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el ojo que ve por María José Hernández Lloreda

Se volcarán aquí, cada día 27 de mes, una serie de reflexiones personales —aunque no necesariamente de ideas originales— sobre la mente, la realidad y el conocimiento. La autora es profesora del Departamento de Metodología de las Ciencias del Comportaminento de la Facultad de Psicología de la UCM. En LdN también escribe Una aguja en un pajar.

La caja negra

La caja negra

Cuando una ciencia es joven, como lo es la psicología, hace que se generen a su alrededor todo tipo de expectativas y deseos, tanto por los que están involucrados en ella como por los que la observan desde fuera. No cabe duda de que las dos grandes teorías que han trascendido entre los legos son el psicoanálisis y el conductismo. No voy a analizar ni a hacer un estudio crítico de las mismas, que por supuesto escapa a mi conocimiento, sino en cómo la sociedad las ha observado y acogido.

No cabe duda que el psicoanálisis era a priori más atractivo, de ahí el éxito que tuvo en sus comienzos, sobre todo entre los intelectuales y artistas, y que muchas de sus explicaciones sigan siendo moneda común entre la mayoría de la gente. Nos encontramos con una teoría que trata de bucear en nuestra mente, en aquellos aspectos que no nos son accesibles pero que están ahí y que nos afectan, guían muchas de nuestras acciones y pueden explicar cosas de nosotros mismos que racionalmente somos incapaces de comprender. La tarea la debería hacer un experto, alguien cuyo conocimiento científico le posibilita acceder a ese interior, con nuestra colaboración. Es gratificante eso de que te escuchen, de que te permitan ir dando salida a todas aquellas cosas que uno piensa, que recuerda, incluso echando un poco de culpa a los demás…

Aunque lo mejor del psicoanálisis es que “te permite” también analizar a los demás, intentar buscar las causas de lo que hace mal el otro a partir de lo que uno sabe o imagina de su vida. Y hay que reconocer que es placentero. Es una teoría psicológica del tipo que gusta, de las que “humanizan” al hombre. Por eso le ha resultado más fácil abrirse paso donde otras teorías psicológicas lo han tenido y lo tienen bastante difícil.

También tiene sus enemigos, fundamentalmente entre aquellos a los que no les agrada mucho que les analicen, los que ven en la psicología una ciencia que va a terminar con su intimidad y va a poner al descubierto todo lo que él guarda en su interior como un secreto inviolable. Y, por supuesto, tiene en frente a todos aquellos que quieren demostraciones basadas en el método científico, y a los que el psicoanálisis les parece que no pasa la prueba, a los que sus explicaciones le parecen un tanto esotéricas. De hecho, he venido observando una falta de interés por él entre los alumnos de las últimas generaciones, no sé si también relacionada con su falta de interés por la cultura en general y por todo aquello que no sea práctico e inmediato.

En el extremo opuesto tenemos al conductismo, la teoría que según los legos “deshumaniza” al hombre. Una teoría que se olvida de que soy un ser humano y me considera como un animal, sin considerar todo aquello que constituye la auténtica esencia de mi ser y sólo me trata como a una rata de laboratorio. El conductismo no le gusta a nadie, fuera del ámbito de la psicología, claro. Sin tener ni idea de si funciona o no, ni en qué consiste realmente, no puede ser verdad, no nos gusta que pueda serlo. ¡Cómo va a explicar lo que soy una historia de refuerzos, estímulos…!, ¡qué explicaciones tan frías frente a la calidez de un buen trauma infantil! Una pena que una teoría experimental con un lenguaje puramente psicológico haya tenido esa mala acogida entre la población.

He de reconocer que a mí me gustan las dos, pero sólo hay que comparar algunas de las referencias culturales de una y otra: “Recuerda” o “La naranja mecánica” para ver que no mucha gente comparte mi entusiasmo.

Y algo muy parecido ocurre con la psicología en general. Hay quien piensa que no sirve absolutamente para nada, que ni es ciencia ni sabe nada y hay quién piensa que con cuatro palabras que le diga a un psicólogo, éste conseguirá averiguar cosas profundas de su vida.

Lo que no acabo de tener claro es lo que la mayoría de la gente piensa que debe ser realmente la psicología, de qué debe ocuparse. Muchas veces tengo la impresión de que confunden el objeto de la psicología con la vida. Y la vida es algo que debe ser asunto de cada uno y a la que contribuyen todas y cada una de las experiencias que uno tiene, todas y cada una de las personas con las que interactúa… El objetivo de la psicología no es que uno sea feliz; ese sería en todo caso el objetivo de cada uno. Y sobre eso la psicología tiene poco que decir. Sin embargo, no es extraño escuchar que alguien necesita un psicólogo porque tiene una vida con sus altibajos, como no podría ser de otra forma. No todo el mundo necesita ayuda psicológica como tampoco todo el mundo necesita un bypass. Y, curiosamente, cuando alguien sí necesita este tipo de ayuda, es estigmatizado como si hubiera cometido algún pecado.

Pero la realidad es que pocos le dan el sitio que de verdad tiene en el momento actual, se sabe lo que se sabe, funciona lo que funciona y donde no llega, no llega. Al fin y al cabo como toda ciencia. Nadie le pediría a un físico que le explicara absolutamente todo lo que le pasa y va a pasar a su coche, por mucho que las leyes generales de su funcionamiento sean físicas.

Ni para todo, ni para nada.

María José Hernández Lloreda | 27 de abril de 2010

Comentarios

  1. Marcos
    2010-04-27 19:01

    Pues mira hasta qué punto desconocemos la psicología que creo que este artículo, en su sencillez de planteamientos, puede aclarar muchas ideas, incluídas las mías.

    Es muy curioso como una disciplina tan desconocida está, sin embargo, tan imbricada en la sociedad.

    No sé, es complicado, yo tiendo a pensar que un sicológo nace, difícilmente se nace, al menos en su faceta de escuchador de los demás, pero quizás sea puro desconocimiento.

    Saludos

  2. Ale
    2010-04-27 20:36

    “Ni para todo, ni para nada”. Es decir, para algo. A mí me resulta mucho más fácil y satisfactorio convencer de esto último a quien a priori no espera nada de la psicóloga que tiene enfrente (yo), que a quien llega a ti con los brazos extendidos y la cabeza inclinada esperando el toque mágico de tu varita.

    Buenos artículos los tuyos.

  3. María José
    2010-04-27 23:19

    Marcos, mira que te gusta quitarnos la p de “psique”. Lo de psicólogo se nace es como decir cirujano se nace. Evidentemente hay que tener cualidades entre las que destaca saber escuchar, pero igual que un cirujano necesita tener habilidad manual. Lo que ocurre es que a medida que una ciencia avanza las ayudas desde la teoría y la técnica hacen que puedas utilizar con mucho más éxito tus cualidades personales. Pero me parece que tu idea refleja más lo que piensa mucha gente, que un psicólogo debe sustituir a tu red de relaciones sociales. Cuando un amigo te escucha, te da consejos y te ayuda no hace psicología, lo que hace es formar parte de tu vida e influirte, que para eso están los demás. Un psicólogo debe hacer uso del conocimiento científico que haya hasta ese momento para poder ayudarte, igual que cualquier médico.

    Gracias Ale.


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