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El último partido de George Best por Javi Martín

Genial con el balón en los pies, ocurrente ante los micrófonos, seductor dentro y fuera del campo, George Best sigue jugando cada mes su último partido en Libro de Notas. Javi Martín, autor de esta columna, solía fantasear con emular las andanzas del genio de Belfast. Enfrentado con la cruda realidad, ahora se conforma con escribir apasionadas historias sobre el mundo del deporte. Su hígado lo agradece.

El verano en que perdimos la inocencia

Mentiríamos si dijéramos que no sospechábamos nada, pero fue en ese momento cuando se nos vino todo encima. Antes sabíamos que ese tipo de cosas existían, conocíamos casos puntuales, pero pensábamos que se trataba de excepciones, no la regla. Hasta el verano del 98 no fuimos plenamente conscientes de la magnitud del problema. El 17 de julio de 1998 la organización del Tour de Francia expulsó de la carrera al equipo Festina al completo, acusado de usar sustancias prohibidas. La imagen de Richard Virenque abandonando la carrera entre lágrimas aún permanece vívida en nuestra memoria.

Como digo, no éramos tan inocentes como para desconocer el doping. Sabíamos lo que había pasado en los países del este de Europa, cuyas marcas habían quedado estancadas tras la caída del telón de acero. Habíamos vivido el caso del tramposo Ben Johnson, que se dopó para vencer al héroe Lewis. O eso creíamos entonces; hoy ya no sabemos qué pensar. También en el ciclismo había dopaje, claro. Casos aislados: Tom Simpson, fallecido en la cima del Mont Ventoux en 1967 con tres botes de anfetaminas en el bolsillo del maillot; Ángel Arroyo, desposeído de la Vuelta de 1982 por consumo de metilfenidato; Gert Jan Theunisse, positivo por testosterona en el Tour de 1988, el mismo año del probenecid de Perico y su positivo de quita y pon, aunque eso se debía sin duda a que los franceses nos tenían manía. Cabía la posibilidad de que que hubiera algunos ciclistas que hubieran burlado los controles, pero cómo pensar en lo que estaba pasando realmente, cómo imaginar lo que explotó aquel verano.

Todo empezó el 8 de julio, cuando Willy Voet, masajista del Festina, fue detenido al cruzar la frontera entre Bélgica y Francia, cerca de Neuville-en-Ferrain, en una operación que fue posible gracias a un chivatazo. Voet transportaba en ese momento una gran cantidad de diversas sustancias dopantes: anfetaminas, EPO, hormonas de crecimiento y testosterona. Faltaban tres días para arrancar el Tour.

El 15 de julio, ya con el Tour en marcha, eran detenidos Bruno Roussel, el director de Festina, y Eric Ryckaert, el médico del equipo. La noche del día 17 la organización del Tour expulsaba al Festina en bloque. El que todo el mundo consideraba mejor equipo del mundo, con Richard Virenque, Laurent Dufaux, Alex Zülle, Christophe Moreau y Laurent Brochard en sus filas, tenía que abandonar la carrera. Al día siguiente los corredores se presentaban en la línea de salida para proclamar su inocencia ante los medios. Fue entonces cuando las cámaras captaron la célebre imagen de un Virenque lloroso y encanecido, súbitamente envejecido, como si de pronto le hubiesen caído todos los años de abusos encima.

Se barajó en ese momento la posibilidad de suspender el Tour, pero Jean Marie Leblanc, el director general de la carrera en ese momento, lo descartó. El Tour continuó en la carretera, pero fuera de ella se libraba una carrera paralela cuyo resultado era mucho más trascendente. Mientras Cipollini ganaba un par de sprints, Ullrich se vestía de amarillo en la contrarreloj de Corrèze y Pantani daba el zarpazo definitivo en Les Deux Alpes, el Tour paralelo avanzaba inexorable, con la policía efectuando registros y detenciones. Los ciclistas de Festina, a excepción de Virenque, reconocieron la existencia de dopaje sistemático en el equipo andorrano. Incluso el director Roussel admitió las acusaciones.

El 23 de julio la policía registraba el hotel del equipo holandés TVM y detenía al director y al médico. Al día siguiente, el pelotón al completo, con Laurent Jalabert, Luc Leblanc y Pantani a la cabeza, realizó una sentada en la línea de salida de Tarascon-sur-Ariège, como protesta por el trato dado a los ciclistas. “Ya sabemos que el Tour es un circo pero tampoco somos enanos”, diría Laurent Jalabert, jefe de filas de la ONCE erigido en representante del pelotón. La etapa arrancó con más de dos horas de retraso.

Pantani

El 29 de julio, en la etapa entre Albertville y Aix les Bains, el pelotón se plantó de nuevo. La noche antes seis corredores del TVM habían sido llevados por la policía a un hospital para ser sometidos a análisis de sangre, orina y capilares. El pelotón protestó corriendo los 149 kilómetros de la etapa a ritmo de paseo. La pantomima se completó con los ciclistas entrando en meta cogidos de la mano. La organización, lógicamente, anuló la etapa. La ONCE y el Banesto abandonaron la carrera, en protesta por el tratamiento de las autoridades a los ciclistas. Esa al menos fue la razón esgrimida entonces. Al día siguiente tomaron la misma decisión los otros dos equipos españoles Vitalicio Seguros y Kelme, donde corría Fernando Escartín, claro candidato al podio. Los italianos Riso Scotti y Saeco también se marcharon mientras continuaban los registros policiales y las detenciones. Terminarían la carrera 96 de los 189 ciclistas que habían tomado la salida en Dublín.

Aquel Tour lo ganó Marco Pantani, con una portentosa exhibición subiendo el Galibier entre la lluvia. Al año siguiente, cuando era líder del Giro, fue descalificado por superar el índice permitido de hematocrito en sangre. Por detrás de Pantani quedó Jan Ullrich, cuyo nombre apareció años después en la Operación Puerto, aunque él siempre negó haberse dopado.

Después vendría la Operacion Puerto, la Operación Galgo y un incesante rosario de casos: Dario Frigo, Garzelli, Vinokourov, Roberto Heras, Iban Mayo, Contador… podríamos seguir llenando páginas y páginas de nombres. Lo de Armstrong fue la puntilla, pero para entonces ya estábamos prácticamente inmunizados.

Hace unos días se preguntaba Carlos Zúmer cómo escribir sobre ciclismo en los tiempos de la EPO: “El dilema es complejo. ¿Cómo cubrir un deporte atravesado por dudas constantes de limpieza? ¿Cómo repartir justicia escrita en un ciclismo remendado todos los días, con tantos héroes de cartón y nuevos asteriscos?”. Yo voy aún más allá: lo difícil ya no es escribir sobre ciclismo, que también; lo realmente complicado es seguir disfrutando de un deporte cuyo presente está en cuarentena y el pasado en continua revisión. Lo doloroso es repasar las clasificaciones de los últimos veinte años, llenas de tachones y asteriscos, de desengaños y sospechas. Lo triste es recelar de todo y de todos, del presente y del pasado. Lo imposible es seguir emocionándonos como antes de aquel verano de 1998.

Javi Martín | 15 de julio de 2013

Comentarios

  1. Oso
    2013-07-16 00:50

    Típico moderno que de ciclismo solo ve el tour en todo el año y se cree un experto.

  2. Javi
    2013-07-16 03:02

    Hola, Oso. En primer lugar, no sé de donde sacas que me creo un experto. Sólo cuento mis sensaciones respecto a lo que pasó en aquel Tour y todo lo que vino después. Para ello cuento los hechos, intentando ser escrupuloso con los mismos. Siempre cabe la posibilidad de haber cometido algún error. Si es el caso, te agradecería mucho que me lo hicieras notar.

    Dices que sólo veo el Tour en todo el año, y te equivocas. Hace años, y creo que en el texto queda más o menos claro, que apenas sigo el ciclismo. Cuando llegan las grandes vueltas termino viendo las grandes etapas, pero sin la emoción de antaño. Hubo un tiempo en que sí fui un aficionado casi obsesivo. Te podría recitar el podium de cada Tour y cada Vuelta desde mediados de los ochenta hasta finales de los noventa, pero dudo que te interese. Durante mucho tiempo el ciclismo fue uno de mis tres deportes favoritos. Vi a Perico ganar la Vuelta junto a Recio camino de las destilerías DYC y perder el Tour un par de años después frente a Roche. Vibré con Pino, Cubino, Fuerte, Lejarreta, Lucho Herrera… y soñé incluso con ser como ellos. Vi los Tours de Induráin, los Giros de Bugno, hampstem, Berzin, la Vuelta de Mauri cuando se suspendió aquella etapa de Baqueira (creo recordar)… En fin, experto en absoluto, pero aficionado un poco sí que lo fui. Mi afición se fue quedando por el camino, supongo que por varias razones, no sólo por el doping, pero sucedió.

    Por último, respecto a lo de moderno, te agradezco tus palabras, pero ay, por desgracia yo ya voy para antiguo.

    Perdona por el tocho, Oso. Un saludo.

  3. Alberto
    2013-07-16 11:04

    Por otra parte, Oso, un comentario troll más como este y te meto un bloqueo que te dejo la IP temblando. Es que soy menos cariñoso que Javi yo.

  4. haplete
    2013-07-16 11:28

    Por desgracia llevas toda la razón en este artículo. La sombra del doping siempre acompañará al ciclismo hasta los restos precisamente por esos tachones y asteríscos. Y ya no sabes si dudar de todos o dejarte emocionar por alguna exhibición de fuerza con el riesgo de más adelante desengañarte por completo.
    Y mientras tanto el ciclismo de montaña, sigue siendo ese gran ninguneado por la televisión. Practicado por muchos más aficionados que el de carretera me atrevería a decir y casi invisible en la tele.

  5. Miguel A. Román
    2013-07-16 13:27

    Mi afición la mató el disparatado cambio de fechas de La Vuelta en el 95, así que lo del 98 me pilló con algo de distanciamiento.

    Recuerdo el goteo de noticias y mi perplejidad in crescendo y que en un principio pensé que era la paranoia y prepotencia de un juez francés y me puse del lado de los corredores.

    Varias veces se ha esgrimido el argumento de que parte de la culpa la tienen los organizadores que someten al pelotón a pruebas más duras y espectaculares en cada edición.

    ¡Necios! ¿Queréis deporte o espectáculo?

    El caso es que, ciertamente, uno ya no sabe si ha visto héroes o monstruos, si ha asistido a épicas o a farsas; y ya hasta dudo de si Merckx, Hinault, Ocaña o Bahamontes firmaron sus victorias limpiamente o es que en su época la analítica era demasiado primaria.

    En todos los deportes hay dopaje, eso se sabe desde que los olímpicos griegos se ponían hasta las cejas de efedra y amanita muscaria; pero el ciclismo y el atletismo están heridos de muerte (tal vez también la natación) y necesitan ser reformados reglamentariamente, no únicamente desde la sanción deportiva sino incluyéndose como delito en las legislaciones, de forma que alcance también con fuerza a los médicos, entrenadores y resto de equipo técnico.

    Al fin y al cabo, más allá del daño físico al deportista, es una estafa, a una industria que mueve tal vez mucho más dinero del que debería, pero sobre todo al espectador que es en definitiva quien directa o indirectamente sufraga todo el tinglado.

  6. Popinstant
    2013-07-17 15:01

    Sé que es una barbaridad lo que voy a decir pero quizá deberían dejarse de tanto análisis y tanto control y dejar paso al espectáculo. Recuerdo con gran añoranza aquellas ascensiones de Indurain, Bugno, Pantani y Chiappucci, donde intuyo que ninguno de ellos estaba limpio pero, ¡qué grandísimo espectáculo nos dejaron!. O, ¿acaso la NBA puede tirar la primera piedra?.


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