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el ojo que ve por María José Hernández Lloreda

Se volcarán aquí, cada día 27 de mes, una serie de reflexiones personales —aunque no necesariamente de ideas originales— sobre la mente, la realidad y el conocimiento. La autora es profesora del Departamento de Metodología de las Ciencias del Comportaminento de la Facultad de Psicología de la UCM. En LdN también escribe Una aguja en un pajar.

El cascabel al gato

A pesar de la mala fama que tiene la imitación, ésta constituye uno de los mejores mecanismos para que podamos desarrollar conductas inteligentes, nos permite aprender rápidamente lo que a la especie le ha costado siglos. La imitación ha sido una de las herramientas básicas para el desarrollo de la humanidad. Sin embargo, parece que hemos decidido que es una cualidad humana secundaria y no la fomentamos mucho entre las nuevas generaciones. Lejos de ser considerada una de nuestras principales fuentes de adquisición de conocimiento (sobre todo el conocimiento implícito) es ninguneada, considerando que lo genuinamente humano es lo que se hace de forma espontánea y libre y sin condicionamiento (como si algo de eso fuera realmente posible) y lo importante es lo que a cada uno se le ocurra. Fomentemos la creatividad. Así que no será nada raro que las nuevas generaciones pasen la mayor parte del tiempo inventado de nuevo la patata frita. Las ideas geniales surgen siempre a partir del conocimiento y dominio de la tradición.

De alguna forma, se podría pensar que una parte importante de la educación del ser humano es enseñarle a reproducir mediante la imitación aquellas destrezas que han llevado siglos desarrollando nuestros antepasados. Y eso es lo que más o menos se ha intentado hacer en la educación, tanto la reglada como la que ejercían los maestros con sus aprendices. Un profesor enseña a resolver unos cuantos problemas de matemáticas, todos lo imitan y luego, cuando uno se enfrenta a otros en soledad, debe generalizar e ir un paso más allá de la imitación.

Y eso produce placer, el ser humano está preparado para aprender y el refuerzo del propio aprendizaje tiene un valor intrínseco para quién lo logra. El refuerzo por placer suele ser la forma con la que la naturaleza ha conseguido que la mayoría de los seres vivos actuemos. Ahora bien, si todos los seres humanos disfrutaran de ese aprendizaje, si fuera para todos una actividad placentera, no existiría el fracaso escolar; pero a la mayoría de los niños, adolescentes y adultos, no les gusta, no encuentran placentero ese tipo de aprendizaje. Y esto pone a la sociedad ante una dicotomía, por una parte considera completamente inútil y poco motivadora la mayor parte de lo que se enseña en el colegio, pero sigue considerando necesario que la enseñanza sea obligatoria. No es raro oír propuestas donde se defiende que se debe explicar sólo lo que vaya a tener utilidad inmediata: temas básicos de economía doméstica, cómo comportarse como un buen ciudadano, aspectos de la ciencia que se utilizan en el día a día… Y cuando los alumnos le vean la utilidad, será más fácil conseguir su motivación para aprenderlo; lo dudo. Pero justamente éstos son el tipo de conocimientos culturales que no necesitan de una educación formal para aprenderlos. No podemos perder de vista que la gran parte del conocimiento que se adquiere se hace de forma no explícita.

Lo que se percibe es una clara relación entre motivación y aprendizaje. Y como nuestra sociedad quiere que todos aprendan más y lo mismo, ha encontrado una solución ideal: aumentemos la motivación y conseguiremos que mejore el aprendizaje.

Como casi siempre en Psicología, tenemos el problema de cómo entender bien la causalidad a partir de la observación de una simple relación. Lo que ojo humano ve es que los más motivados aprenden más, ese es el dato. Pero el argumento tiene dos problemas. El primero, de estatus teórico y para el que de momento no tenemos una repuesta clara, es si no puede estar ocurriendo que la causalidad sea en la dirección opuesta, que sea el aprendizaje el que esté produciendo un aumento de la motivación por el propio placer que lleva asociado. Todos lo hemos experimentado alguna vez al conseguir entender algo que se nos resistía, resolver un problema o aprender y mejorar en una habilidad nueva. Es un tópico decir que se aprende más de los fracasos, pero la verdad es que desde las teorías del aprendizaje los datos siempre parecen indicar que se aprende mucho más de los éxitos. Claro que hay gente como Edison que puede convertir un fracaso en un éxito:

“[…] preguntó que por qué persistía en construir una bombilla, si tras más de 1000 intentos no había conseguido más que fracasos, Edison, respondió: no son fracasos, he conseguido saber 1000 formas de cómo no se debe hacer una bombilla”

Como ya he dicho antes, por alguna razón para mí incomprensible, en lugar de tratar de mejorar el aprendizaje para conseguir que la motivación surja, la idea que se ha extendido es la contraria, la causalidad se da en la otra dirección: es el aumento de motivación lo que produce una mejora en el aprendizaje, así que el objetivo es conseguir aumentar la motivación.

Aquí viene el segundo problema del argumento: ¿cómo se aumenta la motivación?, ¿se puede conseguir para todas la materias? Por supuesto, la tarea, responsabilidad y culpa recae en los profesores. Pero nadie ha enseñando a estos profesores cómo hacerlo; en todos los diseños curriculares aparecen como metas trasversales este tipo de metas: conseguir que los alumnos se impliquen en lo que aprenden, conseguir que estén motivados… incluso que sean solidarios, que no sean racistas, ni sexistas… Pero faltan las instrucciones, porque de momento no existe conocimiento científico que nos ayude a ponerle el cascabel al gato.

A otros, como a nuestros vecinos franceses, más pegados a la realidad, se les ha ocurrido pagar a los alumnos. Muchos han puesto el grito en el cielo: hay que conseguir la motivación intrínseca en el aprendizaje, no se debe pagar. No creo que pagar sea la solución, pero el mismo argumento se podría utilizar en el caso de los adultos: deberíamos conseguir la motivación intrínseca del trabajo y no hacerlo simplemente por el sueldo. Hay algo que no encaja, ¿se produce un cambio radical en el funcionamiento de la mente de un adulto que ya no funciona por motivación intrínseca? Si el objetivo es conseguir que los estudiantes aprendan, debemos replantearnos qué queremos; si el objetivo es que sean felices aprendiendo, lo tenemos mucho más complicado, pero no dudaría en dar mi voto de confianza a quién proponga y demuestre un modelo que funcione.

Y en este nuevo no saber muy bien qué hacer con los programas educativos, intentando que los alumnos encuentren útil y divertido lo que aprenden, para que quieran seguir, vamos limando las materias, es decir, vamos eliminando gran parte del conocimiento que las generaciones anteriores nos han legado. Las mismas materias inútiles y arduas que han permitido grandes avances, aunque ni Newton ni Pascal cuando las estudiaban tenían idea (ni les importaba) si eso tendría o no una aplicación directa.

En esta nueva visión de la educación, donde no parece que nos preocupe tanto el desarrollo cognitivo de los alumnos sino el personal, parece que aspectos como la motivación, la educación emocional,… pasan a ser los puntos a los que debemos dirigir nuestros esfuerzos. No tengo nada claro que sea eso lo que busco en un sistema educativo, pero si nos lo tomamos en serio, debemos dejar de hacer un brindis al sol: ¿cómo se educa la emoción o la motivación? No sé si en un futuro estaremos en condiciones de responder a estas preguntas. Ahora no. Sabemos hacer demostraciones para que los demás nos imiten pero no sabemos cómo hacer para que imiten la motivación o la emoción que nos produce una actividad. Y no podemos hacer como Edison, considerar cada fracaso como una forma de éxito porque no tenemos bombillas entre las manos.

Yo reto a cualquiera a que nos enseñe a fomentar la creatividad, aumentar la motivación y desarrollar la inteligencia emocional. Mucho me temo que cuando la educación se convierta en esto, volveremos a reclamar la transmisión de conocimientos y destrezas, que de momento es lo único que sabemos hacer.

María José Hernández Lloreda | 27 de noviembre de 2009

Comentarios

  1. paco
    2009-11-27 17:05

    Al leer sobre la motivación a los alumnos para la adquisición de conocimientos me acordé de esto. A los teóricos de la LOGSE deberían obligarles a dar las clases así.

  2. Cristina
    2009-12-02 11:19

    Mientras leía tu artículo de hoy, pensaba en las neuronas espejo, y cómo desde este sistema se ha visto que aprendemos (y hacemos en nuestro cerebro) lo que vemos que hacen los demás (por decirlo de una forma simple). Pero lo interesante es que esto no ocurre sólo con el aprendizaje motor, sino también con lo emocional. Tal vez cuando vemos a un profesor “apasionado” con lo que explica, se nos pongan en marcha sistemas neuronales similares que tengan que ver con la experiencia emocional que está ligada a lo que estamos aprendiendo. Bueno, no sé si me he explicado bien. Es verdad que la imitación por esto es la mejor forma de aprendizaje, pero no sólo de conocimientos o destrezas motoras, sino de experiencias que tienen que ver con teoría de la mente. Tal vez estos descubrimientos ayudarían a la hora de desarrollar el sistema educativo desde el comienzo.


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