado a hablar de eso”

A través de su actuación en los rings, con el sobrenombre de The Giant, el exbaloncestista alcanzó una considerable notoriedad. Llegó incluso a aparecer en un episodio de la exitosa serie Los vigilantes de la playa, junto a Pamela Anderson y David Hasselhoff.

En 1995, al término de una pelea en Japón, González se desmayó. Se trataba de una simple lipotimia, pero los análisis realizados detectaron anormalidades. Se le diagnosticó gigantoacromegalia, enfermedad responsable de su anómalo crecimiento. Asociada a ella apareció la diabetes, que lo obligó a abandonar los rings y le ató de por vida a una jeringuilla de insulina.

Deprimido, acabó refugiado en su pueblo natal, El Colorado, rodeado de su familia, pero enfermo, impedido y sin dinero. En la citada entrevista de Aro Geraldes, fechada en junio de 2006, González afirmaba haber superado la depresión pero pedía ayuda económica para costear el tratamiento de su enfermedad. Preguntado por sus perspectivas de futuro, contestaba: “El promedio de vida de quienes sufren mi enfermedad es de 45 años. El que más vivió llegó a los 50, ¿qué puedo esperar entonces del futuro? Nada. Por eso vivo el presente”. Jorge Gonzalez falleció el 24 de septiembre de 2010, a causa de complicaciones de la diabetes que padecía. Tenía 44 años.

Javi Martín | 15 de noviembre de 2013

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